Buscando a Noriega

Endara se juramenta

Así quedó la zona de El Chorrillo

El ex presidente George Bush (padre), y el general Colin Powell

La Nunciatura

Manuel Antonio Noriega

Panamá invadida

La madrugada del 20 de diciembre en Panamá
19 de Diciembre de 2009. La madrugada del 20 de diciembre de 1989 es inolvidable, no sólo para los panameños sino para todos los latinoamericanos.

A diferencia del show montado por el Imperio Norteamericano para que mediáticamente se viera su poderío contra quien fuera su amigo, Saddam Hussein, esta vez de las acciones se supo un poco mas tarde, cuando ya estaban en desarrollo, aunque habían sido advertidas a algunos personeros que luego resultaron protagónicos, Endara por ejemplo.

El gobierno de  Bush (padre), que fue también amigo del general Manuel Antonio Noriega, se deslindaba de él y lo acusaba de narcotraficante. Con esa excusa invadieron un país, y masacraron a más de 3.000 personas civiles en «aras de la defensa de la libertad y la democracia».

La historia de Panamá no ha sido precisamente una historia de triunfos. Ese país, que fuera parte de la Nueva Granada, la Gran Colombia y Colombia, carga en su baúl histórico muchas invasiones de todo tipo y la segregación de su territorio por apetencias económicas del Imperio Norteamericano que propició su llamada independencia en 1903.

Sigue doliendo Panamá a 20 años de un acontecimiento por el cual todavía se reclama conocer el número de víctimas y la reivindicación política, social y económica de ese pueblo.

Hay que mirarse, hoy más que nunca en ese espejo, analizar la actuación de Noriega y preguntarse apoyado por quién comenzó a desarrollar su torcido accionar.

Hay que mirarse en las formas en que el gobierno de Estados Unidos interviene para salvaguardar lo que considera importante para él. Allá fue el Canal de Panamá y la posición estratégica del país itsmeño; acá es el petróleo y más.

Hay que mirarse con vista corta, mediana y larga para no repetir, ni pueblo ni gobierno, los errores que condujeron a este trágico episodio del pueblo panameño.

¡Levantamos nuestra voz de repudio a la actuación del imperio contra Panamá!

¡Levantamos las banderas de la solidaridad con el pueblo panameño!

Para luchar también contra el olvido ponemos a disposición de nuestras lectoras y lectores una recopilación de los hechos y los testimoniales de opinión de algunos panameños así como una pequeña cronología de la actualidad de Panamá.

La última invasión yanqui a Panamá

Panamá a 20 años: La cruda verdad de los hechos

Olmedo Beluche*

Veinte años han transcurrido. Aún los muertos gritan en silencio contra el olvido, exigiendo que sus nombres sean pronunciados y pidiendo justicia. La quinta parte de un siglo ha pasado y todavía el pueblo panameño desconoce cuánto daño nos hicieron. Como muchos otros crímenes en este país, los hechos siguen sin esclarecerse del todo, sin investigación judicial, sin proceso y sin castigo.

Los amanuenses al servicio de EE.UU pretenden que el acto más sanguinario contra la nación panameña sea recordado “como una liberación”, en palabras del ex arzobispo Marcos G. McGrath, tal y como han logrado, con cierto éxito, respecto a la separación de Panamá de Colombia en 1903, pasando como “ independencia ” el acto que nos convirtió en colonia.

Como ya hemos indicado en el capítulo VI de nuestro libro Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá (1980-1990), hay que distinguir entre los objetivos manifiestos por el gobierno norteamericano y los objetivos reales.

 

Sería ingenuo aceptar a priori los argumentos del ex presidente George Bush padre, en el sentido de que se invadió a Panamá para traernos la “democracia ” y sancionar al “ narcodictador ” Manuel A. Noriega. La prueba fehaciente de que el objetivo norteamericano no era “liberarnos” del dictador fue que el 3 de octubre de 1989, cuando Moisés Giroldi y un grupo de oficiales dio un golpe de Estado y arrestó a Noriega, las tropas del Comando Sur se hicieron las desentendidas.

El objetivo primario de la invasión era establecer un régimen estable que, con apariencia democrática, garantizara la aplicación de las políticas neoliberales. Este objetivo quedó patentado en el llamado Convenio de Donación, por el cual se darían algunos millones de “ayuda” económica a cambio de la aplicación de un estricto plan neoliberal.

En el tema de las bases militares, el nuevo gobierno de Ricardo Martinelli ha iniciado la instalación de cuatro bases militares en territorio con financiamiento y asesoría norteamericana.

Desde la perspectiva de las víctimas, reiteramos lo dicho en nuestro libro “La verdad sobre la invasión” : “En una sola noche las tropas norteamericanas asesinaron 100 veces más panameños que en 21 años de régimen militar. En una sola semana se hicieron 100 veces más prisioneros políticos que los que hubo durante los 5 años de régimen norieguista”.

Pese a la ausencia de una investigación oficial, la Iglesia Católica pudo reunir los nombres de cerca de 500 asesinados, la mayoría de ellos civiles. Las fosas comunes de El Chorrillo, Corozal, Arco Iris y Chepo siguen sin abrirse.

Cerca de 20,000 personas perdieron sus hogares esa noche, hubo al menos dos mil heridos. Algo que muchos ignoran es que se hicieron cerca de 5000 arrestos políticos. Las pérdidas materiales, en especial del Estado panameño, siguen sin sumarse.

Veinte años después, cuando parecía que iba a hacerse algo de justicia a través de una ley aprobada por la Asamblea Nacional, en diciembre de 2007, para establecer el reclamado Día de Duelo Nacional y una Comisión Investigadora, ésta fue vetada por el presidente Martín Torrijos, sin que los diputados proponentes hayan intentado imponerla por insistencia.

El balance histórico sigue siendo favorable para los victimarios y desfavorable para las víctimas.

En espera de que, más temprano que tarde, una nueva generación de panameños y panameñas logre un gobierno que reivindique la memoria de los héroes y mártires del 20 de Diciembre, nuestra pequeña contribución a la justicia que reclaman los muertos estriba en que se conozca la cruda verdad de los hechos.

(+) Sociólogo. Autor de los libros “Diez años de luchas políticas y sociales en Panamá” y “La verdad sobre la invasión”.

olmedobeluche@hotmail.com

LOS HECHOS

El 20 de diciembre de 1989, el presidente de Estados Unidos George H. W. Bush autorizó la operación militar denominada Causa Justa, justificando la invasión a Panamá con los siguientes motivos:

• Proteger la vida de los ciudadanos estadounidenses que residían en Panamá.

• Defender la democracia y los derechos humanos en Panamá.

• Detener a Noriega para enfrentar delitos de tráfico de drogas.

• Respaldar el cumplimiento del Tratado Torrijos-Carter.

El aparente propósito fue capturar al general Manuel Antonio Noriega, Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de la República de Panamá, quien era requerido por la justicia estadounidense acusado del delito de narcotráfico.

ANTECEDENTES INMEDIATOS

El 11 de octubre de 1968, los mandos medios de la Guardia Nacional, encabezados por el Mayor Boris Martínez, dirigieron un golpe de estado derrocando al entonces presidente electo y constitucional Arnulfo Arias Madrid, que había tomado posesión del cargo hacía sólo 11 días. Este evento dio inicio a una dictadura militar liderada por una junta provisional de gobierno que duró hasta 1969, cuando asumió el cargo de Comandante en Jefe el General de Brigada Omar Torrijos Herrera. En 1972 el gobierno militar designó un Congreso Constituyente que redactó una Carta Magna y nombró a Demetrio Basilio Lakas como Jefe de Gobierno y al General Omar Torrijos como Jefe de Estado. Como un objetivo político del gobierno se negoció un nuevo tratado del Canal de Panamá, que reemplazó al modelo negociado en los años 1960 por medio del Tratado Johnson – Robles.

En 1977, el General Omar Torrijos Herrera como Jefe de Estado de la República de Panamá y Jimmy Carter como Presidente de los Estados Unidos de América, firmaron los nuevos Tratados del Canal de Panamá o Tratados Torrijos-Carter, por medio de cuyas cláusulas principales los Estados Unidos acordaron la devolución de los territorios administrados, el control de la operación del Canal, el cierre de las bases militares y la salida de todos los soldados estadounidenses de Panamá. El Tratado Torrijos – Carter acordaba un calendario para la transición de todos los aspectos referentes al Canal de Panamá, antes del año 2000. Sin embargo, condicionaba la defensa de la vía de manera conjunta, dando la posibilidad de intervenir armadamente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida. En 1983 asumió el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá el General Manuel Antonio Noriega, quien fungió por muchos años como G2 o Jefe de la Inteligencia Militar panameña y se le identificaba como estrecho colaborador de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. En las elecciones presidenciales de 1984, las primeras por voto popular desde el inicio de la dictadura militar de 1968, fue declarado vencedor Nicolás Ardito Barletta ante el clamor popular de fraude. En tanto, en EE.UU., el senador Jesse Helms exigió que el gobierno norteamericano tomara las medidas necesarias para sacar a Noriega, pero el director de la CIA William Casey salió en defensa del general panameño alegando que éste realizaba tareas importantes para el gobierno de los Estados Unidos.

Pero en 1984 las relaciones con los Estados Unidos se deterioraron cuando Noriega exigió y consiguió el cierre de la Escuela de las Américas en territorio panameño. En dicha academia se formaban militares latinoamericanos que recibían instrucción bélica con un marcado contenido político anti-comunista por parte del Pentágono. En 1985, Nicolás Arditto Barletta renunció a la presidencia bajo presiones por tratar de esclarecer el atroz crimen del Dr. Hugo Spadafora, opositor del dictador; quien en reiteradas ocasiones acusó al General Noriega de diversos delitos incluidos asesinatos y narcotráfico, siendo reemplazado por el primer vicepresidente Eric Arturo Del Valle.

El segundo al mando de las Fuerzas de Defensa, Coronel Roberto Díaz Herrera, fue pasado a retiro en 1986 por órdenes directas del General Noriega. Díaz Herrera hizo declaraciones públicas acusando al General Noriega de fraude electoral en 1984, asesinato político y de complicidad en la muerte de Torrijos, lo que generó fuertes protestas entre la población y la creación de un movimiento denominado Cruzada Civilista. En 1988, Eric Del Valle en su calidad de Presidente de la República destituyó al general Noriega como Jefe de las Fuerzas de Defensa, quien arremetió con todo el poder del ejército bajo su mando contra la nación panameña, desconociendo a Eric Arturo Del Valle como presidente y Roderick Esquivel como vicepresidente. Del Valle se refugió en la embajada de Estados Unidos y luego fue trasladado fuera del país. Asumió el control del gobierno Manuel Solís Palma como Ministro Encargado de la Presidencia. Sin embargo, el embajador de Panamá en Estados Unidos Juan Sosa fue reconocido como única autoridad del gobierno panameño en el exilio.

Los Estados Unidos comenzaron un bloqueo abierto contra el gobierno leal a los militares panameños, lo que ocasionó una crisis económica, llegando incluso al congelamiento de los bancos para evitar la fuga de capitales. Durante este tiempo los Estados Unidos negociaron condiciones para el retiro del General Noriega del poder sin obtener resultados. En mayo de 1989 tuvieron lugar las elecciones presidenciales entre el candidato de la oposición al régimen militar, Guillermo Endara Galimani, y el candidato respaldado por el gobierno Carlos Duque Jaén resultando vencedor Endara Galimani con un triunfo arrasador. Al presentarse los resultados de la votación, el General Noriega impartió instrucciones al tribunal electoral para declarar suspendidos los comicios electorales.

En septiembre, en lugar de asumir la presidencia el vencedor de las elecciones de mayo, fue suspendida la constitución y se designó como encargado del Órgano ejecutivo al Ingeniero Francisco Rodríguez, allegado al General Noriega.

Al mes siguiente, fuerzas rebeldes dirigidas por el mayor Moisés Giroldi Vera, tomaron el cuartel central y retuvieron a Noriega. Giroldi, jefe de la compañía de fusileros responsable de la seguridad de la Comandancia, había abortado ya un intento golpista contra Noriega y ello le valió ser ascendido al rango de Mayor, pero su intento de deponer al General Noriega fracasó ante su indecisión por entregarlo al ejército de Estados Unidos que había enviado un helicóptero para tal fin. La situación se tornó más confusa cuando sus compañeros pedían su anuencia para dar muerte a Noriega, lo que dio tiempo para que la rebelión fuera sofocada por fuerzas leales a Noriega. El Mayor Giroldi y todos los hombres que lo respaldaron en su acción fueron fusilados por instrucciones directas de Noriega.

En diciembre de 1989, la Asamblea Nacional otorgó poderes especiales al General Noriega designándolo Jefe del Gabinete de Guerra, mientras que declaraba a la República de Panamá en estado de guerra contra los Estados Unidos de América. Comenzando el día 20 de diciembre se puso en marcha la invasión norteamericana.

RECURSOS Y ACCIONES

Los norteamericanos dispusieron de 26.000 soldados de las unidades de elite, de los comandos navales, del ejército y la 82ª División Aerotransportada para la invasión. Las Fuerzas de Defensa Panameña sumaban apenas 12 mil efectivos y el país disponía de una minúscula fuerza aérea.

El ejército de los Estados Unidos trasladó a Panamá a la 82ª División Aerotransportada para la operación militar, la cual contaba con 12,000 soldados. Las bases militares norteamericanas en las riveras del Canal de Panamá, según el tratado Torrijos-Carter que legalizaba la presencia militar en el istmo para la defensa conjunta por ambas naciones de la vía acuática, contaban con un ejército de 12,000 los cuales no participaron de la Operación Causa Justa.

Dos días antes del ataque, un soldado norteamericano fue abatido cuando traspasó un retén frente al Cuartel Central de la Guardia Nacional, lo que fue considerado como el detonante del conflicto.

La invasión inició la madrugada del 20 de diciembre de 1989 con el bombardeo de múltiples instalaciones políticas y militares. El objetivo del ataque era anular cualquier respuesta del ejército panameño. El bombardeo destruiría aeropuertos y bases militares como el Aeropuerto de Punta Paitilla, el Cuartel Central en el barrio de El Chorrillo, el Cuartel de Tinajitas, el Cuartel de Panamá Viejo, el Cuartel de Los Pumas, la base militar de Río Hato (donde funcionaba el instituto militar Tomás Herrera, que no era en realidad una escuela de formación castrense) o la Base Naval de Coco Solo.

La Fuerza Aérea de los Estados Unidos utilizó un armamento de última generación, como los aviones furtivos F-117 Nighthawk o los helicópteros de combate AH-64 Apache contra un ejército muy poco equipado. A pesar de la alta tecnología del armamento estadounidense, se produjeron numerosas muertes civiles al ser alcanzados muchos edificios no militares.

El ingreso de los soldados estadounidenses al barrio El Chorrillo, donde se contaban numerosos partidarios de Noriega, fue particularmente sangriento.

No hubo ninguna declaración de guerra y la acción fue condenada por la Asamblea General de la ONU y por la Organización de Estados Americanos (OEA). La operación duró pocos días ante la superioridad del ejército ocupante y la poca resistencia encontrada. Noriega logró escapar y buscó asilo en la Nunciatura Apostólica. Posteriormente, se entregaría a las fuerzas de ocupación y puesto bajo arresto.

Guillermo Endara fue nombrado presidente del país en una base militar de EE.UU. durante la operación. En los días siguientes a la intervención, debido a la ausencia de policía y ante la pasividad de las tropas estadounidenses, se produjeron en varias ciudades saqueos y actos de vandalismo que aumentaron las pérdidas materiales.

-¿Y NORIEGA?.

“Parecía que al panameño se lo había tragado la tierra. Thurman recordó que desde el golpe de octubre habían aumentado la cantidad de hombres en el equipo que se encargaba de monitorear sus movimientos. Agentes de inteligencia infiltrados en la ciudad con equipos de última generación lo seguían a sol y sombra. El martes 19 habían podido comprobar su estadía en Colón, el regreso de la comitiva hacia la ciudad pero, en algún punto del camino, Noriega se les había escapado. Suponían que se había quedado en el Caribe panameño..

Luego del inició de Causa Justa, a lo largo de la madrugada, habían realizado más de 40 intentos por ubicar a Noriega. En Colón atacaron alguna de las casas que solía utilizar, sin encontrar ni siquiera rastros. En Farallón, donde Noriega tenía una casa de playa, tampoco había nadie. No estaba en Amador, ni en la Comandancia, ni en Tinajitas, ni en Panamá Viejo. Los hombres de inteligencia trabajaban sin cesar tratando de rastrear comunicaciones que les permitieran descifrar su paradero. Necesitaban tiempo para interrogar a los militares detenidos. Decenas de comandos Deltas de Operaciones especiales desperdigados en la ciudad estaban en condiciones de actuar ante el menor indicio. Podían llegar en minutos a cualquier parte.

Al amanecer comenzaron a temer que Noriega hubiese logrado escapar hacia Chiriquí, o lo que era peor, hacia Cuba o Nicaragua. Descartaban que estuviese en alguna embajada. Sabían que su familia estaba en la de Cuba pero de él no había rastros.

Para la Casa Blanca su captura era una prioridad. Bush no podía permitirse dejarlo escapar. Los militares a su vez confiaban en que una captura veloz de Noriega, acabaría con cualquier intención de sus hombres de organizarse.

A las 7 de la mañana Bush le habló al pueblo norteamericano. Comunicó que había ordenado una acción militar en Panamá y enumeró las causas: proteger a los ciudadanos norteamericanos, restaurar la democracia y capturar a Noriega. Se comprometía públicamente a velar por el cumplimiento de los Tratados. “Solo lo hice, cuando comprendí que no había otra salida”, se justificó.

Dick Cheney y Colin Powell se pasaron el día haciendo declaraciones. “No sabemos dónde está Noriega”, explicaba Powell, que veía como crecía la presión en los medios por la captura del panameño. “En la práctica hemos decapitado la dictadura de Panamá. Noriega ahora es sólo un fugitivo y será tratado como tal”.

Al caer la noche, sin novedades luego de nuevos rastrillajes, el Departamento de Estado realizó un anunció que reprodujeron las cadenas internacionales: una recompensa de un millón de dólares a cualquier persona que diera pistas que condujeran al arresto del líder panameño. Manuel Antonio Noriega se había convertido en el enemigo público N°1 de los Estados Unidos de América”. (Guido Bilbao. “La caída”)

8 OPINIONES TESTIMONIALES

Una canción en la invasión

Por Poco después de la medianoche del 20 de diciembre de 1989 mi madre me despertó con sobresalto. “Tienes que vestirte y ponerte los zapatos”. Estaba muy nerviosa y se enjugaba los ojos. Yo no hice ninguna pregunta. Ella nunca lo había dicho así pero yo sabía que solo nos mandaba a “poner los zapatos” en caso de que algo urgente estuviera pasando. Como cuando lo dijo años atrás y nos fuimos a vivir un tiempo con los abuelos sin mi padre.

Terminé de vestirme y al entrar a la sala ya estaban allí mis dos hermanos y mis padres. La televisión emitía la señal de Canal 8, el estación de los gringos. Recuerdo que veíamos imágenes pero por alguna razón no podíamos escuchar sonido alguno. Todos tenían expresión muy seria. Me asomé por la ventana pero el barrio parecía muy tranquilo. Desolado. Mis hermanos también llevaban sus zapatos.

Mi primera reacción a todo aquello fue de secreta alegría. Si aquello que estaba ocurriendo se extendía todo el día, seguramente postergaría una semana lo que iba a tener que hacer aquel miércoles de diciembre: cantar una canción de 4:40 frente a la clase de música. Era lo peor que me podría pasar en la vida, pensaba a lo largo y ancho de mis 13 años. De modo que me parecía bien no tener que enfrentar ese embarazo. Con esa expectativa volví a la cama.

Por la mañana temprano corrieron los rumores. “Vienen los gringos registrando casa por casa, están en Arraiján y pronto llegan a Chorrera”. Lo mejor era botar o quemar todo lo que se relacionara con el Gobierno o los militares. Yo tenía mucho miedo a ese rumor. Mi padre era miembro del Partido Laborista, PALA. Teníamos una bandera en la casa, y.si la encontraban seguro nos llevaban a todos, pensaba. Mi hermano mayor y yo la tomamos junto con unos pantalones camuflajes suyos y los cubrimos con basura en la parte trasera de la casa. Más tarde, cuando otra ola de rumores agregaba que ya los gringos estaban muy cerca, desenterramos todo y lo quemamos. Me dio pesar porque a mi hermano cuidaba mucho esos pantalones. Como a las dos de la tarde iniciaron los sobre vuelos. Eran aviones muy ruidosos, en forma de cruceta, que se elevaban y luego bajaban en picada. Justo después se escucharon las explosiones. Estaban bombardeando el Cuartel, cerca de donde vivíamos. Mi mamá sollozaba, apretando en sus manos el Rosario. A mi me hicieron cubrir debajo de la mesa.

Al anochecer mi madre nos empacó algo de ropa. Nos fuimos todos a paso muy rápido a donde una tía, dos casas más allá de la nuestra. Allí pasamos la noche. Yo me crispaba a cada ruido que provenía de afuera. Esa sensación no me abandonaría hasta meses después. A la media noche me mandaron a dormir en una colchoneta, en el suelo, apartado de la ventana. Tomé mi cuaderno de música para repasar la canción de 4:40. Aunque no lo sabía, nunca regresaría al primer año de secundaria. Tampoco sabía que después habría preferido cantar frente a la clase en lugar de tener que ver mis padres llorar en una madrugada tan helada como aquella de 1989.

MANUEL DOMÍNGUEZ

Un reclamo latente

Esta historia tiene que ver con las armas que Estados Unidos dejó Panamá, no durante la invasión sino en los 50 años anteriores. A finales del 2003 el gobierno de Panamá parece haber colgado los guantes al abandonar su justo, legal, moral, e imprescindible reclamo a Estados Unidos de destruir las armas químicas y convencionales vivas que el ejército de ese país dejó abandonadas y esparcidas en territorio nacional.

Tras la propuesta absolutamente inapropiada e insuficiente del 14 de agosto de 2003 que ofreció Estados Unidos al gobierno de Panamá para donar unas pocas herramientas que pudiese usar personal panameño para desactivar siete bombas químicas intactas que yacen al aire libre en Isla San José, nada se ha hecho por adelantar los intereses de nuestro país. Y si el gobierno del presidente Torrijos trató el tema privadamente, evidentemente los resultados no se han visto. El gobierno del presidente Martinelli recién se inicia y no se conoce su posición en este respecto, pero lo cierto es que el tema de la contaminación militar no fue tratado en la campaña política de las últimas elecciones. Hay quienes señalan que el interés de estos gobiernos ha sido quitar del camino cualquier obstáculo a la firma del tratado de libre comercio.

El hecho es que a la fecha existe no menos de tres mil hectáreas de territorio nacional copiosamente contaminadas con armas convencionales abandonadas en las áreas de Emperador, Balboa Oeste, y Piña. Y un número no establecido de armas químicas intactas yace en Isla San José, aunque a la fecha se ha identificado y verificado por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas una bomba de 500 libras y seis de 1000 libras cada una. De lo anterior ha resultado en tierra firme un número de muertos y heridos mutilados de los que no se precisa información exacta porque Estados Unidos por casi cien años controló esos territorios y nunca proporcionó estadísticas de los muertos y heridos; aunque en el Ministerio de Salud reposan unas estadísticas recientes que sugieren al menos quince muertos y más de treinta heridos graves.

La obligación y compromiso de Estados Unidos de eliminar tal peligro de nuestro territorio emana de la Convención de Armas Químicas y del Tratado del Canal de Panamá de 1977. El gobierno de la presidenta Moscoso elevó la demanda a las más altas esferas del gobierno de Estados Unidos y ante la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, y a pesar de sus esfuerzos perseverantes y responsables, Estados Unidos se mantiene en flagrante violación de la Convención de Armas Químicas, y sin haber cumplido cabalmente el compromiso adquirido por el gobierno del presidente Carter.

Es lamentable que Estados Unidos se aferre a la máxima de Hobbes que el poder confiere la razón, y que el gobierno de Panamá se obnubile por un tratado de dudosos beneficios para nuestro país. Mientras, la contaminación militar sigue como peligrosa amenaza a los panameños.

JUAN MENDEZ

Campo de prueba

…Quién sabe cuántas bombas, morterazos y cañonazos, tiraron sobre Panamá. Al principio era cada segundo. Después cada dos segundos.. No pueden ser menos de varios miles, porque el asedio duró días. En América Latina no hay precedente de un volumen de fuego tan enorme. Las armas más sofisticadas, la tecnología literalmente de guerra espacial, se usó contra el Chorrillo, contra Panamá Viejo, contra San Miguelito, Río Hato, Tocumen, etc.. Combatientes panameños ahí no había más de dos mil. Los norteamericanos eran, contados y declarados por ellos mismos, 27 mil. En consecuencia seguramente fueron muchos miles más. Más de doce por cada panameño. Los panameños armados solamente de fusiles. Los norteamericanos de cañones, misiles, tanques, tanquetas, helicópteros, aviones.. ese fue el ejemplo del «fair play» del que los propios norteamericanos se jactan en sus competencias. Advierto que esta observación se la oí a un periodista de ellos mismos. Y es que el Pentágono les dio muy pocas oportunidades a sus propios periodistas para que se dieran cuenta de lo que estaba pasando en Panamá y lo divulgasen. Esta queja también es de ellos mismos.

Es como si Italia, para jugar contra el equipo de fútbol de un barrio de obreros, mandase su selección nacional. Querer ganar no significa querer masacrar. Aquí se probaron armas y aviones de la más reciente cosecha tecnológica. Como el «stealth bomber», por ejemplo. Por puro ejercicio gimnástico, porque la gracia de ese avión es ser invisible al radar, y en Panamá los únicos radares que hay los controlan ellos mismos. También una especie de rayo que no explotaba, y que sonaba como las llantas de un camión atascado en el lodo. Me han dicho que es una especie de rayo láser. Yo no lo sé. En una ocasión lo vi: era un rayo rojo que lo disparaba un avión caza-bombardero que se dejaba caer en picada. Los barrios populares fueron campo de experimentación, polígonos de tiro donde se ensayaron armas nuevas. Y no sobre blancos de papel y cartón, sino de carne y hueso. Lo dijeron ellos mismos, por desvergüenza, por cinismo o por mera prepotencia, eso de que aquí se estrenaron armas nuevas que han ideado durante los quince años después de su experiencia en el Viet Nam, que tanto les enseñó. El Chorrillo es a los gringos, lo que Guernica fue a los nazis. Ellos mismos, con un humor realmente macabro, le llamaron al Chorrillo «Little Hiroshima». En Río Hato, donde funcionaban dos escuelas, una de Cadetes y otra de estudios secundarios, en la que el estudiante más viejo apenas si llega a los 17 años, se dejaron caer bombas de dos mil libras. Dos mil libras. Yo ni siquiera sabía que eso existía. Ellos mismos lo han dicho. Bombas de dos mil libras.

Actualmente una libra de explosivos debe equivaler a diez de los que usaron en la segunda guerra mundial y en el Viet Nam. Aquí en Panamá se probó en combate el nuevo helicóptero «Apache», más moderno y sofisticado que el Cobra, y que fue diseñado para combatir los tanques del pacto de Varsovia. Tengo entendido que solamente el computador que lleva el Apache cuesta un millón de dólares. Aquí se probó un nuevo chaleco antibala, más liviano y delgado, pero más fuerte, que los anteriores. Igualmente el casco que usaban los soldados, es nuevo. No lejos de mi casa un francotirador panameño le disparó a la cabeza a un invasor. Pero le dio en el casco y al soldado no le pasó nada. Hasta un nuevo menú en la comida fue probado en Panamá. Y estoy hablando únicamente de lo que se sabe, de lo que ellos mismos han dicho…

JOSÉ DE JESÚS MARTÍNEZ

Omar, antípoda de Noriega

Con Hugo Spadafora conversé por vez última en la prenavidad de 1980, en Coronado, en casa de Santiago Torrijos. Me buscó y me dijo al oído, “no deben vernos mas, hablé con el general delante de un tio de Martincito y le conté de todo en relación de Noriega. Le expliqué que ese tipo, pegado al prestigio de Torrijos, está aprovechando los asuntos en Centroamérica para traficar con droga y armas. Por eso me largué del lado de Pastora, aunque no concuerdo hoy con los Sandinistas. El general no sabe lo que tiene al lado ”. Un par de días después le llevé a Omar en Farallón unos documentos, y le mencioné a Hugo y la conversación. Me reafirmó su veracidad: “mientras he estado negociando tratados, cubriendo reunión con líderes mundiales sobre la región, se me salieron los pollos del gallinero, entre ellos lo mas grave es lo de Noriega. Con la CIA aprendió a trabajar por plata solamente”.

Respiré y le dije: “¿Por qué no lo sacas?”. Se sacudió, me apuntó con ojos dilatados. “¿Te gusta ser Robespierre?, no sabes que lo guillotinaron sus compañeros… Roberto, no conoces las grandes ligas, los David que vencen a los Goliath son fábulas, hasta yo le tengo miedo a Noriega, pero es mejor cerca que lejos, no puedo decirte mas”. Solo pude en adelante especular sobre aquellas palabras. No poder alejarse le costó a Omar morir calcinado.

No pude tumbarlo desde adentro en septiembre de 1985, por lo de Hugo precisamente. Pero al rifármela aquél 7 de junio de 1987, sabía suficiente; denunciarlo era retar la muerte, guillotinas modernas.

Recordé las palabras de Omar, y sobre todo las del cura jesuita Bill Davis: “sepa que Noriega es solo un pequeño alfil, usted está metiéndose contra la Casa Blanca directamente”. Mis denuncias tenían que decir cualquier cosa, las que fueran, con tal de conseguir echarlo abajo. Con Omar estuve al lado de un estadista que abrazaron el Mariscal Tito, Fidel, Carter, Giscard D Estaing, Perón, Olof Palme. Felipe González, siendo Jefe de Gobierno, al ser reprendido en Panamá por ser un demócrata y tener intimidad con Torrijos, replicó: “Omar fue un dictador, confeso y converso, pero un fenómeno irrepetible en América Latina”.

A contrapelo, como segundo de Noriega, viví al lado de un íntimo de Pablo Escobar Gaviria. Eran las antípodas. Omar tuvo el mas apoteósico entierro, Noriega está muerto aunque respire.

ROBERTO DÍAZ HERRERA

La pérdida de la inocencia

Yo tenía 10 años aquella navidad en que llovieron bombas y, a falta de regalos, jugamos a armar barricadas en la esquina de casa. Por toda explicación nos dijeron que Santa no llegó porque los gringos le avisaron que siguiera de largo: Panamá estaba en llamas. Pero todo estuvo bien, porque además de no entender qué era lo que pasaba, estábamos entretenidos con el guión de guerra que fracturó la insípida rutina instalando soldados rubios que conquistaban nuestros barrios sobre sus tanquetas y una horda de compatriotas que ganó la calle al grito de “¡saqueo!”

La goma moral vino después. Comenzó al volver al colegio y contabilizar los compañeritos que faltaban. Recuerdo a Jaime, por ejemplo. Como yo, era de los pocos chicos que usaba anteojos en toda la primaria. Era muy gracioso y dibujaba muy bien, quería ser caricaturista. Luego del 20 no lo volví a ver. “Fue la invasión”, se dijo en el aula, como si esas tres palabras al pronunciarse juntas justificasen el vacío, el silencio y la nada. ¿Se fue con los gringos? ¿Era del bando de Noriega? Imposible saber. En el 89 nos burlábamos juntos del maestro Tomáximo, que era batallonero y una vez me amonestó y llamó a mi vieja porque me pilló repartiendo calcomanías de “Endara Presidente”. “Mire en qué anda metido el niño, señora”, le dijo, sin saber que fue ella quien me pasó la propaganda. Qué curioso: Tomáximo sí volvió al año siguiente y creo que aún sigue siendo maestro. Pero a Jaime se lo tragó la invasión.

La nostalgia duró lo que tardó en sonar el timbre del recreo. No teníamos loncheras nuevas, pero sí tesoros de guerra para pifiar. Como todos, tenía varias fotos posando sobre los tanques yanquis. Pero a la hora de comentar lo logrado en el saqueo, mentí olímpicamente e inventé incursiones maravillosas a las mejores tiendas, por no confesar que mi viejo no quiso robar. “Nosotros no”, dijo.

Un año después cayó la Guerra del Golfo Pérsico y todos la vimos por TV. Pese a la distancia, había algo tan cercano en esas imágenes. El narrador cada tanto afirmaba que el armamento había sido probado en la invasión a Panamá. “Así nos dieron”, fue la obviedad que pensamos todos, sospechando que así como veíamos a los iraquíes correr con el control remoto en la mano, otros nos vieron a nosotros. Crecimos y 20 años después yo siento culpa y rabia, y muchos de mi generación también. Anhelamos la caída de la dictadura militar y siendo solo unos niños nos pusimos el suéter que decía Just Cause -¿quién los hizo, que ya estaban listos y repartidos antes que agarraran a Noriega?-. Fuimos parte del juego y celebramos ingenuamente, sin saber que éramos nosotros los que habíamos perdido.

ROBERTO QUINTERO

La “guerra espectáculo”

En EEUU la invasión militar norteamericana de Panamá en 1989 fue considerada un triunfo de la Casa Blanca y, en particular, del presidente Bush (padre). Los medios destacaron la eficacia del operativo contra un hombre tan “peligroso” como Manuel A. Noriega. Los críticos de Bush fueron silenciados y el “triunfo militar” despertó entusiasmo en ambos partidos políticos de ese país. El Congreso aplaudió la “fortaleza” demostrada por Bush y las encuestas de opinión reflejaron un apoyo del 80 por ciento de las personas consultadas.

Para los observadores más serios, sin embargo, la invasión fue considerada como una caricatura de “guerra diversionista”. Fue concebida, planeada y ejecutada por razones de política interna de EEUU. Una guerra diversionista es promovida y desatada por un líder político con “el propósito de lograr objetivos diplomáticos omilitares que pueden contribuir a solucionar sus problemas políticos domésticos”.

En el caso de Panamá, las razones que EEUU ofreció para justificar la invasión fueron banales y sin mayor sentido. ¿Qué justifica entonces el uso de una fuerza abrumadora contra un país que no representaba una mayor amenaza para EEUU? Bush invadió a Panamá bajo el supuesto falso de defender la democracia, de restaurar el orden y de defender a ciudadanos norteamericanos que residían en este país. Los hechos demuestran que esos objetivos, en realidad, no eran los que perseguía EEUU.

La invasión Panamá pretendía recordarle al mundo que Washington continuaba siendo hegemónica en el hemisferio. Además, la invasión militar demostraba que EEUU contaba con un líder, el presidente Bush (padre), decidido a “sobrematar” (over-kill) cualquier adversario. Panamá fue escogido en aquellas circunstancias para lograr esos objetivos políticos que le devolvieran al ocupante de la Casa Blanca su prestigio y posibilidades de reelegirse en las próximas elecciones.

La alianza de EEUU con los partidos políticos tradicionales y la Cruzada Civilista dio como resultado un híbrido político – todavía vigente – que reemplazó a las Fuerzas de Defensa. Esa alianza que cumple 20 años en el gobierno, a pesar de las alternancias en el poder, reproduce gran parte de las políticas desarrolladas por Noriega en la década de 1980: El tráfico de drogas, el neoliberalismo, la creciente violencia, el incremento de la pobreza, los servicios bancarios y la corrupción en todos los estratos gubernamentales y del sector privado.

MARCOS GANDÁSEGUI

Un lugar en la memoria

Llevo tres años trabajando en un programa de arteterapia con niños del Chorrillo; en este tiempo he aprendido infinidad cosas. Una de las primeras que me enseñaron los niños fue cómo y dónde hay que tirarse al suelo cuando en la calle se escuchan disparos. Cada que he pasado allí me ha impresionado el coraje con el que esos mismos niños y muchos de sus familiares encuentran razones para seguir viviendo a pesar de las condiciones tan increíblemente extremas en las que tienen que hacerlo. Hacinados en viviendas miserables- muchas sin agua ni saneamiento- formando parte de familias en las que muchos los adultos responsables no pueden acceder jamás a un empleo estable ni a recursos de ningún tipo, es fácil que crezcan sintiendo que no tienen ninguna oportunidad de nada ni ninguna esperanza de futuro, más allá que la de sobrevivir y tener la suerte de no cruzarse con el camino de alguna bala. Ya no es posible contar el número familias que han perdido a alguno de sus miembros víctima de algún hecho violento y absurdo. El barrio está condenado y el miedo y la violencia son dos presencias constantes. Los niños allí tienen que aprender demasiado pronto lo que significa la muerte y a convivir con ella como parte de su día a día.

No puedo evitar pensar que todo esto es algo que viene de lejos y que tiene que ver con el pasado. Sus padres, sus abuelos, lo cuentan; el Chorrillo antes, era otra cosa. Cuando las bombas destruyeron el vecindario durante la invasión, muchas familias lo perdieron todo; y muchos seres queridos quedaron sepultados y desaparecieron bajo el fuego y los escombros de las viviendas arrasadas. El duelo es una experiencia emocional que marca profundamente a quien la atraviesa. Para que pueda superarse y no impida la vida es necesario, entre otras cosas, poder hablar de la pérdida, darles a los que se fueron un nombre, una tumba, un lugar en la memoria; algo que permita llorarles para dar sentido a lo ocurrido y para poder seguir viviendo con ello. Los que viven allí, sienten que no recibieron ayudas ni compensaciones para empezar a reconstruir sus vidas sobre las ruinas; y sienten, sobre todo, que les negaron sus muertos. Arrastrar un duelo así durante tanto tiempo es una herencia demasiado pesada; una herida abierta que no se puede ignorar si se quiere tratar de entender lo que, a día de hoy, allí se está padeciendo.

PILAR MORENO

Razón y esperanza

La tragedia de la invasión, que provocó la caída del régimen, pareció finalizar con la farsa dictatorial. Desde entonces, se ha hecho realidad en nuestra sociedad la enseñanza de Kundera: “La lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.

Transcurridos veinte años, todavía no hemos logrado aprender las lecciones ni hacer el balance de lo ocurrido antes y después del 20 de diciembre de 1989. En el camino, nos hemos quedado sin la Patria de los recuerdos, sin la memoria de lo ocurrido, sin la justicia exigida y sin la voluntad ciudadana de reconstrucción de valores, de visión y objetivos coherentes, de capacidad, de tolerancia y orientación.

La impunidad y la corrupción han logrado predominar y terminar de destruir cualquier recodo de identidad nacional. La amnesia producida por la premeditada ausencia de memoria histórica y colectiva, nos encuentran más atomizados que nunca e incapaces de asumir nuestras responsabilidades ciudadanas en armonía con el nuevo siglo.

La clase política, rápidamente olvidó a quienes lucharon por “justicia, democracia y libertad” desde 1968, se reacomodó prontamente y se refugió en la constitución militarista del 72, la cual han hecho suya para preservar las estructuras de la desigualdad social, cultural, política y económica que prevalece 20 años después. Fortalecido por la demagogia, el clientelismo y el populismo, el Estado primitivo, no es de Derecho, pero sí lo es de patrañas y engaños.

Dos décadas perdidas, donde la claudicación ética sirve para promocionar el desconocimiento del pasado y despojarnos del futuro, gracias a una educación secuestrada, junto a la memoria histórica, por los epígonos de la dictadura y sus plutócratas de turno, quienes han tergiversado lo vivido.

Tengamos presente con Galeano que: “La historia se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla? No hay historia muda…” La única manera de darle voz a la historia es enfrentándola con la verdad, por incómoda o molesta que sea esta verdad. Enseñando y educando no solo lo bueno de nuestra historia, sino también los episodios dolorosos. Solo así podemos reconciliar la razón y la esperanza, construir democracia y justicia, y crecer como Estado y como Nación.

MIGUEL ANTONIO BERNAL


CRONOLOGÍA POSTERIOR A LA INVASIÓN

1990

El gobierno de Guillermo Endara plantea la reconstrucción de Panamá.

El Congreso de Estados Unidos aprobó una ayuda de 420 millones de dólares, 80 menos de los 500 que había pedido el presidente George Bush. Según la Cámara de Comercio, las pérdidas económicas, consecuencia de la operación armada y los saqueos, superaron los 2,000 millones de dólares. La deuda externa de Panamá ascendía a 5.100 millones de dólares.

1991

El 22 de abril la provincia de Bocas del Toro fue sacudida por un sismo de 7.6 grados en la escala Richter de que dejó un saldo de 22 fallecidos y cuantiosos daños materiales. La presidencia de Endara fue cuestionada por el manejo de las ayudas a los damnificados. Mientras tanto se seguía discutiendo los muertos de la invasión. Los más conservadores hablaban de 350 mientras algunas ONG, denunciaban que habían sido más de tres mil.

1992

La alianza de gobierno ADO-Civilista se fracciona. El vicepresidente Ricardo Arias Calderón, de la Democracia Cristiana, renuncia a su cargo denunciando la incapacidad de Endara para resolver problemas. En junio, el presidente de los Estados Unidos George Bush (padre) realiza una visita a Panamá. La ceremonia en la Plaza Belisario Porras se suspendió cuando algunos manifestantes fueron reprimidos con gases lacrimógenos.

1994

Cinco años después de la invasión, regresa al poder la fuerza política del régimen militar, el Partido Revolucionario Democrático (PRD). Ernesto Pérez Balladares, ganó las elecciones generales del 8 de mayo. La historia volvía a enfrentar a los dos grandes mitos de la política panameña: el ex ministro de Hacienda y Tesoro de Omar Torrijos venció a Mireya Moscoso, viuda del caudillo Arnulfo Arias.

1996

En abril Panamá reestructuró 3.900 millones de dólares de su deuda con la banca comercial, incluyendo 1.900 millones de dólares de intereses adeudados. Se estableció un menú de bonos con descuento o a la par con reducción de intereses. Los bonos a la par y con descuento estaban colateralizados con bonos cupón cero del Tesoro de Estados Unidos. Ernesto Pérez Balladares comienza el proceso de privatización de las empresas de servicios públicos.

1998

El presidente Ernesto Pérez Balladares, que ya había privatizado el Instituto Nacional del Telecomunicaciones (INTEL) y el Instituto de Recursos Hidráulicos y Electrificación (IRHE), llama a un referendum en el que la población se niega a su reelección. Finalmente convoca a las elecciones generales de 1999. El nuevo presidente encabezaría los actos de la devolución final del Canal a manos panameñas.

1999

Mireya Moscoso, viuda de Arnulfo Arias y candidata del Partido Arnulfista, se convierte en la primera mujer en ocupar la Presidencia de Panamá. Moscoso derrota a Martín Torrijos, cuyo slogan de campaña era: «Para recuperar el Canal, el hijo del General». En la mañana del 31 de diciembre sale el último soldado de EE.UU. en Panamá y finaliza el proceso de reversión de las bases y el Canal a las autoridades panameñas.

2000

El 18 de noviembre se celebró la X Cumbre Iberoamericana en Panamá. El terrorista cubano Luis Posada Carriles fue detenido por planear un atentado con explosivos contra Fidel Castro quien daría un discurso en el Paraninfo de la Universidad de Panamá. Mediante un comunicado Geoge W Bush pidió que el gobierno estadounidense no le conceda la libertad condicional al General Manuel Antonio Noriega por temor a represalias en su contra.

2001

El 18 de febrero el helicóptero HP-1430, que transportaba a familiares de la presidenta Mireya Moscos, cae al mar a 20 millas de Río Hato. Abordo del HP 1430 iban dos primas de la presidenta Mireya Moscoso. Las autoridades hicieron hundir el aparato para evitar la investigación. Panamá reclamó sin suerte a Estados Unidos por la limpieza de la isla San José contaminada con bombas químicas.

2002

El legislador perredista Tito Afú destapó el escándalo CEMIS denunciando el pago de coimas en la Asamblea Nacional. Diputados de los dos partidos mayoritorios, el PRD y el Arnulfismo, estaban implicados. También estalló el escándalo “durodólares” cuando en el congelador de la casa de la directora administrativa de la presidencia de la República, Dalvis Xiomara Sanchéz, se encontraron 30 mil dólares que no podía justificar.

2003

Se celebró el Centenario de la República de Panamá que comenzaba un nuevo ciclo histórico con la soberanía total sobre su territorio. Entre los festejos se incluyó la realización del certámen de Miss Universo Internacional. El gobierno de Mireya Moscoso estaba acorralado por las acusaciones de corrupción.

2004

Martín Torrijos Espino, hijo del desaparecido General Omar Torrijos Herrera asumió la presidencia de la República de Panamá con el 47% de los votos. Guillermo Endara, el presidente que llegó al poder con la invasión, salió sorpresivamente en el segundo lugar con el 30% de los votos. Antes de dejar el poder, Mireya Moscoso indultó a Posada Carriles.

2005

Cuba restableció sus relaciones diplomáticas con la nación istmeña en agosto, en ocasión de la primera graduación de estudiantes panameños en la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde estuvo presente el presidente Martín Torrijos junto al líder cubano Fidel Castro.

2006

Se realizó el referéndum para la expansión del Canal de Panamá. El pueblo panameño decidiría la construcción de un tercer juego de esclusas. 56.7% no participó en la votación. Al otro día el bus de la ruta Mano de Piedra corredor 8B-06 se incendió y murieron 18 personas calcinadas. Se desata la tragedia del dietilenglycol , sustancia tóxica introducido en un jarabe para la tos, distribuido por la Caja de Seguro Social.

2007

El 9 de septiembre de 2007, Manuel Antonio Noriega culminó sus 17 años de prisión en Estados Unidos por narcotráfico. Un mes antes el juez estadounidense Williams Turnoff dictaminó su extradición a Francia. Este país exigía que Noriega pagará por el delito de lavado de dinero y aceptó su figura de prisionero de guerra. Todavía no se decide su extradición.

Fuentes:

Wikipedia

Revista cultural “La Lotería”

Diario “La Estrella” de Panamá

Archivos varios

Equipo de Investigación, Seguimiento y Redacción de Aporrea.org

Video Fuente: http://www.youtube.com/user/panailde

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