Fuentes de la Confederación General italiana del Trabajo (CGIL) indicaron que la protesta convocó a unos 2.700.000 personas en el circo máximo, una plaza del centro de la ciudad, pero la policía cifró la asistencia en 200.000.
La manifestación, en la que abundaron banderas rojas y actuaciones musicales, contó con la participación de varios líderes de la izquierda, como el secretario general del Partido Democrático (PD), Dario Franceschini, y su predecesor en el cargo, Walter Veltroni.
Sólo se dirigieron al público desde un gran escenario representantes sindicales y de colectivos golpeados por la crisis: un inmigrante, un trabajador de una planta de Fiat, un médico, una estudiante, una profesora y una pensionista.
El secretario general del CGIL, Guglielmo Epifani, atacó durante su discurso las políticas económicas de Berlusconi, pidió que no se recorte el presupuesto de educación y exigió mejores políticas de inmigración.
Epifani también pidió a Berlusconi que abra una mesa de diálogo con el CGIL en la que participen los otros sindicatos y la patronal para tomar medidas contra la crisis económica. A su juicio, «a una crisis excepcional se responde con una política excepcional».