Carlos Gutierrez R.

 

La pregunta comenzó a rebotar entre “la militancia” luego que la ficha de la derrota electoral del 28 de junio de 2009, cayera.

El proyecto iniciado por Néstor Kirchner como emergente Duhaldista de la debacle neoliberal de 2001 y continuado luego por Cristina, comenzó a naufragar en la trampa política y mediática sofisticadamente organizada por los medios formadores de matrices de opinión y sus repetidoras de televisión, TV por cable, radios, diarios y revistas, como de portales de internet y blogs.

La derrota mediática fue la antesala de la derrota de la 125, y luego la pérdida en los votos que ahora es un problema institucional para la gobernabilidad del kirchnerismo, todo es parte de la decadente democracia representativa argentina.

El estrellato cedido a Cobos y el regreso a escena de los Menem, Rodriguez Saá, Carrio, Chiche Duhalde, De Narváez, son la prueba clara de una estructura conservadora enquistada en la dirigencia política criolla que preludia una salida por derecha en el 2011.

La teoría del manual del golpe suave, inexistente para la “vanguardia K” hasta las jornadas de la 125, los quinta columna incorporados al gobierno, como estrategia de pacto con los poderes fácticos (Lavagnias, Bielsas, Albertos, Redrados, Sciolis, y muchos otros), más los anclados ministros, leales gestores de negocios o asistencialismos ineficientes, han conformado, junto a las limitaciones ideológicas propias, un escenario de debilitamiento político que comienza a perfilarse como profecía autocumplida dentro los diezmados aliados del gobierno.

Con Néstor ya difícilmente candidateable, y Cristina desgastada tras los embates de la oligarquía -que le pusieron a la clase media en contra- la búsqueda de una figura potable para el continuismo nacional y popular será una tarea ciclópea en el armado de una futura fórmula que exprese el sentimiento peronista y/o progresista dentro de las filas conformadas por los gobernadores, intendentes y sectores sociales aún leales, que continúan succionando recursos del Estado compañero (hasta donde se pueda) sin una contrapartida política concreta en organización, formación o suma de votos.

Ni siquiera han alcanzado para revertir el estado de cosas, las medidas a favor de los sectores más vulnerables, ni las cooperativas, ni los aumentos a jubilados, ni la creación de puestos de trabajo, ni el mayor crecimiento de los últimos 50 años.

Lo que se hace tarde y mal difícilmente tenga impacto social o sea valorado por quienes se benefician de un derecho que satisface una verdadera necesidad, luego de más de 6 años de gobierno.