Xavier Caño Tamayo
Llamemos a las cosas por su nombre. Los millones de dólares que el mundo rico destina ahora a Haití no borran la responsabilidad de ese mundo en el origen de la tragedia: imponer unas políticas económicas injustas y perniciosas además de inútiles.
Catástrofes naturales, lo que se dice catástrofes completamente naturales, no existen al ciento por ciento. Si rascamos en ellas, hallamos insolidaridad y codicias previas, incompetencia culpable, numerosas injusticias estructurales más dosis industriales de hipocresía. Tomemos como ejemplo el terremoto de Haití, el hundimiento (materialmente hablando) de Puerto Príncipe, su capital.
En un extraordinario y denso programa informativo elaborado por un equipo de competentes periodistas de Televisión Española (bien escaso en estos tiempos) sobre el desastre de Haití, averiguamos que en anteriores catástrofes no se distribuyó la ayuda humanitaria por errores logísticos. En este terremoto, la ayuda humanitaria se amontona en el aeropuerto de la capital, pero los haitianos deambulan por las calles sin nada de lo que necesitan, muchos obteniendo lo que pueden de los comercios de alimentos destruidos… Por lo menos así es al escribir estas líneas.
En el programa informativo citado, portavoces de instituciones internacionales, Cruz Roja y otras organizaciones solidarias coinciden que es un problema enorme resolver la “cuestión logística” para hacer llegar la ayuda humanitaria a los haitianos que la necesitan, que son casi todos. Falla pues, como una escopeta de feria, el “conjunto de medios e infraestructuras necesarios” (que eso es la logística) para repartir equipos sanitarios, medicamentos, alimentos, agua…
¿Falló la logística en la reunión y reparto de millones de dólares para salvar a los incompetentes, imprudentes y codiciosos grandes bancos del mundo al inicio de la crisis financiera? ¿Qué problemas concretos hay para repartir la ayuda humanitaria? ¿No hay suficiente personal? ¿No hay medios de transporte? Dicen que en Haití ya no hay Estado y eso complica todo. ¿No puede la ONU sustituir siquiera provisionalmente ese inexistente Estado?
¿Por qué ha ocurrido esa catástrofe? Sólo he oído exponer la causa última de la tragedia de Haití al buen periodista que es el reportero Vicente Romero, enviado a Haití, y a un portavoz de Intermón Oxfam. La tragedia ha sido tan cuantiosa porque en Puerto Príncipe, la capital, se hacinaban miles y miles de personas pobres que huyeron hace años de las zonas rurales y se instalaron allí en viviendas precarias; villas miseria, favelas, bidonvilles o como quieran llamar a esos agujeros de pobreza y marginalidad.
¿Y porqué se desplazaron en masa del campo a la capital? Porqué se quedaron sin trabajo ni posibilidad de tenerlo. ¿Y por qué ese desempleo masivo? Porque los genios del Fondo Monetario Internacional decidieron “liberalizar” el mercado del arroz en aras del libre comercio. Es decir, desposeyeron a Haití de la potestad de poner aranceles al arroz extranjero.
El resultado fue que cultivadores y recolectores de arroz de Haití quedaron a merced del sector arrocero estadunidense, subvencionado por el gobierno de los Estados Unidos. Arruinaron el arroz haitiano, vendiendo Estados Unidos el suyo mucho más barato; de hecho por debajo del precio de costo. Ésa es la libertad de comercio que entienden los Estados poderosos, las organizaciones económicas internacionales y las minorías privilegiadas y codiciosas a cuyo leal servicio están.
La película real de los hechos es ésta: el sector arrocero haitiano se hunde, los campesinos haitianos emigran a su capital y se amontonan en viviendas precarias, se produce el terremoto y las endebles viviendas (y otras que parece que no lo son) se hunden. Muchos haitianos mueren, otros muchos quedan heridos y todos sin hogar ni medios ni nada de nada deambulan por las calles de Puerto Príncipe sin futuro ni horizonte.
¿Por qué en Japón (tierra de terremotos) cuando tiembla la tierra no hay muertos o muy pocos? ¿Será porque los edificios están construidos con todos los avances arquitectónicos contra terremotos? ¿Tendrá que ver el grado de pobreza o riqueza de un país con que las catástrofes naturales sean letales o no?
Y ese grado de pobreza o riqueza, de desarrollo, ¿tiene que ver con la justicia y equidad (o no) de un sistema voraz, codicioso y predador como es el capitalista neoliberal?
Llamemos a las cosas por su nombre. Los millones de dólares que el mundo rico destina ahora a Haití no borran la responsabilidad de ese mundo en el origen de la tragedia: imponer unas políticas económicas injustas y perniciosas, además de inútiles. Por no hablar del histórico abandono de Haití por Francia o Estados Unidos, por ejemplo, en aras de sus intereses nacionales.
*Periodista y escritor
Centro de Colaboraciones Solidarias