Rubén Villafañe

Hoy por hoy, cuando ya es un hecho de que las bases estadounidenses en Colombia, Curazao y la anterior activación de la IV Flota de la Armada de los EEUU para la realización de operaciones militares en el Caribe, constituyen una muy bien elaborada estrategia destinada a acosar a la Revolución Bolivariana y al resto de los denominados “gobiernos hostiles” a los intereses norteamericanos en America Latina – entiéndase Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador – resulta ingenuo creer, que la violación de nuestro espacio aéreo por parte de una aeronave militar de la armada yankee, se haya debido a un “error” del piloto, quien volando desde Curazao “ignoraba” encontrarse en el mismo.

Afortunadamente, nuestros radares – que por parte de la oposición han sido en incontables oportunidades calificados como chatarra bélica – detectaron oportunamente a la nave incursora y permitieron a nuestros funcionarios tomar medidas ante esta situación. No obstante consideramos oportuno realizar algunas consideraciones respecto a este hecho, el cual desde ya señalamos como una muy bien hilvanada cadena de eventos que en lo sucesivo, con toda seguridad tendremos que enfrentar.

Toda aeronave sea esta civil o militar – y con mucha más razón si es militar – sale de su base terrestre o marítima, con un plan de vuelo que por supuesto está ceñido a la autonomía de la misma – duración del combustible a consumir durante el recorrido de ida y retorno – y al objetivo de la misión encomendada, contando para ello con los suficientes instrumentos de navegación aérea y otros elementos tecnológicos que en estos tiempos hacen prácticamente imposible que hechos como el que nos ocupa, puedan suscitarse sin que exista un deliberada intención de que el mismo ocurra.

Una vez que la violación del espacio aéreo de un país es vulnerado, la primera reacción del país agredido, es detectar y comprobar que la misma se ha cometido, por la vía de los sistemas de radares de los que disponga, así como de los dispositivos de comunicación existentes. De tal suerte que a nuestro juicio, el evento acaecido buscaba en primer lugar pulsar nuestra capacidad de respuesta, en términos de ubicación y comunicación de una presunta aeronave agresora de nuestra soberanía y eventualmente además, medir la capacidad defensiva/disuasiva de nuestra Fuerza Aérea, que por lo demás está equipada con lo mejor de la panoplia militar rusa, a la que durante toda la Guerra Fría se mantuvo enfrentada – aunque en el plano meramente virtual desde el punto de vista militar y político, afortunadamente – la maquinaria de guerra estadounidense.

A este tipo de acción – la técnico/militar, anteriormente descrita – normalmente, le siguen otras dos que se libran de manera concomitante en el ámbito diplomático y en los medios de comunicación, siendo estos últimos el teatro de operaciones complementario, cuando no el principal, donde se ganan o se pierden batallas y guerras. Como ya se sabe, nuestro gobierno denunció por vía diplomática e informativa inmediatamente la agresión, la cual como era lógico suponer fue de plano negada, por el gobierno de los EEUU y sus instrumentos de propaganda, con CNN y Globovisión, a la cabeza en el ámbito internacional y nacional, respectivamente, en coro con otros medios de comunicación, prácticamente en tiempo real. Por ello fue necesario, disponer de la grabación de la conversación entre el piloto de la aeronave agresora y el funcionario de nuestra Torre de Control en Maiquetía, donde por supuesto el mismo, manifestó desconocer – todo inscrito en el guión que le dieron – que se encontraba en territorio venezolano, lo que seguido a lo dicho por su gobierno y los medios a sus servicio, se trataba de un “error involuntario”, que en el fondo como ha quedado demostrado no es casual, sino causal, de un conjunto de eventos que sin ninguna duda seguirán in crecendo, aislada o alternativamente desde Curazao y Colombia, con miras a justificar, so pretexto de la lucha contra el terrorismo o el narcotráfico, una agresión mayor contra Venezuela, seguramente combinada con elementos desestabilizadores a nivel interno, que justifiquen dar al traste por cualquier vía con el Gobierno Bolivariano liderado por Hugo Chávez y subsidiariamente con cualquier otro gobierno afín o que se le parezca en Nuestra América.

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