Néstor Francia
Sur y Sur
Toda la jauría burguesa nacional e internacional ha saltado como impulsada como por un resorte ante la detención (y posterior liberación con prohibición de salida del país) de uno de sus más conspicuos representantes en Venezuela, Guillermo Zuloaga, quien se disponía a viajar en su jet privado para dilapidar, junto a su familia, alguna minúscula parte de su fortuna en Bonaire.
Esto no puede sorprender, pues estamos, sin ninguna duda, ante una radicalización mundial de la lucha de clases, y de las luchas por la soberanía y antiimperialistas. El reciente escándalo mediático en torno a Cuba («Damas de Blanco») y Venezuela es solo parte de ello. El mundo ha entrado en una profunda crisis que obligará cada día a definiciones más claras de cada Estado, de cada gobierno, de cada nación, de cada institución, de cada individuo. Nada escapará a la decantación de las posiciones en el campo de batalla.
Se trata de una guerra a muerte entre lo viejo y lo nuevo, que será cada vez más cruenta e irreversible. La lucha del proletariado mundial (obreros, campesinos, poblaciones excluidas y clase medias aliadas) contra la burguesía (países imperialistas, oligarquías, transnacionales y clase medias aliadas) ocupará cada vez más espacio, en medio, por supuesto, de numerosas contradicciones secundarias, de confusiones, de marchas y contramarchas. Se trata de una batalla prolongada, probablemente de siglos, que tendrá episodios sangrientos, sufrimientos, sacrificios, victorias y derrotas tácticas de las fuerzas en conflicto.
Al final, se cumplirá el vaticinio de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista: «Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado». Finalmente, todos deberán ubicarse al lado de uno de esos dos grandes campos. O al lado de la ideología proletaria, representada por el socialismo, o al lado de la ideología burguesa, representada por el capitalismo. No habrá en el futuro nada en el medio ni ninguna otra posibilidad: o socialismo o capitalismo (es decir, fin de la especie humana).
Es en esa perspectiva que debemos considerar la declaración hecha ayer por el presidente Chávez, en torno a las reacciones internacionales ante los acontecimientos del día:
«Si los voceros del podrido sistema mundial ladran, significa que aquí dentro en Venezuela cabalgamos», e indicó que las reacciones que se generaron este jueves responden a una inversión de valores: «el mundo al revés», además de puntualizar que «el que viole la ley tiene que responder ante el Estado…Acá tiene que llegar el fin de la impunidad».
Expresó también que recientemente ha resurgido un «cementerio político» por lo que se han abierto «las tumbas y han salido los muertos del pasado, pero ellos nunca volverán a ocupar los espacios que antes ocuparon». De la misma forma se preguntó «¿A quién le puede extrañar que los voceros de la derecha internacional arremetan contra Venezuela?».
Es la lucha a la cual nos referimos. Aquí no puede haber debilidades. Como se ha dicho, es la hora de los hornos, o se avanza o se retrocede, y detenerse es retroceder. Es necesario profundizar las contradicciones, empujar la revolución sin temores, plantarse firmes en el campo de batalla y confiar en la capacidad del pueblo para entender su papel. Como también se ha dicho, el camino es difícil pero es el camino. Como dijo también el presidente: «Bienvenido el veneno de la canalla, cuando la canalla arremete es porque va a morir».
Por su parte el canciller venezolano, Nicolás Maduro, dentro de la misma dura pelea que se está dando en el mundo, entregó ayer una nota de protesta al embajador de Estados Unidos en Caracas, Patrick Duddy, para «protestar y condenar una nueva injerencia de un funcionario estadounidense en asuntos internos de Venezuela».
La nota de protesta se refiere, precisamente, a las declaraciones del portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, quien manifestó el miércoles que Estados Unidos estaba «seriamente preocupado» por la detención de Alvárez Paz, que calificó como «el último ejemplo del continuado ataque del gobierno a la libertad de expresión».
En nuestra nota se afirma que nuestro gobierno «observa con desagrado y asombro cómo un funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, sin mediar razón de Derecho Internacional alguna, se permite calificar las acciones del poder judicial venezolano y emitir opiniones propias de un actor de la política interna de Venezuela», y además se exige «el cese inmediato de estas acciones intervencionistas, que, tanto nuestro gobierno, como los gobiernos de nuestro continente, han rechazado ampliamente».
Finalmente, y en referencia al caso concreto de Guillermo Zuloaga, en torno al cual la canalla mediática expresa una vez más que se está estableciendo el «delito de opinión», es bueno recordar las palabras del dueño de Globovisión en la reunión de la SIP, así como recordamos las de Alvarez Paz:
«En Venezuela hubo un gran rechazo a 49 leyes que trató de sacar el presidente Chávez simplemente de un día para otro, y al destruir a la empresa Petróleos de Venezuela como han hecho con el despido de 24 mil personas, hubo una manifestación humana como pocas veces se ha vivido, que se calcula que pasaba del millón de personas, a la cual el Presidente le mandó a disparar y a echar plomo (subrayado nuestro)».
Aquí, de nuevo, no hay ninguna opinión, sino una acusación directa contra el Presidente de la República, sin ninguna prueba. Se le acusa de asesinato masivo, sin más ni menos.
La lucha del socialismo contra el capitalismo es un asunto que atañe al destino de la especie humana, que se encuentra en peligro de extinción, por eso no puede haber medias tintas. Es lo que dijo el presidente de la Sociedad de Economía Política de Brasil, Paulo Nakatani, en su intervención en las Jornadas Permanentes de economía Política Latinoamericana, convocadas por el Banco Central de Venezuela. Sentenció que «si la sociedad actual no cambia, no sobrevivirá en los próximos 50 años, porque el capitalismo está destruyendo el planeta».