Samuel García
No es muy popular señalar a los ganadores cuando se está pasando por una grave crisis. Y más aun cuando en las crisis no sólo está de por medio el dinero o el futuro de una que otra empresa, sino la vida de docenas o de miles de personas.
Ése es el caso de las grandes empresas farmacéuticas del mundo que se dedican a investigar, fabricar y vender medicamentos. En crisis de salud pública como la que se vive en México con la llamada influenza porcina, las grandes farmacéuticas se convierten en verdaderas «tablas de salvación» y, claro, sus ganancias se van al cielo.
Ayer mismo la acción del gigante farmacéutico Roche Holding AG subió 3.51 por ciento en la bolsa de Zurich, donde cotiza, después de darse a conocer que algunos gobiernos están solicitando incrementar sus reservas de antivirales, de los cuales Roche (que fabrica fosfato de oseltamivir con el nombre comercial de Tamiflú) es uno de los dos fabricantes mundiales.
Roche incrementó sustancialmente la producción de Tamiflú en 2005, después de que países asiáticos habían sido fuertemente afectados por la gripe aviar entre 2002 y 2003 con el llamado Sindrome Respiratorio Agudo (SARS), que devastó a la industria avícola de varios países y causó centenares de fallecimientos entre la población.
El Tamiflú es uno de los medicamentos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha considerado como efectivos para reducir los efectos de la influenza y cuya patente fue desarrollada por Gilead Sciencies Inc -empresa de la que es accionista el ex secretario de defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld – y que firmó contratos con la subsidiaria estadunidense F. Hoffman-La Roche Ltd para fabricar y distribuir el producto hasta 2016.
Una apuesta afortunada para el gigante suizo después de que en los últimos años el mundo se ha visto amenazado, en varias ocasiones, por potenciales crisis de salud pública derivada de la mutación del virus de la influenza. gobiernos, como los de Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, han destinado miles de millones de dólares a constituir importantes reservas de medicamentos (principalmente antivirales -como el Tamiflú- y antibióticos) para hacer frente a una potencial pandemia por influenza entre su población.
Ya en 2006 el gobierno mexicano había destinado hasta 600 millones de pesos para la creación de una reserva de esta naturaleza ante la grave amenaza del virus H5N1 en ese año, además de la intención de crear en territorio nacional una vacuna contra la influenza aviar en los Laboratorios Biológicos de México (Birmex) una empresa del sector salud. En aquel momento el director de epidemiología de la Secretaría de Salud, Pablo Kuri, hablaba de que el país contaba con 1.5 millones de tratamientos completos de Tamiflú en su reserva estratégica, así como 179 mil tratamientos de antibióticos, como parte de un programa especial para enfrentar la amenaza que denominaron «Escudo Centinela» y que en su peor escenario estimaba que una pandemia por influenza aviar podría alcanzar a entre 25 y 30 por ciento de la población. (El Semanario, 12 de octubre de 2006, «Influenza Aviar. La Gran Amenaza»)
En aquel tiempo el Banco Mundial había estimado que en un escenario pesimista una pandemia por influenza aviar entre humanos significaría erogar recursos por al menos 2 mil millones de dólares; una estimación que para la influenza porcina que enfrenta México, como epicentro de una potencial pandemia en el mundo, se ha estimado que podría elevarse hasta los 3 mil millones de dólares.
Esperamos que ese escenario no se presente. Faltaba más. Pero por lo pronto Roche ha dicho que tiene disponible 3 millones de dosis de Tamiflú y que puede fabricar 400 millones de dosis al año, a través de alianzas que tiene en el mundo. Esperamos que esta vez Rumsfeld pierda.