Xurxo Martínez Crespo

Con Garzón me pasa igual que cuando me dicen que gracias a Franco hay seguridad social, que gracias a Hitler mejoró la condición material de la clase obrera en Alemania o que gracias a Pérez Jiménez hay autopistas. Lo cortés, en todos los casos anteriores empezando por Garzón, les quita lo valiente.

Garzón arma su propia defensa en base a mil culpas extemporáneas, prescritas y ya descritas una y mil veces. No estoy de acuerdo con los que aseguran que Garzón está siendo enjuiciado por intentar, él solo y sólo él, sentar en el banquillo de los acusados a las cenizas de los asesinos que tiñeron el Estado español de cadáveres y exilios, lo están enjuiciando y tal vez inhabilitando por ejercer funciones que él sabía no le eran propias, y aún así, perseveró en el error una y varias veces con la única finalidad de hacer(se) justicia.

Todas las “causas justas” no caben en la calle Genóva, lugar en el que trabajaba. De poco sirve enjuiciar a asesinos muertos y dejar intocables a torturadores vivos. En su haber son más las paladas de cal que de las de arena, el juez “subidón” se dedicó a sembrar los periódicos de salsa rosa judicial. Podría enjuiciar a Fidel por ius sanguinis o a Bush por criminal de guerra pero a sabiendas de que nada de eso iba a misa.

La suma de mil postes en fútbol no es igual a un gol. Garzón hizo de la justicia una plastilina, que estiraba a su antojo, y con la que construía figuras que maravillaban a otros.

En su defensa habla de una justicia universal que en todos los rincones de la tierra buscará a los culpables de crímenes de lesa humanidad que nunca prescribirán. Los hechos desmienten sus alegaciones y las de la jueza Carla del Ponte. El Tribunal Internacional de La Haya no deja de ser un tribunal internacional de ricos que juzgan a pobres. Jamás veremos a Kissinger, ni a Aznar ni a Bush ni a Blair contestando a nadie por sus atrocidades.

Otros hablan de los juicios de Nüremberg, analogía fantasmagórica que no deja de ser un calco de lo anterior: los vencedores enjuiciando al 0.00001% (porque eran ricos) de los vencidos; recordemos que Franco no perdió ninguna guerra y gran parte de su estructura estatal pervive en el Estado español actual, como por ejemplo la Audiencia Nacional de la que es juez el propio Baltasar Garzón.

En un Estado como el español, con cierres de periódicos y medios de comunicación caprichosos, prohibiciones de partidos, detenciones arbitrarias, represión violenta policial sin ninguna garantía para el ciudadano (ver imágenes del Cabanyal en Valencia), juicios interminables, instruidos mala y artificialmente, es un problema aún mayor la frivolización de la Justicia a partir de su meditización y de su gremialización en bandos. Muchos confunden esta gremialización con una teórica politización, porque en el Estado español las ideas y las ideologías abandonaron a los partidos hace mucho tiempo para convertirse en dos bandos (o bandas) que se turnan en el Gobierno de todas las cosas, y cuando digo todas me refiero a eso, a todas.

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