El G-20 es un grupo formado en 1999 por los ocho países más poderosos (G-8), once naciones emergentes, entre ellas Argentina, Brasil y México, y la Unión Europea (UE) como bloque.
La economía es, por supuesto, el tema central de las discusiones de este viernes y sábado en Londres, así como los intereses financieros en conflicto entre el Norte industrializado y el Sur en desarrollo, escenario al que se suman ahora las economías emergentes.
Esta últimas ocupan un espacio intermedio más formal. Son el Grupo de los 5 (G-5), el club de Brasil, Rusia, India y China (BRIC), o el club de India, Brasil y Sudáfrica (IBSA), buscando por todos los medios consolidar el poder recientemente adquirido.
A través de las distintas agrupaciones que los reúnen, aparecen como una nueva fuerza en la negociación con el club tradicional de los ricos, el Grupo de los 8 (G-8), conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Gran Bretaña y Rusia.
Pero las economías emergentes corren el riesgo de constituir una nueva agrupación de ricos, a costas de su propia población pobre, y de los pobres de otros países a los cuales pueden representar. Algunos analistas advierten que en realidad apoyan al G-8 dentro del G-20 en el mantenimiento del statu quo para ayudar a las grandes empresas.
«Cuando se celebró la reunión del G-20 en Londres a comienzos de este año se pedía un cambio radical», dijo John Hilary, director de War on Want, organización con sede en Londres que lucha por el desarrollo. «Los mismos empresarios del G-20 decían que ya no se podía volver a hacer las cosas como antes. Pero desde entonces no se dieron pasos reales para transformar a la economía mundial», agregó.
Es posible que el G-20 pida cambios, pero que nada cambie. «Escuchamos palabras, pedidos de comenzar de nuevo, pero cada vez que se propone que algo cambie, dicen ‘no podemos’», indicó Hilary a IPS.
«Un ejemplo reciente ha sido la iniciativa para imponer un gravamen a las transacciones monetarias de los bancos, pero de inmediato los gobiernos dijeron que no lo pueden hacer. También con respecto a la restricción de las bonificaciones que reciben los banqueros, pero una vez más, dicen que no lo quieren hacer», agregó.
Debajo del aparente movimiento de inclusión que implica la expansión del G-8 al G-20 subyace la exclusión de los realmente pobres, según Hilary.
«En junio de este año, 192 estados miembros de la ONU idearon un plan para quitarle poder a las instituciones existentes y reformular la economía mundial. Una vez más, los países ricos no asistieron a la reunión. Solo quieren volver a la comodidad de sus clubes en el G-8 y el G-20», afirmó.
Es evidente que las cosas no pueden limitarse a las palabras. Por lo menos porque se acerca la hora de tomar una decisión, ante la cumbre sobre cambio climático en diciembre, y el acuerdo de la última cumbre del G-8 en L’Aquila, Italia, para llegar a un tratado internacional del comercio a fines de 2010.
Los países industrializados presionarán para tener más acceso a los mercados, a la vez que limitan el ingreso a los propios, y restringen enérgicamente el movimiento de las personas hacia sus territorios.
«Las restricciones a la inmigración ahora son más rigurosas en varios países de la UE», dijo Dirk Willem te Velde, del instituto de investigación independiente Overseas Development Institute, con sede en Londres. «No creo que ese sea el camino adecuado».
Esta es una forma de proteccionismo que los países en desarrollo deberán combatir con fuerza en las reuniones del G-20, dijo. «Por ejemplo, para un país como India es importante subrayar que eso no le conviene, pero tampoco les conviene a los países desarrollados».
India, con gran cantidad de personal capacitado, se ve particularmente afectada. Para el país asiático «es muy importante que las naciones industrializadas no retornen al proteccionismo, ya sea en el comercio o en la mano de obra», dijo a IPS Te Velde.
«India tiene mucho que ofrecerles a los países industrializados, a través de su personal capacitado, o sus exportaciones», agregó.
Pero hay dudas si los países en desarrollo del G-20 podrán defender sus intereses con la fuerza necesaria.
«El G-20 es un poco mejor que el G-8, pero el problema es que sigue excluyendo a 172 países», dijo Hilary.
«El otro problema es que el G-20 sigue con la misma cantinela del G-8. Dice que cree en el mercado libre, en la liberalización del comercio, y pretende acelerar la ronda Doha de las negociaciones de comercio internacional», señaló.
«Sabemos que todas estas cosas son parte del problema. ¿Por qué motivo entonces los líderes del G-20, incluso aquellos de países en desarrollo, dicen que las ven como parte de la solución?», se preguntó.
El G-20 corre el peligro de darle su apoyo a más de lo mismo, pero con muchos más países. Los países emergentes tienen la oportunidad de liberarse del dominio tradicional, o al menos sacudir el sistema actual.