Sebastián Pellegrino
APM

Los mandatarios reunidos en Londres se comprometieron a regular y expandir el crédito en los próximos años. Sin embargo, todo apunta a reestablecer el sistema financiero tal cual era antes de la crisis.
Para sintetizar los resultados del encuentro del G-20, puede decirse que lejos quedó la aspiración expresa de una “nueva arquitectura financiera”, tal como pretende afirmar el premier inglés, Gordon Brown.

El todo o sistema quedó fuera de discusión; las partes sí fueron abordadas, y precisamente aquellas que iniciaron la crisis y hoy se pretenden recuperar. El Presidente estadounidense, Barak Obama abogó, junto a su par y anfitrión de la cumbre, por coordinar estímulos financieros (o salvatajes de bancos) y ampliar el capital de los organismos de crédito. Lo logró.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) resultó ser el principal beneficiario: recibirá inyecciones de capital, desde las arcas de los 20, hasta llegar a 750.000 millones de dólares para la financiación de países socios.

Además, el FMI contará con una emisión de Derechos Especiales de Giro (unidad de cuenta del FMI, armada en base a una canasta de monedas de circulación internacional) por 250.000 millones adicionales.

Estos datos indican que se premiará al organismo de crédito que no cumplió con sus tareas de previsión, regulación y asesoramiento de las finanzas internacionales.

Por otra parte, temas como la aspiración de una entidad mundial para la normalización y control de los movimientos de capital, y la eliminación de paraísos fiscales se diluyeron en ideas a futuro y de difícil implementación.

Si bien la creación del Consejo de Estabilidad Financiera podrá prevenir, eventualmente, próximas crisis, sus logros no llegarán a tiempo para la que hoy atraviesa el mundo.

La economía real requiere medidas también reales y efectivas, en un año en que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prevé la pérdida de 50 millones de puestos de trabajo y alarmantes índices de recesión global.

Otra deuda de la cumbre: el comunicado final señala que la Organización Internacional de Comercio (OIC) se compromete a reactivar la Ronda de Doha para la liberalización del comercio mundial. Abstracta y renovada expresión que choca con el muro proteccionista sostenido por Obama y sus aliados europeos.

Por último cabe señalar que China y gran parte de los países emergentes no lograron discutir con las demás potencias la creación de una moneda internacional de referencia, lo que complica aun más el futuro de la crisis por la fragilidad de la economía estadounidense y su moneda.

En fin, pocos cambios y muchos retoques. Una cumbre más, otra oportunidad perdida. En resultado: un FMI recargado.

spellegrino@prensamercosur.com.ar