Freddy J. Melo

Cuando se conoció la noticia del golpe gorila (hacía décadas que esta expresión no se utilizaba, salvo el paréntesis de nuestro abril 2002), para desahogarme escribí a los amigos y camaradas con quienes suelo comunicarme, lo siguiente: “El crimen que se está desarrollando en Honduras proyecta consecuencias cruciales, pues si llegare a triunfar –digo, es un decir– se abatirá sobre toda Centroamérica esa maldición y luego sobre el resto de los gobiernos progresistas, pudiendo a la postre quedar Venezuela sola con Cuba bajo un asedio potenciado. Nuestros pueblo y gobierno, así como todos los demás de los países progresistas, tienen que apoyar con todo al pueblo de Honduras, al presidente Zelaya y al resto de su liderazgo para dar al traste con el golpe. Por ahora, mientras ocurren las reuniones internacionales y se toman los acuerdos del caso, que no deben reducirse a declaraciones, creo que nuestro pueblo debe salir a manifestar su repudio contra los bandidos y su solidaridad con el hermano. En estos momentos el presidente Chávez llama a ir frente a Miraflores, así que a la calle. Lo que está ocurriendo allá es como si estuviera ocurriendo aquí. Es un zarpazo del bloque imperialista-oligárquico, y si bien siempre hay duda sobre Obama, parece que el embajador gringo en Honduras, que al principio se le escondió a la valiente cancillera Rodas, ha declarado repudiando el hecho. De todos modos el imperio está detrás”. Añado ahora: Nicaragua también pudiera resistir, pues en su Fuerza Armada prima el espíritu sandinista.

No reclamo, desde luego, ningún mérito por aquel dicho, es de cajón dentro del cuadro que vivimos. Lo transcribo para ganar tiempo. Honduras pasa a ser en este momento el foco principal de combate en la gran batalla continental contra el nazifascismo de nuevo cuño, redivivo en los sectores extremistas de las oligarquías y el imperialismo, cuyos halcones, sin parar mucho a Obama, con típicos SS como Negroponte y Otto (tercer) Reich tras bastidores, son los manipuladores de todo allí, del engallamiento de los usurpadores y su claque y de la cabronería de la peor derecha, verbigracia el escualidismo de aquí.

Honduras hizo historia grande durante la tercera y cuarta décadas del siglo XIX bajo la guía de su hijo ilustre José Francisco Morazán, padre de la unidad centroamericana, primer presidente y líder de la Confederación que unió a Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Costa Rica, bolivariano que a la postre cayó fusilado bajo la traición oligárquica (15/09/1842). Luego, condenada a la monoproducción de bananas y al semifeudalismo, con unas cuantas familias privilegiadas, aliadas y vasallas de los grandes consorcios estadounidenses (la Standard Fruit y sobre todo la United Fruit Company, UFCO, la famosa por depredadora “Mamita Yunai” del costarricense Carlos Luis Fallas), más la infaltable cúpula eclesial, la conspiración mediática y una casta militar ilimitadamente cipaya y frecuente mandadera de gobierno, se la sumió en el silencio de los desaparecidos, excepto para convertirla en base yanqui de agresión. No obstante que allá fue ajusticiado el aventurero, esclavista y monroísta ladrón William Walker en septiembre de 1860, que fue invadida por marines en 1924 para sofocar un alzamiento contra la UFCO (recordemos de esa resistencia a la heroica patriota Visitación Padilla), que sus obreros y campesinos produjeron dos grandes huelgas (1925 y 1954, esta última durante sesenta y nueve días), no obstante eso, el aparato de mentira organizada de la dominación la apartó de la vista. Primera exportadora mundial de la musácea de su especialidad, se la injurió como “república banana” o “bananera” (“banana republic”), para doblar el insulto de “patio trasero” que nos abarca a todos. Hoy, uniendo a su semifeudalismo un semicapitalismo dependiente, es el tercer país más pobre del continente. El presidente Zelaya, electo el 7 de octubre de 2005, ha tratado de encontrar un camino de independencia, progreso y dignidad. El cipayismo lo ha echado, con los pretextos más banales y estúpidos y burla descarada de la legalidad. El pueblo lo reclama, el mundo con siquiera decencia elemental lo apoya, la parte avanzada de nuestra América, el ALBA a la cabeza, compromete su honor y su futuro en ayudar a los hondureños a restituirlo. Honduras, con su valeroso líder al frente, rompe el silencio y entra de nuevo en el combate y en la historia. Este sábado 4 de julio puede haber definiciones, o surgir la necesidad de acciones más contundentes. ¡Vivan Zelaya y su pueblo!