Brasil, al convertirse en acreedor del FMI e incrementar sus votos en el Banco Mundial (BM), se ha asociado a las naciones opresoras que estrangulan a las naciones oprimidas. El FMI y el BM organizan, monitorean y vigilan el orden mundial que imponen las grandes potencias. Son la parte informal del gobierno de EE. UU. y eficaces centinelas del Consenso de Washington, instaurado al disgregarse la URSS. Son, junto con la Organización Mundial de Comercio (OMC), los “fieles perros guardianes” del imperialismo (Atilio Borón).

La actual crisis económica mundial, con sus monstruosas quiebras bancarias, hizo temer (temor aún latente) un descontrolado colapso financiero. En ese escenario, los poderosos de siempre abren las puertas a un país emergente como Brasil, a fin de parchar las grietas del sistema. No es verdad, como dijo Lula, que ahora su país dictará las reglas al FMI y del BM. El mencionado ingreso no altera el equilibrio de poder dentro de ambas instituciones, en las que EE. UU. mantiene de facto su derecho a veto.

Lo cierto, sin embargo, es que Brasilia ha fortalecido su influencia en América Latina, en tanto EE. UU. y la Unión Europea han preferido compartir su poderío con Brasil, como lo hicieron antes con China, en la OMC. Es mejor distribuir la plusvalía de la periferia, a cambio de prolongar el dominio imperial. Antes de conocerse la decisión brasileña, el Presidente Correa denunció que el FMI busca provocar un cataclismo social en Nicaragua, ya que una solicitud de crédito de 90 millones de dólares fue condicionada a la supresión total de subsidios, congelamiento salarial y rentas a jubilados. Como siempre, se exige control inflacionario, ajuste presupuestario, contracción económica, liberalización comercial y financiera, privatización de servicios básicos y recursos naturales, garantía ilimitada a las inversiones extranjeras y debilitamiento de los Estados nacionales.

Cuando Lula dice que a partir de ahora el FMI y el BM cambiarán las reglas de juego para proteger el medio ambiente y ayudar a los países pobres exhibe una hipocresía sin límites. Recuérdese que ya privatizó un tercio de la amazonía y vende enormes volúmenes de etanol a EE. UU. Su respaldo al FMI y al BM incrementará la injerencia transnacional en el MERCOSUR e impedirá que el Banco del Sur despliegue sus nacientes potencialidades. Y todo a nombre del abnegado pueblo brasileño.

La decisión de Lula coincide con la declaración de nueve gobiernos del ALBA, que avanzan en su integración soberana y en la creación de una moneda común. La realidad muestra que la integración latinoamericana no podrá hacerse con Brasil sino contra su gobierno y los demás centros de poder mundial. De manera paradójica, Bolivia pedirá al BM diez mil millones de dólares para su industrialización. La misma cantidad que Brasil transferirá al FMI para cortar afanes industrialistas.

El FMI prometió inmediata ayuda al golpista Carmona que derrocó a Chávez por algunas horas el año 2002. Cuba organizó decenas de foros contra la deuda externa, tutelada por el FMI y el BM. Correa y Ortega denuncian nuevas agresiones. ¿Por qué el ALBA guarda silencio frente a la decisión de Lula? Fidel Castro ha manifestado su alegría por la designación de Río de Janeiro como sede de las olimpiadas del 2016. También alabó el poderío bélico e industrial de China. Sería importante que ahora se pronunciara sobre la nueva relación de Brasil con el FMI y el BM y sobre los métodos usados por China para controlar recursos naturales en África, los que no tienen nada que envidiar a los usados por las transnacionales de Occidente.