Pablo Galand
El “rejunte político” al que necesitó recurrir la oposición para la nueva conformación de las autoridades de las comisiones en la Cámara de Senadores tuvo su máxima expresión en la charla telefónica que el miércoles mantuvo Eduardo Duhalde con Carlos Menem. Largamente enemistados, se vieron por última vez, de casualidad, en abril de 2005 cuando ambos coincidieron en el Vaticano durante el fallecimiento de Juan Pablo II. Si la estrella de Menem dejó de brillar hace más de diez años, en gran parte se debe a las zancadillas desplegadas por Duhalde. Como por ejemplo, cuando le bloqueó a fines de los noventa el camino para la re-reelección o cuando en 2003 decidió nacionalizar la interna peronista y evitar que sea el riojano el candidato de ese movimiento. Pero los tiempos cambiaron y era necesario garantizarse que Menem no volviera a jugar a las escondidas como lo hizo la semana pasada cuando prefirió quedarse en La Rioja y no asistir a la cesión del Senado. Pragmático al fin, a través de su esposa y senadora Hilda Chiche Duhalde, el caudillo de Lomas de Zamora se comunicó con Menem y por un par de minutos intercambiaron ideas sobre momento político actual. Al final de la charla, Duhalde estaba satisfecho. Con la presencia de Menem en el recinto, la oposición se aseguraba ahora el quórum necesario en el Senado y la continuidad en su persistencia por bloquear la posibilidad de que el Gobierno pueda hacer uso de las reservas del Banco Central para garantizar los vencimientos de este año.
En verdad, más allá del odio mutuo, no es la primera vez que Menem y Duhalde timonean el mismo barco. Ambos son responsables directos de gran parte de la deuda que ahora tiene la Argentina. Siendo respectivamente presidente y vice de la Nación, en los noventa, el país duplicó su deuda externa. “Argentina se endeudó enormemente en los noventa a partir de dos fenómenos: el Plan Brady y el Plan de Convertibilidad”, sostiene Federico Saravia, Director del Museo de la Deuda Externa de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. “El Plan Brady fue diseñado para América Latina porque la mayoría de los países de la región cayeron en default después de haberse endeudado irresponsablemente en los ’80 y se implementó para que los bancos acreedores pudieran cobrar las deudas que tenían que sin él eran incobrables. Pero en el caso argentino tiene un elemento extra que es que el gobierno de Menem intentó instaurar el Plan de Convertibilidad que no era muy bienvenido por los organismos internacionales y para lograr la aprobación de estos organismos se cedió bastante en lo que fue la negociación del Brady”, agrega. Como consecuencia de esas concesiones hechas por el gobierno de Menem y Duhalde se reemplazaron bonos que cotizaban al 18% de su valor nominal por otros al 100%, por lo que una deuda que valía 3.762 millones de dólares pasó a valer 20.900 millones de dólares. Con respecto a la relación la Convertibilidad con el engrosamiento de la deuda, Saravia señala que “al tener una moneda sobrevaluada, el país perdió la posibilidad de generar recursos genuinos. Por lo tanto, al no tener ingresos de divisas por el comercio exterior ni mayor recaudación impositiva, la única manera de sostener el modelo de convertibilidad que necesitaba mantener un dólar por cada dólar que circulaba de respaldo, la única manera que funcionaba era con endeudamiento. Por eso durante todo el tiempo de la Convertibilidad, la deuda externa se duplica. Pasamos de 60.000 a 120.000 millones de dólares. Cuando se entró en una etapa recesiva como en el ’98, aumentó la relación entre el PBI y la deuda externa y eso generó que en el 2001 no podamos pagar la deuda”, afirma.
Pero las responsabilidades de Duhalde con respecto a la actual deuda externa no terminan en los noventa. En su corto período como presidente de la Nación fue el artífice de la pesificación asimétrica, generada tras la devaluación y que significó que el Estado se hiciera cargo de la deuda contraída por particulares. “Bajo el mandato de Duhalde la deuda externa aumentó en casi 50.000 millones de dólares porque al hacer la pesificación asimétrica, el pasaje que se hizo de un $1 a un $1,40, los 40 centavos de diferencia se hizo cargo el Estado de pagarlos. Se compensó en los bancos para que puedan devolver los ahorros y esa diferencia de 40 centavos en el tipo de cambio los pagó el Estado con bonos de deuda y por eso pasó de 125.000 millones de dólares a casi 180.000”, indica Saravia.
Al analizar el proceso y las consecuencias que trajo la pesificación asimétrica surge inevitablemente la asociación con la estatización de la deuda llevada adelante por Domingo Cavallo, cuando fue presidente del Banco Central en las postrimerías de la dictadura militar. “El último regalo de la dictadura militar para grupos amigos fue estatizar una deuda que era de grupos líderes de la industria que la pagamos todos hasta el día de hoy. El salvataje de las características de 2001 fue similar porque en definitiva en ambos casos los que terminan pagando los problemas económicos y los errores de administración de los bancos y las empresas privadas es el pueblo”, asevera Saravia.
Tan preocupado ahora por “los ahorros de los argentinos”, a Duhalde le cabe lo mismo que a la mayoría del “rejunte político” y gran parte de la deuda que hoy padecemos es de su absoluta responsabilidad.