Cledis Candelaresi

 

Las crisis suelen generar oportunidades, en particular si son de otros. A instancias del Ministerio de Planificación, varias empresas argentinas del rubro energético analizan la posibilidad de vender equipos y know how para que Venezuela palíe su escasez de electricidad a través del uso de las usinas móviles de “energía distribuida”. No es el único aporte local para la gestión de Hugo Chávez. Un equipo de técnicos de ese país caribeño vendrá en las próximas semanas a Buenos Aires para interiorizarse del funcionamiento del mercado eléctrico mayorista, que el Estado maneja a través de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa).

Los técnicos de Cammesa gozan de muy buena reputación en el medio por su solidez técnica para operar el sistema eléctrico. Otra consideración es con qué criterios esa dependencia estatal ofició de nexo entre los generadores de electricidad (oferta) y los distribuidores (demanda), pero no es el modelo de gestión sino la experiencia profesional de los trabajadores lo que tomarán en cuenta los venezolanos.

La otra contribución local al problema de Venezuela, cuyo sistema eléctrico está en riesgo de colapso debido a un bajón en el nivel de agua de la principal hidroeléctrica del país, es el modelo de energía distribuida. Se trata de pequeñas centrales, alimentadas a hidrógeno o a gas, que sirven para reforzar la red en lugares puntuales.

Un recurso que en Argentina comenzó a utilizarse para compensar algunas carencias circunstanciales y que abrió la puerta a excelentes negocios de firmas como Pampa Holding (Marcelo Mindlin) o Emgasud (Alejandro Ivanisevich), entre otras varias empresas que apostaron a esta chance. Cada megavatio hora producido por las pequeñas usinas móviles que conforman lo que se llama “energía delivery se vende siete veces más cara que el resto de la electricidad, cuya comercialización está sujeta a otras regulaciones.

Los venezolanos ya conocen ese mecanismo gracias a los cubanos, que no sólo los orientaron en cómo utilizar esos puntales a la red eléctrica sino que les vendieron equipos que, a su vez, ellos mismos compraron a otros países. Justamente, en la nación de Hugo Chávez hay una discusión abierta sobre la eficiencia de este sistema importado desde Cuba, que produce electricidad a precios elevadísimos. Pero la técnica y las máquinas empleadas en Argentina serían más eficientes: aquí la clave para idear una nueva veta de negocios con Caracas.

Al margen de aquellos puntos de contacto, las realidades energéticas de uno y otro país tienen poco en común. Para generar energía eléctrica, Venezuela depende en un 70 por ciento de la hidroelectricidad (básicamente de la central de Guri), mientras que el gas ocupa un modestísimo 10 por ciento en su matriz energética. A la inversa de lo que ocurre localmente.

También son distintos los criterios adoptados por los gobiernos para administrar una situación de escasez disciplinando el consumo doméstico, que en Venezuela es en promedio muy superior al de Argentina o Brasil. Debido a la sequía, que afectó el nivel de agua de aquella represa, y a la falta de usinas térmicas que podrían funcionar como alternativas, días pasados se produjeron apagones en Caracas que preanuncian una crisis severa si no hay medidas urgentes. Chávez las tomó.

El presidente venezolano dispuso un contundente plan de estímulos para inducir al ahorro en los hogares, de modo tal que quienes no recorten su consumo un 10 por ciento respecto del período anterior, deberán pagar la energía un 75 por ciento más cara, carga que trepa a entre el 100 y 200 por ciento si en lugar de ahorrar consumen más. La drástica pauta es mucho más severa que la utilizada en el sistema de premios y castigos que se aplicó en Argentina a través del Puree (Programa del Uso Racional de la Energía Eléctrica), que no logró desincentivar el consumo.