Modesto Emilio Guerrero

Desde el sábado 22 a la mañana todos los medios informativos de papel, sonoros o audiovisuales tienen como centro de sus preocupaciones las nacionalizaciones de las empresas de Techint en particular y lo que hace Chávez en general.

Antes del sábado, la idea de los medios y programas enemigos de la revolución bolivariana –y de cualquier transformación que aparezca en este mundo– fue intentar sembrar la matriz que involucraba al presidente venezolano en las acciones anti sionistas de dos grupos nacionalistas de la extrema izquierda argentina.

Las inversiones de capitalistas argentinos comenzaron a radicarse en Venezuela desde octubre de 1995-1996. Hubo dos seducciones: el plan de privatizaciones de Rafael Caldera y el margen de ganancia empresaria en Venezuela, calculado por encima del 180% en la media nacional.
En 1998 hubo un acerdo espúreo, cargado de coimas y regalos fabulosos, entre la Presidencia de la Cámara Venezolana Argentina de Comercio y el Embajador venezolano de entonces, Ignacio Arcaya, que convirtió al Grupo Techint en el operador de las inversiones argentinas en Venezuela.

A la sociedad argentina media, acostumbrada a casi 30 años de privatizaciones, derrotas, frustraciones y neoliberalismo consumado, le suenan extrañísimas las nacionalizaciones y estatizaciones del gobierno venezolano. No fueron en vano las derrotas, las capitulaciones y los retrocesos del movimiento obrero desde la década del 70.

Las reacciones son tan diversas como los sectores sociales, grupos políticos y clases de que se trate.

Este domingo 24 de mayo, uno antes del día patriótico más importante de este país, la Revolución de Mayo de 1810, no hay titular de diario, editorial radial o de noticiero televisivo, que no tenga la acción de Chávez en el foco periodístico.

Como era inevitable, los sectores opositores al gobierno de los Kirchner, tratan de utilizar la nacionalización como recurso de campaña. Unos, conectándolo por la vía más absurda imaginable al maletín de corruptelas de Antonini Wilson.

Otros, como la nueva derecha política, los Macri, Elisa Carrió, Binner, Solá, Cobos, haciendo un chantaje muy burdo, además de falso conceptualmente: Han convertido las nacionalizaciones de Chávez en un «cuco» electoral de este país. Advierten que después de las elecciones legislativas del 28 de Junio, se vendrá el Armagedón confiscatorio de la presidenta Cristina.

La falsedad nace en una simple verdad: hasta la derecha argentina que el gobierno argentino no tiene un proyecto nacionalista como el de Venezuela. Más aún, que su proyecto político está relacionado con grupos empresariales multis como los de Techint, Roggio, Pérz Companc, las mineras, algunas sojeras y otras de similar magnitud.

La reacción política ha sido tan fuerte, que algunos comentadores comparan el efecto de las nacionalizaciones venezolanas sobre la política argentina, con un hecho de… 1983. Aquel año, el peronismo incendió varias urnas en el Obelisco de Buenos Aires, y ese hecho, visto como muy violento por la sociedad media, incluso la peronista, causó la derrota irremediable del Partido Justicialista a favor del radical Alfonsín. Algunos comentadores derechosos o estafadores mediáticos de oficio, aseguran que las nacionalizaciones de Chávez producirán lo mismo que las urnas de Herminio Iglesias 26 años atrás, esta vez contra los Kirchner.

El impacto de las nacionalizaciones es tal que va más allá de sus naturales enemigos de clase.

Más o menos cualquier argentino actual de clase media, educado en el neoliberalismo, se pregunta sanamente si es correcto que un Estado, en este caso Venezuela, nacionalice empresas extranjeras.

Incluso el peronismo ha sido conmocionado, prueba de que hace muchas décadas dejó de ser lo que alguna vez fue, incluso de lo que hizo en forma limitada: Nacionalizar. Este domingo, el presidente de la CGT peronista, Hugo Moyano, declaró a la prensa que estaba en contra de las medidas de Chávez, «porque eso no fue lo que nos enseñó Perón». El asunto es que la CGT de Moyano es una de las tres patas de sostenibilidad del régimen actual.

Por donde se mire, el panorama político y periodístico argentino se ha teñido de chavismo. Si a alguien le quedaban dudas, que las disipe: hay una nueva relación orgánica entre Venezuela y este país, y eso va mucho más allá de los acuerdos comerciales, el INTI o los bonos. Las medidas progresistas del gobierno venezolano han logrado impactar una vez más en el alma de la política latinoamericana.

Esa nueva relación con Argentina navega en un mar acuerdos (la mayor cantidad firmada en América latina con algún país, excepto Cuba), aproximaciones y contradicciones.

Una de ellas señala que la cultura neoliberal instalada en Argentina, y no impulsar el mismo proyecto político, hacen «extraño» e incompatible mucho algo tan natural, defensivo y necesario como nacionalizar seis empresitas.

Buenos Aires, 24-05-09

El autor es periodista y escritor venezolano, radicado en Buenos Aires desde 1993