Mark Engler

He aquí algo que no se ve todos los días: uno de los más influyentes promotores de las políticas fundamentalistas del “libre mercado” admite que se equivocó en grande –y que como consecuencia hay gente en Haití pasando hambre. Sorprendentemente eso fue lo que sucedió en el período preparatorio de la Conferencia Internacional de Donantes para Haití la semana pasada.

Anteriormente en marzo, Bill Clinton –que actualmente exalta su imagen de viejo estadista trabajando en la ayuda de desastre en Haití— se excusó de manera extraordinaria por el fracaso de políticas que antaño defendió. Su declaración fue citada en un excelente artículo por el reportero de Associated Press Jonathan Katz con el título, “Con Importaciones baratas de alimentos Haití no se puede alimentar”. El artículo no ha recibido la atención que merece, así que si ustedes no pudieron leerlo cuando se publicó por primera vez, vean lo que escribe Katz:

“Puerto Príncipe, Haití. El terremoto no sólo destruyó mercados, colapsó almacenes y dejó sin suficientes alimentos a más de 2,5 millones de personas. Puede que también haya sacudido la manera en que el mundo en desarrollo recibe alimentos.

“Decenios de alimentos baratos –especialmente arroz proveniente de EE.UU.-, salpicados con abundante ayuda en distintas crisis, han destruido la agricultura local y dejado a países empobrecidos como Haití sin posibilidades de alimentarse a sí mismos.

“Aunque esas políticas han sido criticadas durante años entre trabajadores de la ayuda, los líderes mundiales dedicados a arreglar Haití están admitiendo por primera vez que la eliminación de las barreras aduaneras sólo ha exacerbado el hambre en Haití y otros lugares.

“Están liderados por el ex presidente de EE.UU. Bill Clinton –ahora enviado especial de la ONU a Haití— quien públicamente se disculpó por defender políticas que destruyeron la producción arrocera de Haití. A mediados de la década de 1990, Clinton convenció al empobrecido país de que redujera dramáticamente sus tarifas al arroz importado de EE.UU.

“Puede que haya beneficiado a algunos de mis agricultores de Arkansas, pero no ha funcionado. Fue un error”, dijo Clinton el 10 de marzo al Comité Senatorial de Relaciones Exteriores.

“He tenido que vivir desde entonces con las consecuencias de la pérdida de capacidad para producir una cosecha de arroz para alimentar a esa gente debido a lo que hice; nadie más”.

Katz abunda con un análisis de algo de la dinámica de la situación de Haití. Esto es conocido por los que siguieron la crisis de alimentos en el Sur global, la cual fue particularmente aguda en 2008:

‘“Una combinación de ayuda de alimentos, pero también importaciones baratas… han tenido como resultado una ausencia de inversión en la agricultura haitiana, y a eso se le debe dar marcha atrás’, dijo a Associated Press John Holmes, jefe de ayuda humanitaria de la ONU.

‘Ese es un fenómeno global, pero Haití es un buen ejemplo. Creo que es aquí donde debemos comenzar’… Para los haitianos, la casi total dependencia de alimentos importados ha sido un desastre. Los productos importados baratos hicieron que los agricultores abandonaran sus tierras y emigraran a las ciudades superpobladas. El arroz, un grano de nutrición limitada, situó al país a merced de los precios internacionales: cuando subieron dramáticamente en 2008, la gente que no podía comprar arroz destruyó y quemó edificios. El parlamento destituyo al primer ministro.”

No hay duda de que es un fenómeno global. Es más, el muy astuto Alden Bello escribió básicamente el mismo artículo dos años atrás, tomando a México y Filipinas como estudios de caso.

Lo que es nuevo –y mucho más extraño de lo que debiera ser— es la parte en que Clinton ve la luz. Como consecuencia de la crisis económica global (y la crisis alimentaria anterior, y también el colapso total de la economía de Argentina en 2001, y no se olviden de la crisis financiera asiática de fines de la década de 1990, y bueno, ya ustedes van dándose cuenta), cualquiera diría que veríamos a muchos ex defensores del libre mercado aceptar su error. Hemos visto a algunos economistas y decisores de política retractarse o desertar.

Pero muchos otros siguen insistiendo, impertérritos e inmutables. Es más, estos incondicionales se han aprovechado de los recientes terremotos para presentar de nuevo algunas de sus antiguallas favoritas. En una instancia, por ejemplo, han argumentado que a Chile le ha ido mucho mejor que a Haití ante los recientes desastres debido a sus largos años de culto en la iglesia de neoliberalismo de “libre mercado”.

Al frente de esto está (ninguna sorpresa) The Wall Street Journal, el cual publicó un artículo que aseguraba que “Milton Friedman lleva muerto más de tres años. Pero su espíritu seguramente sobrevolaba protector por Chile en las horas tempranas del sábado. Gracias en gran parte a él, el país ha soportado una tragedia que en otras partes hubiera sido un Apocalipsis”.

Investor’s Business Daily se apareció con algo similar, que John Feffer comentó en Foreign Policy In Focus:

‘“Sin exagerar,’ escribe Investor’s Business Daily, ‘el terremoto del sábado demuestra que la decisión de Chile hace decenios de abrazar descaradamente el capitalismo ha salvado miles de vidas’. Según este argumento de libre mercado, la mayor riqueza en el sector privado creó una base mayor de impuestos con la cual el gobierno pudo pagar ‘una mejor preparación contra terremotos en regulaciones de construcción y educación para desastres para el público”. Donde los sabios de una era anterior podían haber identificado la mano salvadora de Dios, Investor’s Business Daily agradece a la mano invisible del mercado”.

Hay mucho que decir del perenne mal uso e interpretación equivocada de la historia chilena por parte de la derecha. Pero en este caso, Paul Krugman hace bien el trabajo. Para empezar, incluye un vínculo a una vieja entrevista a Milton Friedman. Al leerla, recordamos que el difunto profesor de la Escuela de Chicago era el tipo de individuo que hubiera estado inclinado a usar las palabras “inspector de construcción” como un insulto comparable con “testaferro comunista” o “rata enferma de cloaca”.

Al aclarar (más o menos) el asunto de la economía chilena, Krugman también termina con un buen aparte acerca de una doble moral derechista. Aunque no soy un gran admirador del equipo económico de Obama, disfruté de la observación:

“La economía de Chile bajo Pinochet es mucho más ambigua de lo que cuenta le leyenda. De la forma en que se cuenta ahora la historia, los tipos del libre mercado llegaron, liberalizaron y entonces hubo un boom. En realidad… lo que sucedió fue lo siguiente: Chile tuvo una enorme crisis económica a principios de la década de 1970, que en parte, sí, fue debida a Allende y a la confusión que lo acompañó. Luego el país experimentó una recuperación provocada en gran parte por la enorme afluencia de capitales, que en su mayoría consistió en recuperar el terreno perdido. Luego hubo otra gran crisis a principios de la década de 1980 –parte de la crisis más amplia sudamericana de la deuda, pero Chile fue golpeado más duramente que los otros países principales. No fue hasta finales de los 80, época para la cual las políticas de línea dura de libre mercado se habían suavizado, que Chile al fin alcanzó los niveles de principios de los 70.

“Así que: se aplican las políticas de libre mercado y ¡abracadabra! fluye la prosperidad –quince años después.

“Pero recuerden, la ‘Obamanía’ ha fracasado definitivamente después de 13 meses”.

Mark Engler es un periodista independiente que reside en Nueva York y analista principal de Foreign Policy in Focus, una red de expertos en política exterior.