David Javier Medina

Dice Fernando Martínez Heredia mientras estudia al Che Guevara, que nos encontramos en una guerra cultural que pretende, mediante el dominio de la vida cotidiana, que creamos que ningún socialismo es posible, que nos conformemos de hablar de cualquier cosa mientras el poder y la vida cotidiana sea controlada por el capitalismo. Los primeros ejecutores de la revolución bolivariana tenían como objetivo despojar de todo espació público a los partidos tradicionales Acción Democrática y Copei, con la mentira descarada de que en dichos espacios yacía el poder para controlar la economía y las masas. En realidad hubo un reacomodo de elites, pero el poder seguía ejerciéndose desde sectores privados vinculados a la economía en forma de parásito. La segunda fase de la revolución involucró políticos que atacaron el cáncer ideológico de nuestra economía, el petróleo. De allí el golpe de estado del año 2002, la proliferación de las ONG y nuevos partidos políticos, además de acérrimos críticos internacionales como Colombia y España. En aquel tiempo, asesores revolucionarios argumentaban que en el Orinoco no había petróleo, solo bitumen que podía ser negociado a bajo precio con algunas transnacionales. Gracias a la insistencia de conocedores de la materia como el eterno amigo Francisco Mieres, hoy es público y notorio que gracias a los yacimientos de la faja del Orinoco, Venezuela es la mayor reserva de petróleo del mundo. Pues bien, la revolución entra en una nueva fase, donde la gente común reclama mayor eficiencia en la administración pública y al mismo tiempo se fastidia de posturas radicales y nuevos conflictos. Este pensar tan complejo como absurdo es común en los venezolanos que ingenuamente se definen como neutrales. Pero la neutralidad en Venezuela no solo no existe, sino que además no exime la ignorancia y la cobardía de no asumir la responsabilidad social de nuestro tiempo.

Se me antoja el ejemplo de las empresas básicas en Guayana, pues desde la creación del Miban existe una cadena de errores estratégicos gerenciales atomizados por la baja de los precios del acero, el aluminio, hierro, etc. Y hay que decir la verdad, algunos ministros como Víctor Alvárez pensando más en el poder que en el proyecto, financiaron partidos políticos (RENLAR) desde las empresas desvirtuando la urgencia de contribuir al nuevo modelo económico que se está pariendo en Miraflores. Sin embargo, la masa trabajadora es casi una materia inerte que tarda en comprender la magnitud del problema laboral que yace en sus empresas. Una protesta de trabajadores de Edelca era un desfile de camionetas de lujo. Como evitarlo, si nacieron, estudiaron y trabajaron en el mundo capitalista. Era lo normal, y hoy descubren que no solo es perjudicial a nuestro nuevo modelo económico, sino que además no existe la posibilidad de volver a los tiempos de las vacas gordas. La confusión es más grave, porque el Plan Guayana no termina de definirse, no confían en los modelos económicos del gobierno, porque la misma gerencia de las empresas las viene contradiciendo en los últimos años. Y como no hay mecanismo político para un diagnóstico real, intereses políticos siembran anarquía para decapitar la revolución. Durante el golpe petrolero, las empresas de Guayana fueron un punto de apoyo. Cuidado, porque durante los comicios regionales un sector irracional de la oposición puede intentar romper ese punto de apoyo. No podemos darnos el lujo de hablar de cualquier cosa mientras el capitalismo controle la vida cotidiana.

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