Hugo Chávez Frías

No fue un suicidio: esa fue la versión que el aparato represivo del puntofijismo quiso hacerle creer al país. Una versión grotesca y absurda desde donde se la vea: Fabricio se habría ahorcado con el cordón de una persiana. La verdad verdadera es que fue asesinado en los calabozos del SIFA en el Palacio Blanco: su cuerpo presentaba toda clase de signos de haber sido torturado brutalmente.

Pero el tiempo se ha encargado de poner las cosas en su lugar: Fabricio vive, ha vuelto y está hecho millones, mientras que aquellos asesinos miserables son polvo pisoteado por la historia. Así ha sucedido con todos nuestros mártires.
Recordamos hoy al hombre que encabezó y fue el alma de la Junta Patriótica y que la convirtió en la vanguardia de la resistencia contra la dictadura de Pérez Jiménez. Al hombre que fue congresista por URD, elegido en los comicios de 1958, pero que muy pronto se convenció de que por el camino del reformismo, Venezuela no tenía nada que buscar, si quería ser libre. En 1962 renunció a su cargo y se fue a las guerrillas. Fabricio sería uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.

De reformista pasó a ser un revolucionario radical y convencido: este es uno de los procesos de radicalización ideológica más genuinos que se hayan dado en Venezuela. Veamos cómo entendía este proceso Fabricio haciendo uso de su inmensa lucidez en ese extraordinario libro llamado La guerra del pueblo (1966):
“Abandonar el campo reformista y tomar el revolucionario significa decidirse a luchar sin temor alguno, tener seguridad de la victoria y desafiar, cual David, al gigantesco poderío reaccionario, como lo han hecho todos los verdaderos revolucionarios de la historia, incluso los revolucionarios burgueses”.

La actualidad del pensamiento de Fabricio es indiscutible. Junto a un Alfredo Maneiro y un Kléber Ramírez, Fabricio destaca a la hora de fusionar pensamiento y acción: a la hora de construir una filosofía de la praxis para nuestra realidad específica. Rescatemos estas valiosísimas palabras de La guerra del pueblo:
“La base antifeudal y antiimperialista de nuestro proceso revolucionario plantea un género de alianzas que está por encima del origen, credo político, concepción filosófica, creencias religiosas, situación económica y profesional, y afiliación partidista de los venezolanos. El enemigo común, su fuerza y poderío, reclama una lucha unitaria para vencerlo”.

Este género de alianzas, como decía Fabricio, es necesario para que el proceso de liberación nacional, la conquista de nuestra definitiva independencia, que hoy se define como vía venezolana hacia el socialismo, sea viable. Alianzas que no deben partir de supuestos falsos: el camino es el socialismo.

La riqueza histórica de la semana que comienza mañana, las fechas que estamos anudando, no puede perderse de vista: no es casualidad que ahora, a las puertas de la era bicentenaria, a 188 años de su consumación, el Campo de Carabobo retumba todavía. Y el 24 de junio de 1821 no es sólo pasado sino presente y porvenir. La determinante victoria militar que le dio feliz culminación a tan brillante campaña –concebida hasta el más mínimo detalle por nuestro Libertador -sumó a todo el pueblo -desde todos los caminos, todas las veredas y cada caserío-a la causa de la liberación nacional.

Y es a 188 años de la gran gesta que la hermana Patria ecuatoriana se incorpora al ALBA: ¡a 188 años de Carabobo seguimos peleando, ahora por nuestra segunda y definitiva independencia y el ALBA es nuestro proyecto, nuestra cartilla de dirección!

El ALBA se fortalece al sumar al Ecuador bolivariano a la batalla por la unidad fraterna de nuestros pueblos. Una causa que siente como propia el presidente Rafael Correa.

La palabra de Raúl Castro nos da una pista, cuando en la Cumbre del Alba en Cumaná el pasado abril afirmó lo siguiente: “Nuestras naciones no tienen la capacidad, por sí solas, de transformar el orden económico internacional, pero sí el poder de sentar nuevas bases y construir sus propias relaciones económicas”.

Para seguir con el hondo significado histórico de la semana que entra, recordemos que tres años antes de la Batalla de Carabobo, un 27 de junio de 1818, en la Angostura recién liberada y en respuesta a la macarrónica Gazeta de Caracas, órgano vocero de las fuerzas realistas, y al calor de la Patria que ya tenía rostro -y con la impronta política de Bolívar- nace el Correo del Orinoco.

¡Fue el inicio de la batalla comunicacional! “Somos libres, escribimos en un país libre, y no nos proponemos engañar al público”, decía en la primera página en su primer número del Correo del Orinoco. Así de clara era la principal propuesta que se planteaba en sus líneas, así de claro debe ser el sentido de nuestra batalla comunicacional. El ejemplo del Correo del Orinoco está más vivo que nunca: en especial, yo lo siento vivo en nuestros medios comunitarios.

Ahora más que nunca la artillería del pensamiento pasa a primera línea y es competencia de todas y todos. Esclarecer lo que ocurre, darle el justo lugar que le corresponde a la información, a la realidad cotidiana.

Más aún cuando el asedio total y permanente de la plataforma mediática transnacional continúa con su sostenido proceso de distorsión y deformación.

Por eso, esta semana estaremos celebrando activamente los 191 años de la salida del primer número del Correo del Orinoco: se inicia la semana de la artillería del pensamiento. Una semana de discusión, crítica y propuesta para seguir avanzando hacia el modelo de comunicación e informativo que queremos.

¿Cómo pretenden proclamarse “independientes” los medios privados cuando la agenda belicista escala a los niveles de irresponsabilidad y engaño de ahora? Nos acusan, sin fundamento alguno, de invadir la patria potestad, de secuestrar a los niños y de disolver a la familia venezolana.

¿Y qué podemos decir de la basura audiovisual y escrita que invade y secuestra la subjetividad de esos niños que pretenden defender? ¿Qué decir del verdadero discurso de fondo, como lo es la preservación de la educación para la dominación, de formar a nuestras niñas y niños para ser propietarios y explotadores? ¿Qué dicen del estrago cultural que provocan todos los días?

Queremos un proyecto educativo para hacer Patria, no para entregarla ni venderla al mejor postor.
Fomentar el pánico como vía de dominación, administrar la ignorancia: he ahí lo que no ha dejado de hacer la oligarquía. Bien lo dijo en reciente artículo Roberto Hernández Montoya con el tono que lo caracteriza:
“Esta ridiculez la profirieron ya cuando la Revolución Rusa, la República Española y la Revolución Cubana. Ella condujo en Cuba a una solución no solo falsa sino monstruosa: una operación masiva, dirigida por la CIA, para sacar de la isla y de sus familias a más de catorce mil niños, que hoy son adultos sumidos en un limbo de identidad, porque no son ni cubanos ni gringos ni tienen familia ni nada y con un trauma emocional irreversible. Para no perder a sus hijos perdieron a sus hijos… El pánico embrutece”.

La vía venezolana hacia el socialismo es una propuesta histórica, política, social y económica en construcción teórica y práctica. Construcción colectiva para que el país la haga suya. El socialismo es una opción real y viable. Lo que es inviable es el dualismo esquizofrénico entre lo político y lo social que está en la base del capitalismo. En este sentido, la vía venezolana hacia el socialismo supone una transformación a fondo de la estructura económica para viabilizar una mejor redistribución de la riqueza social que pertenece a todos y a todas. Ello supone distintas formas de propiedad.

Los latifundios mediáticos han pretendido sacralizar a la propiedad privada e, incluso, han hecho de ella la prueba irrefutable de si existe o no existe libertad. Es propio del capitalismo, desde sus orígenes, privilegiar al tener sobre el ser; subordinar el ser al tener.

Recordemos a nuestro Robinson, que mucho antes que Marx ya visualizaba cómo el capitalismo iba a pervertir el derecho de propiedad:
“…para convertir la USURPACIÓN en posesión (natural ó civil)—la posesión en propiedad—y, de cualquier modo, GOZAR con perjuicio de tercero (sea quien fuere el tercero), a título de LEGITIMIDAD (y la legitimidad es un abuso tolerado)”.

Contra la perversión capitalista no hay otro remedio: ¡El socialismo!

¡Venceremos!