Ernesto Carmona


Una caravana fascista pasó anoche frente a mi casa gritando por megáfono: “¡Allende se siente!, Piñera Presidente”. En ese mismo instante un presidente electo conciliador prometía por TV un gobierno de unidad nacional y agradecía a Dios su triunfo.

“¿Qué significa ese grito: ¿una burla?”, pregunté. “Odio fascista”, comentó uno de mis hijos nacidos en el exilio. Y entonces recordé las primeras palabras conciliadoras que oí por TV a los golpistas en 1973: “No habrá vencedores ni vencidos”. Y a los pocos días comenzaron a desaparecer y asesinar a más de 3.000, mientras otros 30.000 iban a los campos de tortura.

El votó popular castigó el estilo adquirido por la Concertación al final de un ciclo de 20 años en que llevo a la práctica el legado del dictador pero con la anuencia de EEUU: libre mercado, entrega de riquezas al capital extranjero, fortalecimiento de los grupos económicos y discretas políticas de bienestar social que adquirieron más énfasis con Bachellet. El clientelismo y el populismo elevaron la “popularidad” de la mandataria por encima del 80%, pero nada de eso se reflejó en la votación del domingo. ¿Por qué?

La ultra derecha ha gobernado poco a Chile “por las buenas” en los últimos 100 años. Después de la efímera República Socialista y un período de incertidumbre y “ruido de sables”, ganó el poder (en elecciones) en 1932, pero lo perdió en 1938 ante el Frente Popular, encabezado por el partido Radical, con socialistas y comunistas, que introdujo importantes progresos en la conversión de un país agrícola a minero-industrial. El partido radical se mantuvo 14 años ganando elecciones, hasta que un presidente traicionó a sus aliados comunistas y comenzó a perseguirlos.

La derecha volvió a ganar en 1958, con Jorge Alessandri (apoyado por los radicales de derecha), empresario como Piñera que en 1964 le entregó el país a la “revolución en libertad” del demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva, padre del perdedor de ayer. En 1970, y después de cuatro intentos, conquistó el gobierno una versión mejorada del frente popular de 1938, la Unidad Popular, que lideró Salvador Allende, cuyo gobierno fue derrocado cruentamente por quienes ahora eligieron a Piñera (y también algunos de los que perdieron).

La dictadura duró 17 años, la Concertación gobernó 20. La derecha acumula de nuevo todo el poder, esta vez “por la vía pacífica”. Poder económico (el presidente tiene su propio grupo), poder mediático (la mitad del país que lo adversa no tiene cómo ni dónde expresarse), poder ejecutivo, simpatía militar, eclesiástica y judicial (poderes fácticos). Pero no controla el legislativo y por eso, hábil, Piñera anuncia “unidad nacional” mientras sus partidarios emiten gritos con olor a venganza. Chile fue gobernado por los dueños de la tierra hasta 1920. Ahora comienza el ciclo de los grandes grupos económicos (y con doble discurso).