Agencias / Aporrea.org


(Foto: Marcelo García, Prensa Presidencial)
El presidente estadounidense, Barack Obama, se defendió ayer de las críticas de algunos legisladores republicanos que reaccionaron ante su amable conversación y los fuertes apretones de manos con su homólogo venezolano, Hugo Chávez.

Obama, en el marco del último día de la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, dijo que creía que había allanado el camino para el «diálogo franco» con países como Venezuela y Cuba, cuyas relaciones con Estados Unidos son tirantes y prácticamente inexistentes.

En una conferencia de prensa al terminar el encuentro, el mandatario norteamericano declaró que «es imposible que como consecuencia de estrechar la mano o mantener una educada conversación con el señor Chávez estemos poniendo en peligro los intereses estratégicos de Estados Unidos». Y agregó que tiene «grandes diferencias con el presidente venezolano en temas como política económica y extranjera».
Avisos Google

«Ha habido instancias en que hemos visto a Venezuela interferir con algunos de los países que le rodean de maneras que estimo preocupantes», agregó el mandatario.

Obama llegó a la frondosa y montañosa isla del Caribe con el fin de forjar nuevas relaciones con la región que se sentía prácticamente ignorada por su predecesor, y lo logró. Bajo la mira por las tensiones sobre el embargo que Estados Unidos mantiene sobre Cuba, Obama declaró que buscaba «un nuevo comienzo» en su relación con la isla.

Sin embargo, algunas de las viejas tensiones permanecieron. El presidente de Bolivia, Evo Morales, enfrentó a Obama en una sesión privada y denunció que Estados Unidos se entromete en su país y que conspiran para asesinarlo. Obama respondió: «Estoy absolutamente en contra y condenamos cualquier acto de violencia para derrocar a los gobiernos elegidos democráticamente».

Críticas. El senador republicano por Nevada, John Ensign, se quejó ayer en una entrevista a la cadena de noticias CNN de la actitud «irresponsable que el presidente» Obama tuvo al ser visto riendo y bromeando con Chávez, «uno de los más anti- americanos líderes del mundo». Ensign calificó al mandatario venezolano de «cruel dictador» y señaló que «cuando se habla del prestigio de Estados Unidos, de la presidencia de Estados Unidos, debes ser cuidadoso sobre con quien se te ve que bromeas».

Los gestos y la voluntad de diálogo de Obama hacia Cuba también molestaron a algunos legisladores republicanos. Es este el caso de Lindsay Graham, representante por Carolina del Sur, la cual señaló: «que primero liberen a los prisioneros y luego nos pondremos a hablar».

Al terminar la Cumbre, durante la conferencia de prensa, Obama reiteró su pedido a la isla de que libere a los presos políticos, permita más libertades y reduzca las cuotas a las remesas que se envían desde Estados Unidos a la isla.

El presidente también sostuvo que el acercamiento a Cuba y Venezuela proporciona «una oportunidad para un diálogo franco en torno a una serie de asuntos, incluyendo cuestiones cruciales como democracia y derechos humanos en todo el hemisferio». De todos modos agregó: «las pruebas para nosotros no son simplemente palabras sino también hechos».

Sobre su acercamiento puntual a Chávez, Obama se justificó: «Mantuve reuniones con todos los líderes, incluyendo con (el presidente nicaragüense Daniel) Ortega». Este también es considerado un ferviente detractor de Washington.

Obama también reconoció que aprendió varias cosas sobre Cuba en su viaje por Trinidad y Tobago y se declaró sorprendido por la forma en que otros países hablan de la diplomacia médica de la isla.

El líder venezolano fue quien llevó la resistencia sobre Cuba a la Cumbre de las Américas, con el objetivo de contrariar la ofensiva de carisma de Obama. Pero, al fin y al cabo, y sin que el mandatario estadounidense pusiera mucho de su parte, además de presentarse a Chávez y tenderle la mano, fue el presidente venezolano el que dio el primer gran paso y anunció este fin de semana al nuevo embajador de Venezuela para Estados Unidos, tras haber retirado al anterior en 2008 (ver aparte).

Tras los años de la presidencia de Bush, en que varios países latinoamericanos se sintieron ignorados por la gran potencia, el mandatario estadounidense sostuvo durante la cumbre que está dispuesto a «iniciar un nuevo capítulo». «No vine a debatir el pasado, vine a hablar del futuro», declaró.

Ante las críticas de los senadores republicanos, además del propio Obama, otros representantes de la Casa Blanca salieron al cruce. Larry Summers, un alto asesor del mandatario sostuvo que: Comparando esta visita con anteriores encuentros regionales, «hubo más furia dirigida a enemigos comunes como la pobreza, la inestabilidad financiera y el enlentecimiento económico». Y agregó: «Hubo un sentimiento de franqueza y reconocimiento de ambas partes de que no iba a haber un acuerdo total sobre cada tema y de que eso estaba bien».

Sobre Cuba, el director de comunicaciones estratégicas de la Casa Blanca, Denis McDonough sostuvo que: «Es justo decir que tenemos un desacuerdo sobre Cuba y el presidente lo dijo claramente».

Pese al avance que logró Obama al acercar a Washington a los otros países del continente en la Cumbre -que reunió a 34 líderes del hemisferio- el encuentro dejó a la luz el delicado camino que deberá transitar el mandatario. Por una parte el Presidente quiere sanar viejas heridas. Por otra, no quiere que Estados Unidos sea visto como blando en los países que plantean graves problemas en materia de derechos humanos.