La tabla que el lector puede ver abajo es un resumen de los datos del Banco Central sobre la entrada y la salida de capital extranjero del Brasil en los últimos 18 años – y de las pérdidas que nosotros sufrimos. Muchas conclusiones pueden ser sacadas, pero nos parece evidente que la principal es que la llamada Inversión Directa Extranjera (IDE) – dinero que entra para comprar empresas públicas y privadas nacionales – se volvió la forma por excelencia de expoliación del país.
Si antes – durante la dictadura y luego después – la forma de drenar recursos del Brasil y demás naciones periféricas para los EUA, y otros países centrales, era la deuda externa, en especial los intereses de la deuda externa, hoy el mecanismo predominante son las remisiones de lucros (declaradas o disfrazadas) resultantes de la compra de empresas estatales y privadas. Se trata de una dominación mucho más violenta – porque es una ocupación directa de la mayor parte de la economía de los países dependientes – que la anterior.
Por cierto, esta forma de expoliación no solamente sucede a la otra, sino que es un producto de aquella. Después de transformar a los países pobres en países miserables, el pillaje de la deuda amenazaba quebrar a los propios bancos de Wall Street y lugares parecidos. Primero, porque los países expoliados no tenían más recursos para continuar siendo devastados por pagamentos de intereses, tal como lo fueron en la década de 80. Segundo, porque la resistencia que esa devastación provocó, comenzaba a llevar a consecuencias políticas indeseables para las camadas dominantes en los países centrales. Fue así que surgió la idea, primeramente en su forma más grosera, a la Margaret Thatcher, de proponer abiertamente que pagásemos la deuda con patrimonio, o sea, que los “acreedores” convirtiesen la deuda en activos – apropiándose de empresas públicas y privadas, además de recursos naturales y fuentes de materia-prima de los países “deudores”.
La caída de barreras para el vagabundeo infinito del capital parasitario alrededor del mundo – una de las más evidentes facetas del neoliberalismo – fue la respuesta que ellos encontraron para el problema. Hasta recientemente, lo que llamó la atención fue la invasión del capital meramente especulativo, entrando y saliendo de los países, quebrándolos, atacándolos, casi liquidándolos.
Sin embargo, al lado de ese capital especulativo – y más importante que él – vinieron las incursiones macizas de la llamada “inversión directa extranjera”: la compra de empresas a los miles, que en seguida pasaron a remitir lucros para el exterior, depredando así a los países de la periferia del sistema.
Hasta inclusive en magnitud, lo que entró en el Brasil de 1995 a 2008 en “inversión directa extranjera” (IDE), US$ 305 mil millones y 292 millones, fue muy superior a los US$ 131 mil millones 535 millones que entraron en capital puramente especulativo (“inversión extranjera en cartera” – IEC).
En cuanto a los préstamos, que eran la forma principal de expoliación en las décadas anteriores, en el mismo período (1995-2008) el ítem “otras inversiones extranjeras” (OIE), en el cual son incluidos los préstamos en moneda, sumó apenas US$ 15 mil millones y 101 millones.
DESNACIONALIZACIÓN
Ya analizaremos otros resultados numéricos que están en la tabla de esta página. Antes, es necesario decir que a partir del gobierno Fernando Henrique nunca tantas empresas brasileñas fueron desnacionalizadas, jamás hubo tantas empresas extranjeras dentro del país y jamás ellas dominaron una franja tan grande de la economía.
Las telecomunicaciones, la distribución de energía eléctrica, la distribución de gas, las Tvs a cabo (aunque a través de “naranjas”, para burlar a la ley) son casos notorios.
Pero no son apenas esos sectores, la mayor parte de los cuales fueron “privatizados”. ¿El lector ya escuchó hablar de las empresas norteamericanas General Growth Properties (GGP), CB Richard Ellis, en Becker Group o en la canadiense Ivanhoe Cambridge? Pues son empresas dueñas de buena parte – probablemente la mayor parte – de los shopping centers instalados en nuestro país.
Ni que hablar de los supermercados – donde el americano Wall-Mart, el francés Carrefour y el medio-francés Pão de Açúcar monopolizan el comercio. Ni de los bancos, donde, de los 10 mayores bancos privados, nada menos que 7 son extranjeros: ABN Amro, HSBC, Santander, Citibank, Deutsche Bank, UBS y el indefinible Safra.
Recientemente las 145 tiendas de la Red Quero Quero, que vende material para construcción civil y más casi todo lo que se pueda imaginar en el Sur del país, pasaron para la propiedad del fondo norteamericano Advent. El grupo francés Louis Dreyfus es uno de los mayores productores de azúcar y alcohol – después de adquirir las usinas del grupo pernambucano Tavares de Melo. Y sería preciso bastante más que las ocho páginas de nuestro periódico para listar todos los casos de desnacionalización, o sea, de la compra de empresas brasileñas por la “inversión directa extranjera” en los últimos años.
Una de las características de esa “inversión directa extranjera” (IDE) es que, con una excepción o otra, ella no viene para acá, como en la época de Juscelino Kusbistchek, para instalar nuevas fábricas o cualesquiera nuevos emprendimientos. Su negocio es comprar lo que ya fue construido por brasileños.
Así, empresas que antes invertían sus lucros en el Brasil, pasan a remitirlos para sus matrices en el exterior, tanto oficial como disfrazadamente, y en parcelas crecientes, cada vez más obesas.
Veamos algunos datos de la tabla abajo, todos del Banco Central.
Las remesas del ítem “rentas”, que comprenden las remisiones oficiales de lucros, que eran de US$ 11 mil millones 773 millones en 1990 y US$ 11 mil millones 57 millones en 1995, suben para US$ 14 mil millones 876 millones en 1997; US$ 18 mil millones 188 millones en 1998; US$ 20 mil millones 520 millones en 2004; US$ 25 mil millones 967 millones en 2005; US$ 27 mil millones 480 millones en 2006; US$ 29 mil millones 242 millones en 2007; y US$ 40 mil millones 562 millones en 2008.
En suma, entre 1995 y 2008, como el lector puede confirmar por la tabla abajo, solamente las remesas del ítem “rentas”, que incluye la remisión oficial de lucros para el exterior, sumaron US$ 292 mil millones 182 millones!
¿Qué es lo que pasó para que aumentase tanto la remesa de lucros?
Lo que pasó, fundamentalmente, es que, a partir de 1995, primer año del gobierno Fernando Henrique Cardoso, aumentó exponencialmente la entrada de “inversión directa extranjera” (IDE), debido a la política entreguista, que permitió que el capital extranjero adquiriese estatales y empresas privadas a granel – así, si hasta 1994 la entrada de IDE se mantenía entre 1 y 2 mil millones de dólares, en 1995 ella se duplicó, fue para US$ 4 mil millones 405 millones; en 1996, más que se duplicó: US$ 10 mil millones 791 millones; en 1997, por poco no se duplica por la tercera vez sucesiva: US$ 18 mil millones 992 millones.
Después, vino el diluvio: en 1998, US$ 28 mil millones 855 millones; en 1999, US$ 28 mil millones 578 millones; en 2000, US$ 32 mil millones 779 millones; en 2001, a pesar de comenzar a decrecer, todavía entraron para comprar empresas US$ 22 mil millones 457 millones; y en 2002, todavía US$ 16 mil millones 590 millones.
En resumen, durante los ocho años del gobierno Fernando Henrique entraron US$ 163 mil millones 449 millones de capital extranjero fundamentalmente para comprar empresas, sin contar el capital puramente especulativo (que sumó US$ 67 mil millones 488 millones). Para que el lector tenga una idea, US$ 163 mil millones 449 millones es mucho más que lo que entró de “inversión directa extranjera” en el país desde Cabral hasta 1995, o sea, en los 495 años que van desde el descubrimiento del Brasil hasta la subida al gobierno de Fernando Henrique.
El resultado fue – o está siendo – desastroso para nuestras cuentas externas. En el gobierno Fernando Henrique se usaban las entradas de capital extranjero para cubrir el absurdo déficit comercial provocado por el propio gobierno. En el gobierno Lula, dejamos de tener déficit comercial. El problema es que el saldo del comercio exterior ha servido para cubrir el agujero causado por la entrada de IDE – o sea, para cubrir la remesa de lucros de las filiales de empresas externas. Y, con la crisis, la transferencia de recursos para cubrir agujeros en las matrices tiende a acelerarse – y a engordar. Pero, veamos, entonces, la totalidad de lo que entró y de lo que salió de capital extranjero.
Usando los términos del Banco Central – por su vez retirados del manual del FMI – las entradas de capital extranjero están divididas en tres modalidades:
1) La “inversión directa extranjera” (IDE), a que nos referimos – dinero para comprar o instalar empresas más los préstamos de las matrices a sus filiales.
2) La llamada “inversión extranjera en cartera” (IEC) – dinero puramente especulativo que viene a manipular cotizaciones en la Bolsa de Valores o embolsar intereses de los títulos públicos.
3) Las “otras inversiones extranjeras” (OIE) – que incluyen los préstamos en moneda.
Esas entradas – cuando hay entradas – provocan dos tipos de salidas:
a) “Rentas” – que incluyen la remesa de lucros y dividendos tanto de IDE cuanto de IEC, el pago de intereses de los préstamos de las matrices a las filiales de las compañías extranjeras, los intereses de títulos de deuda con renta fija y los intereses de crédito de proveedores. Vean que los “intereses de los préstamos de las matrices a las filiales de las compañías extranjeras” son remesas de lucros disfrazadas.
b) “Servicios” – que incluyen pagamento de intereses en general, pagamento de fletes, gastos con viajes internacionales, pagamento de royalties, alquiler de equipamientos, licencias y seguros. Algunos de esos ítems son, evidentemente, otras remesas de lucros disfrazadas.
Entonces, veamos el resultado de la suma de las entradas, menos la suma de las salidas:
Durante los cuatro primeros años del gobierno Fernando Henrique, hay un saldo de capital extranjero. Sumándose IDE, IEC y OIE, entraron US$ 229 mil millones 373 millones. Sumándose las salidas (“servicios” más “rentas”), se obtiene US$ 194 mil millones 728 millones.
Fue ese resultado que hizo el desvariado Gustavo Franco proclamar que el capital extranjero era una cornucopia interminable que iría sustentar el país indefinidamente. Pero el capital extranjero no estaba sustentando al país – estaba comprando sus empresas y sobornando algunas altas autoridades.
Enseguida, naturalmente, haría lo que siempre es su propósito al colocar dinero en algún lugar: saquear los recursos del país. Pues, ¿para qué ellos colocarían dinero si no fuese para drenar recursos para la matriz?
DEBACLE
Así, en 1999, primer año del segundo mandato de Fernando Henrique, comenzó la debacle: entraron US$ 22 mil millones 897 millones al todo [sumándose “inversión directa extranjera (IDE)” más “inversión extranjera en cartera (IEC)” más “otras inversiones extranjeras (OIE)] y salieron, sumándose remesas de “servicios” y remesas de “rentas”, US$ 25 mil millones 825 millones. Por lo tanto, fueron drenados para el exterior, efectivamente, US$ 2 mil millones 928 millones.
En el año siguiente, a pesar de la entrada de US$ 21 mil millones 565 millones, con la salida de US$ 25 mil millones 460 millones, el país perdió US$ 3 mil millones 895 millones. Las pérdidas alcanzaron el paroxismo en el año de 2002, cuando se perdió US$ 11 mil millones 968 millones, más que los US$ 11 mil millones 261 millones de capital extranjero que entraron.
El gobierno Lula tuvo que aguantar la continuación de esa depredación constante del país. Con la magnitud de capital extranjero que había entrado en los ocho años anteriores, nunca la economía fuera tan desnacionalizada. En este período, hubo dos años en que entró mucho IDE: 2007 y 2008. Así, además de las empresas vendidas al exterior durante el gobierno Fernando Henrique continuaren a remitir lucros para sus matrices, se sumaron otras, adquiridas ahora. Así es que, entre 2003 y 2008, a pesar de una entrada total de capital extranjero de US$ 192 mil millones 354 millones, el país perdió US$ 29 mil millones 354 millones, con remesas para el exterior de US$ 221 mil millones 708 millones.
Reparemos que esas pérdidas se dieron a pesar de, en 2006, haber entrado US$ 43 mil millones 591 millones; de, en 2007, haber entrado US$ 96 mil millones 176 millones; y, en 2008, US$ 52 mil millones 664 millones.
Pero sumemos el total: entre 1995 y 2008 entraron US$ 421 mil millones 727 millones y salieron US$ 416 mil millones 436 millones, si sumamos las varias modalidades de capital extranjero. Un saldo, algo ridículo de US$ 5 mil millones 291 millones. O sea, aunque ese saldo fuese permanecer, perdemos el control sobre, talvez, la mayor parte de nuestra economía, con la venta de miles de empresas, todas desnacionalizadas, para obtener un saldo de poco más de US$ 5 mil millones!
Sin embargo, si analizamos los últimos resultados mensuales, veremos que ni eso es verdadero. Pues, en diciembre de 2008 las salidas fueron de US$ 5 mil millones 647 millones, con pérdidas (después de descontado lo que entró) de US$ 5 mil millones 473 millones. En enero de este año, esas pérdidas fueron de US$ 2 mil millones 251 millones. Y en febrero, datos preliminares del Banco Central, esto es, datos que tienden a ser revisados para arriba (esta es la tradición en el BC), apuntan resultado semejante al de enero – en un mes que tuvo apenas 28 días.
Por lo tanto, en apenas dos meses estamos a cero en la cuenta del capital extranjero y aumentando cada vez más las pérdidas*. Y, reparemos, para obtener ese resultado, recurrimos al período que va de 1995 a 2008. Si tomamos apenas el segundo mandato de Fernando Henrique en adelante, las salidas fueron de US$ 352 mil millones 24 millones contra entradas de US$ 317 mil millones 923 millones. Las pérdidas, por lo tanto, fueron de US$ 34 mil millones 101 millones.