Fernando B/ Diagona
Según diferentes estudios, Israel posee entre 75 y 400 cabezas nucleares, lo que lo convierte en el único país de Oriente Medio en poseer este tipo de armamento. El hermetismo que rodea al programa nuclear israelí, cuyos inicios se remontan a los años ‘50, impide conocer las dimensiones exactas del arsenal. Con ayuda de Francia y Reino Unido, Israel construyó la central nuclear de Dimona, en el desierto del Neguev, que en 1965 se encontraba operativa y en condiciones de producir plutonio al nivel requerido para uso militar.
David Ben Gurion, uno de los padres del Estado de Israel y primer ministro entre 1948 y 1963, declaró que la central nuclear tenía “fines exclusivamente pacíficos”. Pero los hechos irían haciendo insostenible esta afirmación. Desde entonces, los líderes israelíes han mantenido una política de “ambigüedad nuclear”: convertido en tema tabú, nunca se ha reconocido ni tampoco negado la existencia del arsenal atómico. Esta política de imprecisión se vino abajo cuando el primer ministro Ehud Olmert declaró, en una entrevista con la cadena alemana N24 en diciembre de 2006, que “Irán aspira a tener un arma nuclear como Estados Unidos, Francia, Israel y Rusia”. Tampoco se tiene evidencia de la realización de pruebas nucleares por parte de Israel. Sin embargo, en septiembre de 1979 el satélite estadounidense Vela, diseñado para detectar explosiones nucleares, registró un destello al sur del océano Índico. Una comisión investigadora en EE UU, encargada por el presidente Carter, estableció que no había evidencias suficientes para confirmar o desmentir el origen del resplandor, aunque en un principio se atribuyó el destello a una prueba atómica. Sin embargo, Aziz Pahad, viceministro de exteriores de Sudáfrica en el Gobierno de Nelson Mandela, reconoció en 1997, en una entrevista con el periodista israelí Yossi Melman en el diario Haaretz, que el fogonazo detectado por el satélite Vela fue “una prueba nuclear” llevada a cabo por Israel y Sudáfrica. Según Pahad, “el tema nuclear era secreto, y se han destruido muchos documentos, pero quedan muchos informes que prueban la relación entre los dos países”.
Desde entonces, y gracias a su abultado gasto militar (7,3% del PIB, el sexto país en gasto militar según CIA World Factbook), Israel ha desarrollado la capacidad de lanzar sus armas nucleares desde tierra, con silos subterráneos que albergan los misiles Jericó, con un alcance de más de 11.000 kilómetros, capaces de alcanzar cualquier punto de África, Europa y Asia; desde el mar, con submarinos clase Dolphin de fabricación alemana; o desde el aire, con cazabombarderos F-16 y F-35 de fabricación estadounidense. Según el veterano periodista Seymour Hersh, Israel también tendría capacidad para miniaturizar una bomba que cupiese en un maletín.
Monopolio nuclear
En posesión de la bomba, Israel se ha concentrado en mantener la “superioridad nuclear” en Oriente Medio. Así, su objetivo ha sido evitar que otros países de la región desarrollasen capacidad nuclear, mediante sabotajes, ataques militares y acciones encubiertas del Mossad. Como ejemplos: la destrucción del reactor nuclear de Osirak (Iraq) en 1977, o el bombardeo de una instalación siria, en 2007, donde, según el diario Washington Post, se estaba construyendo una planta nuclear con asistencia norcoreana.
Hasta ahora, el uso del arsenal nuclear ha quedado descartado salvo en cuatro supuestos. Según publicó el politólogo Scott Sagan, en Planeando lo impensable: cómo las nuevas potencias usarán las armas nucleares, el aparato de Defensa israelí estableció en los años ‘60 las líneas rojas que, de cruzarse, llevarían a Israel a utilizar su arsenal:
1) Una penetración exitosa por parte de los países árabes en el territorio israelí posterior a la guerra de 1949.
2) La destrucción de la Fuerza Aérea israelí.
3) Bombardeo de saturación o ataques con agentes químicos o biológicos sobre ciudades israelíes.
4) El uso de armas nucleares contra Israel.
Estos planteamientos fueron formulados por primera vez por Ben Gurion, aunque no se concretarían hasta la llegada al poder de Levi Eshkol, a mediados de los ‘60. Según el historiador Avner Cohen, era la posibilidad de un ataque por parte de una coalición de países árabes lo que llevó a los dirigentes israelíes a desarrollar el arma atómica, de modo que Israel tuviese un “último resorte”, oficialmente denominado “Opción de Sansón”.