Editorial de Gara

Numerosos actos se sucedieron ayer con motivo del Día Internacional de la Mujer. Unos, los institucionales, recordaron los avances en materia de igualdad y reconocimiento de derechos de la mujer. Son los que no se repetirán hasta el próximo 8 de Marzo. Otros muchos, de la mano del movimiento feminista, sin embargo, evidenciaron que, más allá de reconocimientos oficiales, los derechos reales de las mujeres lejos de plasmarse en una conmemoración anual, precisan de la implicación diaria de la sociedad.
 

Este 8 de Marzo ha girado en torno a la crisis económica y al derecho al aborto. Una crisis que para las mujeres no es novedad en cuanto a precariedad y discriminación laboral y que, además, será más devastadora para ellas en cuanto a pérdidas de empleo se refiere. En cuanto a la exigencia del aborto libre, es preciso poner en evidencia las legislaciones que supuestamente pretenden garantizar derechos pero que en realidad niegan algo tan elemental como que las mujeres puedan decidir sobre su propio cuerpo, fruto de un sistema económico y social capaz de compatibilizar la persecución a quienes deciden interrumpir su embarazo con la marginación laboral de las trabajadoras que deciden ser madres; que evita e incluso entorpece la necesaria educación sexual que incida precisamente en una mayor prevención frente al aborto; que proclama la igualdad de sexos pero discrimina a uno de ellos; que, en definitiva, se sustenta en los valores patriarcales que pretenden justificar tanta violencia física y psíquica hacia las mujeres. Todo ello no carece de explicaciones que se extienden desde el ámbito moral hasta el puramente técnico, pero fáciles de resumir en una sola palabra: hipocresía.

 

Hoy las páginas de GARA recuerdan el proceso contra la «brujería» en Lapurdi protagonizado por el tristemente famoso en estas tierras Pierre de Lancre, cuyas víctimas fueron mayoritariamente mujeres. Ciertamente, se trataba de otra época; sin embargo, 400 años después las mujeres día a día siguen padeciendo esa «culpabilidad» de ser mujer, a pesar de que los discursos institucionales pretendan desmentirlo una vez al año.