Esta situación es diametralmente opuesta a la que se vivió por décadas, en donde cada país negociaba por su lado, o al llegar a eventos de este tipo, otros gobiernos hablaban por nosotros.
El escenario mundial está cambiando y en él, Suramérica juega otro rol, y asume otro protagonismo.
Contribuye a ello la forma en que nuestras naciones afrontaron y resolvieron la tremenda crisis económica del año 2.009, atravesándola sin mayores sobresaltos, a diferencia de los países centrales en donde la situación que ellos provocaron, significó decenas de miles de personas sin empleos, cierre de empresas, quiebra del sistema financiero.
Antes la crisis se generaba en países emergentes; Hoy vemos como la misma impacta en Grecia, Portugal y España que para enfrentarla adoptan las viejas recetas de los organismos multilaterales de crédito, cuyos resultados padecimos en toda nuestra región desde la década de los 90 en adelante.
Aquí se defendió cada puesto de trabajo, allá se recortan salarios y prestaciones sociales.
En esta Cumbre observamos como nuestros presidentes ejercen una actitud de autoridad y soberanía frente a los planteos de los sectores hegemónicos de la economía mundial, en defensa de los intereses nacionales y de todo el espacio latinoamericano.
Esta postura es una reafirmación de los criterios de construcción política que llevaron a la creación de la UNASUR y a la asunción de acciones en defensa de los procesos democráticos en todo el continente.
Simultáneamente a este momento, el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva visita Irán y trata de aportar propuestas concretas para destrabar un conflicto que Estados Unidos y la Unión Europea no pueden resolver.
Con los jefes de Estado de la región gestionando, fijando posturas, planteando alternativas, y alertando sobre las consecuencias que las políticas que se están aplicando en Europa van a producir sobre la vida concreta de los ciudadanos, transcurre esta Cumbre.
La integración regional es nuestra fuerza y debe ser nuestro destino.