En 1999, cuando arranca el Plan Colombia, el entonces presidente ecuatoriano, Jamil Mahuad, autorizó a las fuerzas armadas estadounidenses a ejecutar actividades militares en la base de Manta. Durante diez años, organizaciones civiles denunciaron violaciones a los derechos humanos por parte del cuerpo armado. Cuando Estados Unidos de América (EUA) inició la guerra contra las drogas en la región, no existían los movimientos de emancipación económica, social y política, acontecidos en varios países de América del Sur: los avances de la revolución bolivariana y, sobre todo, la constitución de la Alianza Bolivariana de las Américas (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la formación del Bloque Regional de Poder Militar, y la creación de varias instituciones concebidas por algunos países de la región para darse mayor autonomía.
Washington entregó el pasado 18 de septiembre la base militar de Manta a Ecuador. Una ceremonia marcó la salida del cuerpo civil y militar estadounidense, que debe ser reubicado en tres de las siete bases que EUA está instalando en Colombia en Palanquero, Apiay y Malambo.
EUA inició su “combate al narcotráfico” en Ecuador en 1999, pero el presidente Correa decidió, desde 2007, no renovar el contrato, válido hasta 2010. Ahora Ecuador asume el pleno control de la base.
Así las cosas, la reunión extraordinaria de Unasur en Bariloche, Argentina, celebrada el 28 de agosto pasado, a raíz del acuerdo militar entre Bogotá y Washington para permitir el uso de siete bases militares colombianas al ejército estadounidense, “a fin de enfrentar con más éxito el narcotráfico y el terrorismo” según Uribe Vélez, pone al descubierto la actitud servil de Colombia y Perú ante EUA, los titubeos de Brasil, Chile y Argentina para rechazar la presencia de tropas extranjeras en la región y la firme decisión de enfrentar la intervención militar yanqui por parte de Venezuela, Ecuador y Bolivia; las bases militares son una declaración de guerra para Latinoamérica y perjudican el proceso de integración que se está dando en Sudamérica.
En la cumbre de Unasur, a reclamo de Colombia, se revisa la carrera armamentista encabezada por Brasil y Venezuela y la instalación de las siete bases militares. No es lo mismo comprar armamento para la defensa, principalmente Brasil y Venezuela, que permitir la ocupación del territorio colombiano con tropas extranjeras estadounidenses.
Según Chomsky, la instalación de bases armadas en Colombia y Honduras con el pretexto de combatir al narcotráfico, forma parte de un sistema de vigilancia, control e intervención global de EUA cuyo fin es militarizar América Latina.
EUA militariza América Latina para imponer su dominación de imperio colonial a través de tres líneas fundamentales: planes económicos, control marcial de los conflictos sociales y el emplazamiento de bases militares y maniobras conjuntas con las fuerzas armadas de distintos países del subcontinente. Esta estrategia es la que utiliza Washington para avanzar sobre América Latina con el fin de controlar las líneas comerciales y asegurar en la región un mercado de 580 millones de habitantes, de apropiarse de los recursos naturales, agua y petróleo a través de un esquema de opresión garantizado por la militarización.
La tradición de los gobiernos de EUA es la historia de las amenazas, invasiones y saqueos en distintos países de América Latina. Con su gran fuerza militar y sus cuerpos policiacos de inteligencia, históricamente se dedicaron a hacer más extenso el país mediante presiones e invasiones y, al mismo tiempo, a inundar con mercancías y capitales a los países más débiles, para luego imponerles préstamos y agio.
Todo eso fue antes y después de las dos guerras mundiales que convirtieron a EUA en policía global. Hoy el orbe está lleno de bases militares norteamericanas: 737, con una extensión de 2’202.735 ha, estratégicamente colocadas para amenazar a los cinco continentes mediante su poder militar. Cuenta con el aparato ideológico más poderoso del mundo, desarrolló no sólo la industria del cine, la radio y la televisión para tergiversar o deformar la historia y construir una ideología a su imagen y semejanza, sino que formó poderosas fuentes noticiosas que se distribuyen en todos los medios de información a nivel mundial, constituyendo monopolios que bloquean otras fuentes de noticias.
Con sus intenciones imperialistas, EUA pide permiso o firma algún convenio con un país de cualquier parte del mundo para instalar una base militar, y así comienza una turbia relación de neocolonización y dependencia con el país sometido que cosecha, en abundancia, una serie de delitos y problemas sociales que, a su vez, degeneran en violaciones infames de los derechos humanos, inclusive en el mismo EUA con más de 500 bases militares, y que crecen incontrolables en los pueblos conquistados, porque una base militar extranjera es una ocupación militar y, por tanto, un símbolo histórico del sometimiento y subyugación colonial, razón suficiente para repudiarla con patriotismo, energía y desprecio.
Eso es lo que se espera en México con la militarización de la sociedad a través del Plan Mérida