Oscar Laborde

La XXXVII Reunión de los Presidentes de los Estados parte del Mercosur y Estados asociados se desarrollará en, aproximadamente, veinte días en Paraguay. Es la primera de estas convocatorias que se llevará acabo en plena expansión de la crisis financiera internacional, de allí que surgen, obligatoriamente, interrogantes y suspicacias sobre el impacto que la misma tendrá sobre el proceso de integración regional.

Es necesario, entonces, reconocer que los gobiernos de estos países han apostado al mismo, pero no sólo como una mera declaración de principios, sino adoptando medidas hacia dentro y fuera de sus fronteras, que hoy les permite afrontar las consecuencias del crack económico de Estados Unidos y Europa en otras condiciones.

Hay dos temas que marcan la diferencia del proceso que están llevando a cabo los gobiernos de la región. En primer lugar, el ajuste no es entendido como el elemento insoslayable de la hora. Todo lo contrario, es un momento en que los gobiernos asumen una nueva concepción del Estado, dándole un rol protagónico como instrumento de consenso y ponderación de las necesidades de las grandes mayorías populares.

El equilibrio de las cuentas fiscales, la balanza comercial, la relación del dólar con las monedas locales, el diseño y la concreción de herramientas de intercambio económico y los proyectos de infraestructura, son comunes denominadores que explican en su sumatoria, una decisión política clara y contundente.

Hoy, las medidas que se están implementando desde el Estado, no son para salvar empresarios y banqueros, todo lo contrario, se subsidia a los trabajadores y se utilizan los mecanismos legales para afrontar las situaciones labores de conflicto. Quizás, éste es el ejemplo más notorio y que con mayor claridad define de qué se trata este nuevo momento que estamos viviendo en América Latina.

Era de esperar que frente a la magnitud y trascendencia de estas decisiones existieran sectores interesados en boicotear y destruir este modelo de integración. Quizás, el pedido al parlamento argentino de dar marcha atrás con la aceptación de Venezuela al MERCOSUR, represente la actitud más patética de algunos grupos de poder. Pues,  se olvidan –curiosamente- de la cantidad de pequeñas empresas, profesionales, y técnicos que hoy están trabajando mancomunadamente con la República Bolivariana de Venezuela, por un lado, y por otro, el aporte financiero y energético que el Gobierno de Hugo Chávez brindó a muchos países en momentos críticos.

El mito de nuestro aislamiento internacional ha caído estrepitosamente. Integramos el G 20, y en acuerdo con Brasil evitamos que el concepto de “flexibilización laboral” fuera incluido en sus declaraciones como respuesta al quiebre económico mundial; solicitamos la inclusión de la OIT ; se aportó fuertemente para que Cuba ingrese al Grupo de Río y la isla caribeña tiene una puerta abierta en la OEA.

Desde ese marco, se realizará en Asunción  una nueva Cumbre Social. Donde la frase del presidente paraguayo, Fernando Lugo, de “darle un rostro al MERCOSUR”, implica un fuerte posicionamiento de este país por el proceso de integración en general, y de los componentes y temáticas sociales en particular.

Un MERCOSUR más humano, donde las problemáticas que afectan cotidianamente a sus ciudadanos sean eje y motivo de debate y propuesta; donde lo económico sea entendido como un fuerte desafío por limitar las asimetrías; un esfuerzo por generar espacios de diálogo cuando las medidas proteccionistas de un país afectan a determinados sectores de otro, y por consolidar un espacio de integración productiva. Donde hablemos de los jóvenes, de la educación, de los procesos migratorios, de la salud, del medio ambiente, de la tierra y el hábitat, de la mujer, de la cultura, de los recursos naturales. Paraguay nos espera y nos convoca a consolidar  el tejido social del proceso de integración regional.

# Representante Especial para la Integracion y la Participacion Social dela Cancilleria Argentina