Marx señaló que las ideas que dominan en una sociedad son las ideas de la clase dominante. La industria mediática, por lo tanto, va a expresar las ideas del imperialismo, de la burguesía a nivel mundial desde el punto de vista ideológico de esos sectores. Pero lo que ellos presentan a la gente es una distorsión de la realidad. Se habla entonces de que ésta industria mediática pretende alienar, manipular a las masas. Sin embargo en el mundo, en el momento actual, la gente ya no acepta pasivamente lo que los medios le proponen y hay un cuestionamiento serio sobre los contenidos de la industria mediática. ¿Significa esto que los medios perdieron la batalla en este proceso de la denominada “fabricación del consenso”? ¿Acaso la gente está más preparada políticamente, lo que le hace tener mayor conciencia sobre la realidad? O ¿la realidad misma es la que ha hecho que la gente empiece a pensar de manera distinta?
Sí, entre los muchos aciertos de Marx está su afirmación de que las ideas dominantes son las de la clase dominante. Así, como el valor supremo de esta sociedad estriba en acumular dinero, no es de extrañar que la mayoría quieran ser ricos y vivir como ellos, aunque digan que también lloran.
Como se sabe, la industria de la comunicación, llamada también “de la conciencia”, se ha convertido en un sector estratégico de la economía, la política y la cultura, al menos en lo que se viene denominando “primer mundo”, que no existiría sin el expolio de los otros. Y sus beneficios no son sólo económicos directos. Con la difusión e inculcación de sus valores, los propietarios de esta industria persiguen, y hasta cierto punto consiguen, que la mayoría de la población los acepte. Por eso, los medios de comunicación desempeñan también una función importante en la reproducción y legitimación del sistema. Para eso están, para producir beneficios a sus propietarios y para inculcar valores hasta que la mayoría de la población los hagan suyos y adquieran así validez social.
Cierto, la utilización de los medios presupone siempre una manipulación. Pero lo que importa no es que los medios y contenidos de la industria de la conciencia sean manipulados, sino quién los manipula, en provecho de quién y al servicio de qué intereses. La manipulación propiamente dicha se da cuando se produce para beneficio de los pocos y en detrimento de los muchos.
De este modo se priva a los muchos de los conocimientos necesarios para el dominio de su entorno, la sociedad en que viven, y cambiarla para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, esto es, para ser más felices.
La experiencia mediatizada, ilusoria, virtual, de la realidad que reciben través de los medios poco o nada tiene que ver con la de su existencia. ¿Dónde están esas cosas tan bonitas que salen en la tele, pueden preguntarse los millones de niños que ni siquiera tienen acceso al agua?
¿Cómo pueden seguir aplaudiendo los muchos su propia depauperación material y espiritual? Me resisto a creer que así sea. ¿Han tenido la oportunidad de acceder a otros contenidos? Por eso, como los llamados “medios de masas” no satisfacen sus necesidades, empiezan a darles la espalda y a buscar medios alternativos que responden mejor a ellas, esto es, que muestran la realidad, no en su unidad mágica, ilusoria sino en su diversidad y complejidad, en sus contradicciones, a fin de superarlas, claro. De ahí que la atención de los muchos desposeídos se dirija cada vez más a los medios cuyos contenidos concuerdan con la realidad de sus experiencias. No hay que olvidar que la conciencia surge como resultado de la acción y de la experiencia.
Desde posiciones progresistas se ha hecho un permanente cuestionamiento sobre los diversos productos que los medios proponen a la gente como las telenovelas, por ejemplo. Sin embargo, diversas personas acuden a ellas con el único propósito de disipar la mente frente a una dura jornada de trabajo y no necesariamente son objeto de manipulación o alienación. Por ejemplo, en Cuba la gente asume la hora de la novela como un momento especial, el mismo que es imposible perderse. ¿Qué posición, desde el punto de vista político-comunicacional, desde la izquierda, se puede hacer sobre estos productos?
Desde mi punto de vista, condicionado por mi experiencia española y europea, el movimiento progresista, la izquierda, incluido el marxismo, apenas ha dedicado atención y análisis a esta cuestión. Hasta ahora se ha preocupado, sobre todo, por el tiempo de trabajo, por la jornada laboral, por su reducción y, por ende, por la ampliación del tiempo libre, es decir, el tiempo libre de trabajo, el tiempo alienado. Pero apenas hay estudios sobre el tiempo de ocio socialmente necesario para el desarrollo de la subjetividad. Algo apuntó ya a finales del siglo XIX el franco-cubano Paul Lafargue.
Aunque si se mira de cerca, el tiempo libre también es tiempo alienado, tiempo organizado por otros.
El desarrollo multilateral y armónico de la personalidad no sólo exige la apropiación del tiempo trabajo, sino también una cantidad de tiempo libre socialmente necesario. Para ello, este tiempo libre debe ser tiempo propio, no alienado, activo, creador, ocupado principalmente en la adquisición, transmisión e intercambio de experiencias, en el disfrute de lo que gusta hacer y de lo que complementa el desarrollo individual y social. O sea, dicho en términos de Marx, tiempo que facilite el acceso al «reino de la libertad», sobre la base del dominio de la necesidad.
Y para todo esto, el dominio del tiempo parece imprescindible.
Las industrias musical y cinematográfica constantemente hacen campañas a través de los medios para luchar contra la piratería. Las instituciones represivas estatales (jurídicas-policiales) actúan en defensa de los intereses de esas industrias. Los argumentos esgrimidos son de carácter económico, puesto que señalan que esa competencia ilegal les genera serias pérdidas económicas, y también de carácter moral para, en cierta forma, encubrir su codicia monetaria. La piratería, sin embargo, ha permitido a mucha gente acceder a productos que en el mercado oficial o legal no se los encuentra o que tienen un costo elevado y por ello no son de fácil acceso para el común de la gente. ¿Qué validez tienen los argumentos de las industrias señaladas frente a la piratería? ¿Qué posición deben asumir los colectivos sociales de izquierda frente a este hecho?
Teóricamente, sus argumentos y normas pretenden proteger los derechos de los autores, artistas y pequeños empresarios de la cultura. En la práctica, sin embargo, sus principales beneficiarios son los grandes oligopolios que controlan el mercado de la música o el cine. Estos grupos, que con frecuencia representan un grave obstáculo al ejercicio libre y generalizado del derecho a la cultura, apenas resultan dañados por la actividad de la piratería. Los manteros, como se conocen en España los vendedores de CDs y DVDs en las calles, expuestos en mantas tendidas en el suelo, no engañan a sus compradores, que saben que los artículos no son originales sino copias no autorizadas. El perjuicio que produce a las discográficas o a las grandes distribuidoras suele ser, en consecuencia, irrelevante. O en todo caso, menor que los miles de descargas para uso privado que tienen lugar diariamente y que, al menos todavía, no merecen ningún reproche penal. En realidad suele ser una actividad cotidiana, socialmente admitida. Una actividad criminalizada por los detentadores de la propiedad y de la que los jueces empiezan a absolver a los manteros encarcelados por ejercerla.
Como dice el profesor Gerardo Pisarello, “en ausencia de empleos dignos y de una red sólida de seguridad social, la supervivencia en la ciudad, más que una opción, ha pasado a convertirse en un imperativo ineludible para miles de personas. Por eso la respuesta que ofrece el Código Penal, además de reprochable en términos morales y jurídicos, se presenta como altamente ineficaz. En un contexto de crisis como el actual, tratar a los vendedores ambulantes como peligrosos delincuentes es una manera tosca de negar su existencia y su condición. Esta ceguera degrada a la propia sociedad con la que conviven, y resulta todavía más sangrante cuando detrás de la penalización anida, más que el ánimo de proteger derechos generalizables, la abierta connivencia con privilegios de mercado excluyentes e insostenibles.”
Al criminalizar a los manteros no sólo se criminaliza la pobreza: también se elude una discusión de fondo, no demagógica, acerca de las causas reales, económicas y políticas, de la inseguridad y del desorden en nuestras ciudades. Los Juzgados absuelven porque no toda conducta infractora de la ley de propiedad intelectual debe tener necesariamente la grave respuesta del derecho penal, dice una Sentencia de 22 de mayo de 2007.
En América Latina, principalmente entre la juventud, han tenido mucha aceptación los libros best seller de Cuauhtemoc Sánchez o las obras de Paulo Coelho. De igual manera la juventud se siente atraída por las revistas que el mercado les propone donde se habla de música, los ídolos del momento, las fiestas juveniles y donde salen las muchachas y los muchachos retratados en sus espacios de reunión, ya sea en el colegio, en el mall o en su barrio. En el campo musical todavía las y los jóvenes se sienten atraídos por Juanes, Shakira, Britney Spears, Alejandro Sanz, Enrique Iglesias o por ritmos musicales como el Hip Hop o el Rap. ¿Qué elementos positivos y qué elementos negativos tienen estas producciones? ¿Cuáles son las razones para que la juventud se identifique con esos personajes de la música?
Por mi edad no soy consumidor de estos productos, pero como docente universitario sí he podido observar algo los comportamientos de los jóvenes. Aunque los ritmos y melodías de mi juventud eran muy distintos, algunos de mis estudiantes me han enseñado que en su música, para mí estruendosa y alocada, también se manifiesta mucha protesta contra este sistema que los explota.
Sólo puedo decir que el sistema capitalista también ha privatizado los espacios públicos, privando así a los jóvenes de lugares de reunión no comercializados. La reacción de los jóvenes, al menos en España, ha sido la ocupación de ciertos espacios públicos con el llamado “botellón”, algo que las autoridades no ven con buenos ojos y procuran desalojarlos por la fuerza.
Con esta actitud, los jóvenes evidencian una de las carencias de este sistema para establecer y fomentar las relaciones democráticas, tanto para los jóvenes como para los mayores, a saber: los “lugares del tiempo”, esto es, lugares del encuentro, de entrar en contacto, como plazas, patios, etc.
Este tipo de lugares de actividad simultánea parecen desaparecer cada vez más del escenario, ya sea en el trabajo, en público, o en casa. El diálogo con el compañero o compañera de trabajo se ha sustituido por el diálogo con la pantalla del ordenador. La tendencia económica apunta también en otra dirección: la de sustituir los lugares de comunicación intensiva por una profusión cada vez mayor de relaciones comunicativas tecnológicas.
Esto equivale a una creciente mutilación de los aspectos más humanos de la comunicación, la relación e interacción directa entre las personas.
La democracia, como sistema abierto, implica necesariamente espacios abiertos, a los que todos pueden acceder. El espacio público debe ser del público, o mejor dicho, de los públicos, el lugar de encuentro del pluralismo y de la interacción social. En este sentido, los espacios públicos tienen gran importancia para el disfrute y uso colectivo del tiempo libre, de la comunicación, del consumo de cultura, del asueto y esparcimiento, etc.
Es muy significativo que, tras su absorción por la Alemania capitalista, la RFA, los jóvenes de la absorbida Alemania socialista, la RDA, reclamasen la devolución de sus antiguos “lugares del tiempo”, sus lugares de esparcimiento.
La juventud en diversos lugares aparece como contestataria frente al sistema capitalista y al poder adulto adoptando diversas modas en cuanto a peinados, formas de vestirse y hábitos se refiere. Los ideólogos y propagandistas del sistema han sido muy inteligentes, apropiándose en algunos casos de esos elementos de la juventud o en otros fabricándolos ellos mismos para hacerlos aparecer como parte de la rebeldía juvenil. Esto también tiene que ver con el consumo de ciertas drogas. El sistema trata de paralizar a la juventud en unos casos o de cooptarla en otros, dejándoles cierto espacio en el que aparezcan como independientes de esas estructuras de poder. ¿Cómo lograr efectivamente que la juventud no se deje, en forma sutil o abierta, engañar por el sistema y sus mecanismos de alienación?
Por su esencia, el sistema capitalista no puede sino apropiarse de todas aquellas manifestaciones humanas, incluidos los sentimientos, a fin de capitalizarlas. Me parece que los jóvenes son cada vez más conscientes de esta explotación y comercialización. Sorprende que en casi todas las manifestaciones de protesta a que asisto me sienta a veces extraño entre todos los jóvenes que participan. Para mí, esto significa que son conscientes de su explotación y de los deseos de cambio de sistema político, económico y cultural. A nosotros, los mayores, sólo nos cabe contribuir a ampliar su conciencia, como dijo el joven ensayista inglés Ch. Caudwell que murió combatiendo el fascismo durante la Guerra Civil Española. Esto es, contribuir a desentrañar los múltiples y sutiles mecanismos de manipulación y dominio existentes en esta sociedad de libre mercado, como se autodefine hipócritamente.
Aunque lo que impera en la organización social actual es la animalidad, la ley de la selva, los valores del más fuerte, la cooperación y la solidaridad están en el origen de la humanidad. El ser humano surge cuando empieza a prestar atención al otro. Sin la cooperación y la solidaridad no hubiera podido elevar su animalidad a humanidad, crear el lenguaje, la cultura, etc., y alzarse sobre el resto de los animales. De ahí que la solidaridad emerja como una categoría óntica y, al mismo tiempo, política, tanto ayer como hoy.
La juventud es rebelde, impetuosa. Sin embargo, esa rebeldía muchas veces no se expresa contra el sistema como una totalidad, sino contra cosas que competen a la individualidad de cada joven y que tienen que ver principalmente con problemas de su vida cotidiana. A muchas y muchos jóvenes no les interesa militar políticamente en organizaciones revolucionarias, de izquierda. Cansados tal vez por la palabrería, el dogmatismo y sectarismo de diversos grupos, más precisamente sectas, se decepcionan de pertenecer a ellos. La falta de respuestas concretas a esos problemas cotidianos, también aleja a la juventud de esas organizaciones. En cambio, otras y otros jóvenes se vinculan a grupos religiosos o forman parte de clubes de fans de artistas o deportistas. ¿Qué propuestas concretas y qué tareas inmediatas se deberían plantear los colectivos y las organizaciones de izquierda, revolucionarias para que la juventud participe, se implique y se sienta identificada con estos grupos?
Los jóvenes tienen buenas razones para estar desengañados con los partidos y organizaciones de izquierda. En España, al menos, es cierto que su cultura cainita los ha llevado a la fragmentación extrema en que se encuentran hoy. Obsesionados con la conservación de sus parcelitas de poder en el aparato o en las instituciones, malgastan sus vidas y sus proyectos en palabrería huera, a la caza de una supuesta “línea correcta”. Mientras tanto la revolución puede esperar. Y los jóvenes que se acercan a ellos se ven frustrados y lo abandonan pronto.
Pero como el ser humano no puede vivir sin los demás, en plan Robinson, busca satisfacer sus necesidades de relación con los otros en los clubs y sectas religiosas. De ahí que, frente a la ética de la exclusividad y del individualismo haya que contraponer la ética de la solidaridad y la cooperación.
América Latina está viviendo una situación revolucionaria muy favorable para las fuerzas de izquierda. El triunfo del candidato del FMLN en El Salvador, Mauricio Funes, pese a la brutal campaña mediática en su contra, demuestra que hay un avance significativo a nivel político en los pueblos latinoamericanos que desean un cambio radical del sistema imperante. Los presidentes Hugo Chávez, Evo Morales, a pesar de estar sometidos al ataque furibundo de falsimedia, no han sido derrotados por las fuerzas de la derecha, gozando todavía del respaldo popular. En América Latina se vive y se siente el avance de la Revolución. En los medios se lee, se escucha y se ve, frente a esta situación desfavorable para el imperialismo y la burguesía, constantemente los llamados al diálogo, a la convivencia pacífica, a la conciliación. Hablan de la unidad nacional, de la necesidad de vivir en armonía y de todas y todos salir adelante. Sin embargo, cuando han existido períodos de reflujo, no han escatimado, absolutamente nada, para incitar a la desobediencia civil, al terrorismo, a los golpes de Estado contra esos regímenes y gobiernos progresistas. ¿Cuál debe ser la postura de la intelectualidad de izquierda y de los colectivos sociales revolucionarios frente a falsimedia en las circunstancias políticas que hoy vive América Latina?
Desde la Atlántida de Platón, la Civitas Dei de Agustín de Hipona, la Civitas Solis de T. Campanella, la Utopía de Tomás Moro y así hasta la Ilustración y los socialistas utópicos del siglo XIX, muchas de esas ensoñaciones sociales se sitúan en América, al otro lado del Atlántico. Los movimientos de independencia respecto de las metrópolis europeas incorporaron gran parte de los ideales de la Revolución Francesa de 1789, con su lema de libertad, igualdad, fraternidad y sus derechos del hombre. Esos ideales, junto con los de las revoluciones socialistas del siglo XX, renacen ahora en Venezuela y en los procesos emancipadores que se expanden por América Latina, particularmente en Bolivia, Brasil, Ecuador, etc. Cobra nueva vida el principio de esperanza. Un principio que se opone también a los modos de operar del tardocapitalismo, que no hace sino ampliar la brecha entre ricos y pobres en el mundo.
La tarea de la izquierda estriba en descubrir las contradicciones, analizarlas y comentarlas. Ese sigue siendo el gran cometido. La receta consiste en mantener la debida distancia ante los temas y el compromiso con el público, esto es, con el pueblo.
Si la capacidad diferenciadora de los grandes medios y de la comunicación institucional, académica, no puede o no quiere plantearse preguntas en el sentido ilustrador, la inteligencia humana tiene que utilizar otros medios para hacerlas.
Plantear ahora preguntas incómodas, provocadoras, significa hallar las respuestas de mañana. Omitirlas equivale a no cumplir debidamente la profesión de comunicador o de formador de comunicadores. Si la comunicación organizada de los grandes medios periódicos y de las instituciones no indagan los conflictos ni se los cuestionan, éstos estallarán de una manera o de otra. Los medios de comunicación son útiles mientras verbalicen los conflictos latentes antes de que empiecen a volar las piedras y la fuerza bruta desplace a la dialéctica de pregunta y respuesta.
Desde la perspectiva cultural conviene asimismo abandonar el eurocentrismo europeo. El abandono del eurocentrismo implica también el concepto de que cultura es sinónimo de cultura occidental, euronorteamericana. La cultura es universal, y entre los componentes de la cultura latinoamericana hay que tener muy en cuenta tanto las culturas indígenas como su componente afroamericano. Pues, los 20 millones de africanos que llegaron a América entre los siglos XVI y XIX, y no voluntariamente, no sólo aportaron su fuerza de trabajo barata o gratuita, sino también valores culturales que, en su mestizaje o pureza han enriquecido el acervo cultural de América.
Contra las FARC-EP existe una campaña internacional de desprestigio orquestada por el imperialismo y la burguesía colombiana, hoy liderada por el narcoparamilitar de Álvaro Uribe. Muchos intelectuales “progre”, así como organizaciones de “izquierda”, se han sumado a los ataques contra esta organización revolucionaria colombiana a la que se le acusa de estar vinculada al narcotráfico internacional, al secuestro y a la extorsión. Incluso José Saramago ha expresado un rechazo frontal contra las FARC-EP. Muy poco se conoce sobre la realidad. Por ejemplo, cuando salieron las fotos de Ingrid Betancourt en la selva, se habló de que estaba en una situación calamitosa, al borde de la muerte, que sufría enfermedades terminales, etc. La realidad fue totalmente distinta, pero la imagen de las FARC-EP ante el mundo quedó totalmente denigrada. ¿Cómo comunicólogo y cómo hombre de izquierda cuál es su análisis sobre esto?
Las primeras imágenes de la señora Betancourt desmintieron de golpe la campaña falaz de su martirio a manos de las FARC, tan aireado una y otra vez por los medios. Aquí sí fue cierto lo de que una imagen vale más que mil palabras. Otro tanto ocurrió con el “poeta de la silla de ruedas”, torturado hasta la incapacidad física por el “régimen” cubano. Y digo lo de “régimen” porque en ningún medio del susodicho mundo libre jamás se dice que Cuba tenga un gobierno o una administración. Sin embargo, al aterrizar en el aeropuerto de Madrid bajó tan campante la escalerilla del avión por su propio pie, rebosante de salud, para la estupefacción de los numerosos periodistas que lo esperaban.
Los medios defensores del capitalismo no van a reconocer sus mentiras ni su manipulación. Tienen que defender los intereses de sus propietarios. Compárese un simple telediario de un canal de PRISA, por ejemplo el del Canal Cuatro en España, con otro de Telesur para ver la enorme diferencia de sus contenidos.
Como bien se sabe, la información veraz que reclaman estos paladines de la libertad de información jamás incluye los puntos de vista de quienes ellos llaman “antisistema” o terroristas. Eso sería contrario a sus intereses. Esa es su tarea. Y la cumplen lo mejor que pueden. La libertad de información se reduce en última instancia a la libertad de acceso. Sin la inclusión de los puntos de vista del adversario el receptor no puede formarse un juicio veraz de la realidad.
A los colectivos sociales de izquierda, revolucionarios, que no tienen los suficientes recursos y que no tienen en su poder la tecnología que si lo tiene la industria mediática ¿qué recomendaciones, qué ideas les da para constituir verdaderos medios opuestos políticamente al orden establecido, pero sin perder de vista el humor, la alegría y la belleza?
Toda comunicación se inicia y acaba en el grupo primario, en el cara a cara. Los medios primarios, los del contacto elemental humano, son los que permiten el mayor grado de autodeterminación. Son los medios de libre disposición. Sin embargo cada vez se utilizan menos, debido a que los medios ajenos, heterodeterminados, colonizan el tiempo y el espacio.
Y el medio propio por excelencia es el lenguaje.
Si bien es el trabajo el que modifica las condiciones sociales, el lenguaje es el instrumento utilizado para acelerar o frenar el cambio de esas condiciones. A través de la comunicación, del intercambio de informaciones, los seres humanos toman conciencia de sus experiencias, que contrastan con otros al expresarlas. La primera toma de conciencia se efectúa en el pronunciamiento del mundo, como decía Paulo Freire. La comunicación es necesaria para la verificación del conocimiento y el acuerdo en la modificación de las condiciones sociales. En este sentido, la fuerza de convicción de las palabras reside en su concordancia con la realidad. El lenguaje le da forma al mundo. La palabra es el primer ejercicio del poder.
La «sociedad de medios», como se denomina a veces el estadio actual de la evolución medial, esto es, la era de la comunicación electrónica, no hace sino poner de manifiesto la necesidad de la comunicación primaria, la comunicación del contacto elemental humano.
En la conversación con el otro, en el diálogo enriquecedor es donde puede verificarse el conocimiento y de dónde puede surgir la solidaridad
La comunicación es cada vez más mediatizada y menos dialógica (P. Freire), lo que equivale a perder humanidad. El vacío dialógico de esta «sociedad de la comunicación» tiene su contrapartida ilusoria en el éxito de las sectas y de las tertulias de Internet.
Cierto, el público sólo puede alcanzarse a través de los medios. En la actualidad, como el público debe aceptar los nuevos medios electrónicos a fin de sufragar el gasto enorme de los inventores y propietarios, apelar a los legisladores es tan fútil como apelar a la responsabilidad de periodistas y editores.
Habría que partir, más bien, desde abajo. Se podría intentar:
· Crear público con medios alternativos que no funcionen con criterios comerciales, y denunciar los intereses de la industria medial.
· Realizar un trabajo de ilustración en las escuelas, establecer el estudio de los medios como asignatura.
· Fomentar la competencia comunicativa. No basta con ser un receptor «crítico». Hay que ser consciente del papel que uno juega en el proceso de la comunicación de masas y de las posibilidades que tiene para articular, expresar y satisfacer las múltiples y variadas necesidades.
Porque, como dice Faustino Cordón, la única manera de ser feliz es entender la realidad para dominarla.