Pere Rusiñol
Público
Letonia cierra hospitales y reduce el 50% el salario a los maestros. Los recortes draconianos han sido impuestos por el FMI y Europa a cambio de créditos para evitar la bancarrota
La economía cae al 18% y, para evitar la bancarrota, se han cerrado 30 hospitales, los enfermos deberán alquilar a partir de ahora la cama en los centros públicos, el salario de los maestros se recorta a la mitad, el salario mínimo baja el 20% y las pensiones, el 10%. Todo junto. Y a las puertas del invierno.
No es la Argentina que quebró en 2001, aunque reputados economistas como Paul Krugman y Nouriel Roubini subrayan que se le parece mucho. Se trata de Letonia, en plena Unión Europea (UE) y en 2009. El laboratorio neoliberal europeo el único país de toda la UE donde el centro-izquierda no ha gobernado en los últimos 20 años , donde todos los asalariados pagan el mismo porcentaje de impuestos (flat-tax del 23%), donde las empresas apenas tienen tasas que asumir y el despido es en la práctica libre se ha derrumbado como ningún otro país ante la crisis mundial.
«Espero no ponerme nunca enfermo de gravedad porque de lo contrario estoy perdido», ironiza sin perder la sonrisa Martin, de 27 años, mientras espera en la sala semidesértica del Hospital número 1 de Riga. Desde el 1 de septiembre, este hospital desvencijado y centenario, que ocupa una manzana entera en el centro de la capital, está prácticamente cerrado por falta de fondos.
En el primer semestre del año, el hospital trató a 14.000 pacientes en emergencias. Tras el gran recorte presupuestario acordado en verano para cumplir con el FMI y la UE, apenas le quedan fondos para 2.000 pacientes en todo el segundo semestre. Ya sólo abre un par de días por semana, en la penumbra y para emergencias. Y los enfermos saben que tendrán que pagar. Hay ambiente de funeral.
«No sé qué pasará este invierno, pero esto se derrumba», explica la doctora Arste Engle, que lamenta que no se emprendieran reformas antes. «Ahora cada hospital público que no cierre fijará sus propios precios para cada servicio y mucha gente no podrán pagar. ¿Se les dejará morir?» , se pregunta.
Imposiciones del FMI y laUE
La cama puede costar hasta 25 lats (35 euros) por noche en un hospital público, a lo que hay que sumar el coste de medicinas y tratamiento. Sólo la cama de un día equivale a la mitad de lo que percibe en todo un mes un parado que lleve más de 120 días sin trabajo.
Los recortes draconianos han sido impuestos por el FMI y la UE a cambio de créditos que desde diciembre han inyectado al país 3.000 millones de euros, equivalente al 40% del presupuesto público, y evitado la bancarrota.
En los años del boom, Letonia (como sus hermanos bálticos Estonia y Lituania, ahora también con caídas del PIB que rondan el 20%) creció en dobles dígitos. Muchos pusieron su modelo ultraliberal como ejemplo a seguir. Pero ya en 2007, antes del crash, Letonia, de 2,3 millones de habitantes, era el país de la UE con más población en riesgo de pobreza : el 21% del total, según Eurostat.
La ayuda internacional trata de evitar que se hunda la moneda nacional (lat) porque entonces contagiaría quizá mortalmente a Suecia, cuyos bancos dominan el mercado báltico y lo han sembrado de créditos en euros. «Al no poder devaluar, sólo queda la posibilidad de una devaluación interior», explica una asesora del primer ministro, el liberal Valdis Dombrovskis, que llegó al Gobierno en marzo. Traducción: el presupuesto tiene que reducirse de forma abrupta. El plan prevé que en 2011 sea un 30% inferior al aprobado inicialmente para 2009.
«La situación es excepcional y todos aceptamos que hay que recortar, pero no aprobamos ni las prioridades ni los métodos del Gobierno», explica la vicepresidenta de la principal confederación sindical (LBAS) Livija Marcinkevica, quien añade: » Los sindicatos sólo firmamos el pacto porque, de lo contrario, el FMI no otorgaba el crédito».
¿Y cómo es posible que con semejantes recortes sociales los sindicatos no estén en la calle? «Lo intentamos, pero nuestra gente es demasiado prudente. Así es nuestro carácter nacional: creen que es mejor tener paciencia», añade Marcinkevica, resignada.
«¿Protestar? ¿Contra quién?», contesta Filips Birzulis, redactor del semanario Baltic Times. «Los culpables del desastre ya no están, el Gobierno es nuevo, Occidente nos da créditos y la izquierda arruinó el país durante la barbarie comunista. ¿Contra quién tendría sentido protestar?».
La crisis ha insuflado algo de vida al opositor Centro Harmónico, cuyo principal componente dice ser socialdemócrata, aunque hasta ahora representaba sobre todo los intereses de la minoría rusa. Su líder, Nils Usakovs, de 37 años y flamante alcalde de Riga, está convencido de que «por fin se están empezando a romper los estereotipos de muchos años que vinculaban la ocupación soviética con el comunismo y con toda idea de izquierda».
«Soñamos con ir al extranjero»
Sin embargo, ninguna encuesta le sitúa en cabeza, pese a la tremenda crisis. Y él ni siquiera tiene claro que cambiaría la política económica: «El gran problema de este país no han sido las recetas económicas, sino la baja calidad de sus Gobiernos en 20 años de independencia», concluye.
Los sondeos descartan grandes cambios y Edgard, estudiante de 22 años, explica por qué: «Los mayores están exhaustos por tanto sufrimiento pasado y poco acostumbrados a actuar por iniciativa propia. Y los jóvenes sólo soñamos en poder ir al extranjero. La situación es demasiado difícil y queremos disfrutar de la vida cuanto antes».
Ya no hay Muro que impida su marcha: cayó hace ahora 20 años. Pero la esperanza y la ilusión parecen haberse evaporado por completo.