Es la misma contienda de hace doscientos años: de este lado, la libertad, la paz, la soberanía y la dignidad para forjar nuestros destinos; del otro, la dependencia, la guerra, la esclavitud, el oscuro camino del coloniaje.
Cuando estas dos opciones se evidencian descarnadamente, como está sucediendo, sería una irresponsabilidad vergonzosa si dejáramos hacer, dejáramos pasar, si guardáramos silencio sumiso. Justo es levantar la voz y ser fieles con el compromiso del cambio de época que palpita en la profundidad de los pueblos de Nuestra América y el Caribe. Parafraseando a nuestro Libertador: no estamos dispuestos a legarle un nuevo coloniaje a la posteridad. Y la posteridad no es otra cosa que las generaciones de hijos e hijas, nuestros y nuestras, que ya comenzaron a levantarse por millones a todo lo largo y ancho de esta tierra.
Necesario es hacer un recuento para aclararnos el acontecer nuestroamericano más reciente y ubicarlo en sus contextos, de tal forma que nos permita descubrir la trama oculta que lo sostiene.
El 3 de junio, después de 47 años, se conquista en San Pedro Sula, después de un intenso forcejeo diplomático, la eliminación de aquella insólita resolución que condenó a Cuba desde una OEA arrodillada al mandato imperial yanqui. Allí, justo es decirlo, los países del ALBA fueron determinantes. Veintiún días después, en Maracay, el ALBA, haciendo justicia a su propósito, cambia de nombre, y se fortalece con la incorporación de Ecuador, San Vicente y Las Granadinas y Antigua y Barbuda. Ahora somos nueve pueblos hermanados en un empeño de solidaridad libertaria con presencia y voz propia en el concierto continental.
Se convierte a partir de Maracay, en la Alianza Bolivariana.
Aunque ya había sido anunciado por el presidente Rafael Correa, el viernes 17 de julio, luego de diez años de funcionamiento, finalizaron las operaciones estadounidenses en la Base de Manta. Esta decisión soberana del Ecuador, despertó alarma en el Pentágono, que no descansaría hasta reubicar esa base en un nuevo espacio estratégico, de acuerdo a sus intereses de dominación continental.
28 de junio: golpe de Estado en Honduras. Un ignominioso zarpazo contra la voluntad popular, condenado internacionalmente de forma unánime. Al día de hoy, el bravo pueblo hondureño se mantiene en las calles y en los campos, reclamando sus derechos y exigiendo el retorno de Manuel Zelaya a la Presidencia.
Mientras tanto, los gorilas intentan estirar los días de su usurpación, de espaldas al mundo. En este contexto, es claro que la supuesta intermediación del presidente Arias, responde sólo a la preservación de los intereses de Estados Unidos: el plan que formuló –y que no estaba entre sus atribuciones– consiste en la vuelta de Zelaya a la Presidencia, pero atado de pies y manos.
Y ahora el Plan Colombia entra en una nueva fase: los Estados Unidos disponen de cinco nuevas bases militares en territorio colombiano. ¿A quién pretende hacerle creer el presidente Uribe y la oligarquía colombiana, que el incremento de la presencia militar yanqui, a través de estas nuevas bases, no significa una amenaza directa contra Venezuela? La obsesión de Uribe con la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, lo hace capaz de todo.
Colombia es, lamentablemente, la cabecera de playa de la estrategia de contención yanqui en la América del Sur y, por supuesto, su base de operaciones. De hecho, estas nuevas bases militares constituyen un peligro real y concreto contra la soberanía y la estabilidad de la región suramericana. Son puntas de lanza del nuevo coloniaje.
El Plan Colombia, no lo olvidemos, fue concebido en función de la estrategia de dominación bélica del que ha sido y es, como dice Darcy Ribeiro, el Estado militarista por excelencia. La intervención de Estados Unidos –a la que hay que agregarle la presencia de ese Estado no menos militarista que es Israel– en la guerra interna colombiana, hace sencillamente imposible que sus alcances se limiten al territorio de esta Patria hermana y sufrida. Es la expansión hacia toda la región lo que se busca y, primero que nada, hacia Venezuela. Entonces, el Plan Colombia no es un asunto exclusivamente colombiano: nos afecta y nos amenaza a todos.
En este sentido, esta semana he conversado con varios Jefes de Estado de nuestro continente, con el fin de alertarles acerca del peligro que representan las nuevas bases militares gringas para Venezuela. Es evidente que este será un tema central en la próxima reunión de la UNASUR el venidero 10 de agosto en Quito, en ocasión de la toma de posesión del compañero Rafael Correa para un nuevo período presidencial, en el marco del proceso constituyente de la Revolución Ciudadana, Bolivariana y Alfarista que avanza trepidante en la Patria de mi generala Manuela Saenz, la Libertadora.
En nombre del vínculo histórico y fraterno con el pueblo colombiano, bien paciente ha sido el Gobierno Bolivariano con el Gobierno de Uribe Vélez; pero todo tiene un límite: frente a un Gobierno que no respeta nada y que sirve a los intereses del imperio, hay que actuar como lo hemos hecho. Nos hemos visto obligados, por razones de dignidad, a retirar a nuestro embajador en Colombia y a congelar relaciones. Estamos respondiendo a una sostenida línea de agresión contra Venezuela.
Una línea de agresión que reproducen, desde aquí, los medios privados. Sin la menor vergüenza patria, no sólo justifican las nuevas bases militares gringas en territorio colombiano, sino que tienen la desvergüenza de atacar al Gobierno Bolivariano por asumir plenamente su posición en defensa de nuestra soberanía.
Por cierto, hoy domingo estará recibiendo en Caracas el prestigioso Premio de Novela Rómulo Gallegos, el escritor colombiano William Ospina, por su novela El país de la canela. Ospina es una gran conciencia colombiana y nuestroamericana, una de las voces mayores de la otra Colombia, esto es, la verdadera, la digna, la mayoritaria, la hermana. Queremos recordar un conmovedor poema suyo titulado 9 de noviembre de 1948 –forma parte de su libro ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (1995)–, que constituye el mejor de los homenajes a Gaitán. Y lo hacemos como una declaración de amor fraterno al pueblo colombiano y como una reafirmación de nuestra solidaridad con la causa de la paz: Para entender esa pasión inmensa que iba de pecho en pecho, de grito en grito, debes saber de siglos de vergüenza, de indios educados por los blancos, de llagados esclavos que vivieron a solas sus meses de agonía, debes saber de dioses vivos que caían, de dioses muertos que triunfaban, del cansancio infinito de vivir en el mundo sin amor por el mundo, de la torpeza de unas castas tristes que intrigan, hieren y ebriamente humillan, mas no saben ser dignos de su suelo y su cielo.
Venezuela no es una amenaza para nadie, ni pretende agredir a nadie, pero tiene todo el derecho a defenderse, incrementado su capacidad defensiva y su poderío militar. Ello explica que dentro de la vasta plataforma de cooperación entre Rusia y Venezuela, la cooperación técnico-militar se incremente. En esta semana, la visita del viceprimer ministro ruso Igor Sechin, ha servido para reafirmar y expandir nuestras relaciones militares.
Ante un horizonte plagado de amenazas externas para nuestra Revolución Bolivariana, es absolutamente decisivo nuestro fortalecimiento interno. Comenzando por nuestro fortalecimiento político. Es por eso que la fase de reorganización de la militancia del PSUV, iniciada en el día de ayer, tiene la mayor importancia: la conformación de las patrullas socialistas va a permitirnos dinamizar la presencia del partido por todas partes. En especial, va a permitirnos posicionar el mensaje socialista de una forma mucho más efectiva. Vaya mi palabra de aliento y estímulo a los patrulleros y a las patrulleras de nuestro Partido Socialista Unido de Venezuela, para Venezuela, por Venezuela.
El PSUV, las milicias, la clase obrera, las juventudes bolivarianas, la Fuerza Armada Bolivariana, la clase campesina, los frentes estudiantiles… ¡¡Todo debe ser fortalecido al máximo!! Y la ideología Patria, Bolivariana, Socialista, que sea el combustible que nos encienda, el cemento que nos cohesione, la poesía que nos enamore.
Lo voy a decir con Simón Rodríguez, forjador de libertadores: «Ideas y milicias: ¡Qué creación!»