José López
La información es poder.
Siempre ha sido así y en la Sociedad de la Información actual no iba a ser menos. El poder económico, el verdadero poder en la sombra, se sustenta en el control de la forma de pensar de la gente a través de los medios de información. Si se controla lo que piensa la gente, entonces no es peligroso preguntarle de vez en cuando qué piensa. Ya se sabe lo que dirá. Las «democracias» actuales son la forma más sofisticada y sutil, hasta la fecha, de dictadura camuflada. Una dictadura formal, donde la gente ni siquiera vota, no engaña a nadie. Pero una «democracia» donde la gente tiene el derecho a votar cada cierto tiempo sí engaña a la mayoría de la población. Mucha gente intuye que esto es una democracia «light», pero no llega a concienciarse del todo de que es posible mejorarla notablemente, incluso a corto plazo, porque se la mantiene entretenida para que no piense ni se informe adecuadamente. Para que sus «intuiciones» no vayan a más. Se la mantiene «narcotizada», «adormecida». Mucha gente piensa que aún no siendo el sistema perfecto, es el «menos malo posible». ¡Cuántas veces se usa esa desgastada frase para justificar lo malo conocido frente a lo bueno por conocer! ¡Y al mismo tiempo, cuánto se esfuerzan los que manejan el cotarro para que ni siquiera se lleguen a conocer ciertas ideas, para que lo bueno por conocer siga siendo desconocido! Si a la gente no le llegan ideas peligrosas que cuestionen el sistema actual, el orden establecido, entonces es fácil que se imponga el pensamiento único. Si la gente sólo se queja, esto no es peligroso, si piensa que la culpa es sólo del gobierno de turno, esto no pone en peligro al sistema, pero si la gente empieza a pensar por sí misma, si empieza a dejar de tener fe en el sistema y sus «profetas», si empieza a acceder a otras ideas, si empieza a replantear las cosas para cambiarlas, si empieza a organizarse para presionar y si finalmente pasa a la acción, entonces los que controlan la sociedad tienen serios motivos para estar preocupados. Y esto, por supuesto, los que controlan la sociedad lo saben de sobras. Los momentos de crisis, por ejemplo, en este sentido, son los más peligrosos para el sistema. Son momentos en los que la gente puede «despertar». Cuando la necesidad aprieta, la gente espabila y se quita de encima las «telarañas» de la apatía. Como decía Bertolt Brecht, las revoluciones se producen en los callejones sin salida. Las épocas de crisis económicas son momentos importantes para que la sociedad se sensibilice sobre las causas de las mismas, sobre los déficits estructurales del sistema político-económico. Son momentos en los que el Estado se delata, los hechos contradicen los discursos. El contraste entre la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias, el contraste entre el rescate de los bancos y el desamparo de los trabajadores, el contraste entre las ingentes cantidades de dinero aportadas a los bancos que causaron la crisis y las ridículas y simbólicas «ayudas» a los trabajadores que pierden sus empleos, víctimas de la crisis que ellos no han provocado, ponen en evidencia claramente de qué parte está el Estado.
Una sociedad nueva sólo puede surgir si la mayoría de la gente se conciencia sobre su posibilidad, si hay ideas que puedan llevarse a la práctica. Sin teoría no hay práctica. Las ideas son el primer paso necesario para construir una nueva realidad. Son una condición necesaria, pero no suficiente. Un pueblo bien informado y concienciado siempre es peligroso para aquellas minorías que desean mantener el control de la sociedad, con el objetivo básico de perpetuar sus privilegios. Las falsas democracias actuales se sustentan precisamente en el control de los medios de comunicación.Pero dicho control, para que sea eficaz, debe pasar desapercibido. Por esto se crea la falsa sensación de pluralidad a base de «inundar» al ciudadano de mucha información aparentemente plural pero que no ponga en peligro el «esqueleto» básico del sistema. A base de «cantidad» de información pero de poca «calidad». A base de «mucho ruido y pocas nueces». No es peligroso criticar a tal o cual político, no es peligroso «debatir» sobre si el ministro X debe dimitir o no, no es peligroso hablar de si tal partido se va a coaligar con tal otro, por supuesto, no es peligroso hablar del color de las corbatas de los candidatos. Lo peligroso es hablar de las deficiencias de la democracia, de si tiene sentido la República en nuestros días, de si se respetan los derechos humanos o de cómo hacer que se respeten, de las posibles alternativas al actual sistema económico. Lo peligroso es analizar en profundidad. Lo peligroso es hablar de las causas de fondo de los problemas.. Lo peligroso es plantear ideas nuevas. En definitiva, el sistema necesita evitar replantear sus bases y necesita desviar la atención hacia cuestiones secundarias. Necesita que se hable «de las ramas» pero no «del tronco», pero también necesita aparentar que se puede hablar de todo. Las técnicas de desinformación son muchas. En mi libro «Rumbo a la democracia», en el capítulo titulado «La rebelión individual», hago un breve repaso de las mismas. Remito al lector que desee profundizar en ellas a dicho libro. También le recomiendo echar un vistazo a la Wikipedia.
Los medios de comunicación de masas, especialmente la televisión, son la principal herramienta de control social del poder.
Son el «muro» de protección fundamental del sistema. Sin embargo, además de que el control social nunca es eficaz al cien por cien (afortunadamente), Internet nos proporciona la posibilidad de ir poco a poco abriendo grietas en dicho muro que puedan, con el tiempo, hacerlo caer. La prensa alternativa, existente gracias a Internet, está en ello desde hace unos cuantos años. El problema es que mucha gente, la mayoría, no la conoce aún. Aunque afortunadamente, mediante el boca a boca, dicha prensa empieza a salir poco a poco de la marginalidad. Y aquí es donde podemos ayudar mucho, más de lo que parece, los ciudadanos corrientes que nos vamos concienciando sobre la necesidad de desarrollar la democracia para que de verdad el poder sea del pueblo. El boca a boca «digital» ya está empezando a agrietar el muro. No hay más que buscar en Google el libro prohibido «Un rey golpe a golpe» para ver lo que se ha propagado por la Red en poco tiempo. No hay más que ver cómo en los foros de los diarios «oficiales» ya se han producido debates muy concurridos sobre República-Monarquía, cómo incluso en algunos diarios donde se han hecho encuestas sobre esta cuestión (algo prácticamente inconcebible hace apenas un año) ya han salido ganadoras las opciones republicanas. Internet está haciendo mucho daño al sistema. No es de extrañar que ciertos sitios web hayan sido atacados (Kaos en la Red, Loquesomos.org) o que otros hayan sido censurados u obviados por portales importantes (como Rebelión por parte de la Wikipedia). Como decía al principio, la información es poder. Y ahora mismo, hay una guerra descarnada por la información en la Red. Incluso los Estados Unidos de América han creado un departamento de guerra cibernética. En la Red se libra una guerra sin cuartel por el control y monopolio de la información, control y monopolio puestos en peligro por la Red de redes. Como sin teoría no hay práctica, lo primero es dominar las ideas. El primer frente de batalla entre el sistema y aquellos que se resisten a él o que aspiran a cambiarlo es el «frente de las ideas».
Cuando uno participa en foros de Internet, especialmente, aunque no exclusivamente, de la prensa más conocida, puede observar en su plenitud las famosas tácticas de desinformación e intoxicación de las que hablaba. Como censurar directamente les delata (aunque a veces incluso recurren a dicho método más contundente, para lo cual se requiere provocar previamente al elemento peligroso para que caiga en la trampa de las descalificaciones o los insultos que justifiquen la censura), los intoxicadores se dedican a intentar desprestigiar a la persona que abre un debate peligroso, a intentar provocarla para que pierda las formas, a intentar recurrir a los prejuicios que los medios han implantado en la gente para proteger el status quo (por ejemplo recurriendo a las demonizadas palabras «comunistas», «marxistas» o «anarquistas»), a intentar evitar razonamientos claros para que la gente piense bien (la táctica del confusionismo), a intentar fomentar el derrotismo disfrazado de realismo («de qué sirve informarte», «siempre estaremos igual», «esto no hay quien lo arregle», «hay que ser realista y darnos cuenta de que los idealismos no conducen a nada»), a intentar desviar la atención (por ejemplo, diciendo que el debate abierto no tiene interés alguno, a pesar de lo cual ellos, contradictoriamente, participan activamente para «reventarlo»), a intentar ridiculizar los razonamientos (pero sin argumentar ellos suficientemente, sin decir por qué son ridículos o dónde están los supuestos errores), etc. No hay más que plantear un tema espinoso (República o democracia o censura en los medios) para ver cómo afloran (a veces hasta parece que están coordinados) supuestos contertulios que harán todo lo posible para que las ideas y los razonamientos se vayan «enguarrando». La vieja táctica de «si no puedes convencerlos, confúndelos». Evidentemente, no todos los que a veces emplean argumentos similares a los descritos lo hacen con mala intención, pero los manipuladores existen y los emplean a fondo insistentemente. No es muy descabellado pensar que hay gente que se dedica a evitar que ideas peligrosas vayan a más. Si admitimos que los medios de comunicación están manipulados y controlados (y esto para alguien que esté bien informado, que conozca la prensa alternativa y haya tenido ocasión de contrastarla con la oficial, no admite dudas), entonces debemos admitir también que en los «cocederos de ideas», hay gente que se dedica a que no se cuezan ciertas ideas peligrosas. Es lógico que haya gente que intente que las grietas del muro se cierren o no vayan a más. El sistema se defiende.
Para combatir tales tácticas de desinformación e intoxicación, me permito, desde la experiencia personal vivida, aportar los siguientes consejos:
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- Hay que llamar la atención hacia el debate abierto. Si queremos que ciertas ideas lleguen a la gente, hay que ser hábil en el lenguaje. Hay que «saber vender» y crear expectación. Hay que emplear un lenguaje próximo a la gente corriente, aunque sin caer en la vulgaridad. Hay que despertar la curiosidad del contertulio que entra en un foro con buena intención.
- Hay que expresar las ideas de forma eficaz. Hay que ser conciso, contundente, claro y organizado, para que la gente pueda acceder a nuestras ideas de forma cómoda y amena. Tampoco viene mal resaltar en negrita las principales ideas. Es imprescindible usar un lenguaje sencillo, directo y cercano. Nos dirigimos a gente corriente y hay que huir de toda pedantería. Y por supuesto, «no hay que irse por los cerros de Úbeda», hay que hablar de cosas concretas, con los pies bien en la Tierra. Una típica táctica de los «lacayos» del sistema es intentar hacer ver a los demás que eres un «filósofo», un «idealista», un «utópico», que «estás en las nubes», que lo que planteas es muy bonito pero no sirve de nada. Si no pueden combatir tus ideas, si no pueden «ensuciarlas», intentarán que la gente piense que son sólo eso, bellas ideas irrealizables. Hay que plantear las cosas de manera realista. Hay que «vender» las ideas, pero tampoco hay que pasarse, tampoco hay que «vender la moto». Si no, no se tiene credibilidad. Es muy importante matizar las ideas expuestas, si no los manipuladores se agarran a afirmaciones simplistas para desvirtuar globalmente nuestros razonamientos. Si hacemos afirmaciones demasiado simples entonces les damos motivos para que nos acusen de demagogos. Una de las principales características que distingue a un manipulador de un contertuliano bienintencionado es que éste aclara sus postulados, los matiza. El debate con un manipulador no avanza porque dicho «contertuliano» se limita a repetirse, no escucha, no responde a cuestiones concretas. Una buena forma de poner en evidencia ante los demás a los manipuladores consiste en preguntarles cosas concretas que permitan que el debate profundice en las cuestiones planteadas. Cualquier error, por pequeño que sea, aunque sea secundario y no impida comprender el razonamiento expuesto, lo explotarán al máximo. Por esto conviene minimizar los errores, conviene repasar bien nuestras intervenciones antes de enviarlas. Nunca hay que precipitarse, ni «calentarse». Siempre hay que estar tranquilos y fríos. Aún así, si cometemos errores, hay que reconocerlo, pero al mismo tiempo, hay que reafirmarse en las ideas principales, es decir, hay que recordar que los errores secundarios cometidos no invalidan globalmente nuestros razonamientos principales.
- Ser siempre exquisitos en las formas, no caer nunca en la provocación. Nunca hay que caer en el insulto o la descalificación, esto es precisamente lo que buscan. Si nos acusan de «comunistas» o «anarquistas», no debemos responderles que ellos son «fascistas», debemos decirles que hay que centrarse en las ideas. Si nos piden que nos definamos entonces les diremos que no tenemos por que hacerlo, incluso es más eficaz decir que no nos casamos con nadie, que somos independientes. Porque si nos definimos de tal o cual manera, entonces los prejuicios que tiene la mayoría de la gente (prejuicios «trabajados» desde que nacemos por el sistema) entran en funcionamiento y la gente de buena voluntad (nuestro objetivo) se niega a seguir escuchando. Si intentan ridiculizarte entonces no te dejes achantar y pídeles que te digan porqué son ridículos tus planteamientos (juegan con el miedo al ridículo, del que no nos libramos casi nadie). Los manipuladores no suelen argumentar mucho o bien cuando «argumentan» lo hacen de forma enrevesada o provocativa (buscando siempre la hilaridad del elemento peligroso para que se vaya del foro o para que haga algo que le desprestigie ante los demás, buscando «los tres pies al gato», explotando fallos ortográficos, agarrándose a un «clavo ardiendo»). Su táctica siempre es crear mucho «ruido», es «enrarecer» el ambiente, es crear nerviosismo (intentar que el debate no sea tranquilo, para evitar razonar bien), es cansar al contertuliano que ha osado abrir el debate non-grato, es banalizar el debate para no llegar a conclusiones peligrosas, para no profundizar, etc.
- Centrarse exclusivamente en los razonamientos. Evitar caer en el «etiquetado» de las ideas o las personas. Por ejemplo, si uno defiende la República, los intoxicadores intentarán que la gente vea que eres «falangista» o «comunista», para que así los prejuicios entren en funcionamiento y la gente no se fije en los razonamientos sino que en cuestiones colaterales (es decir, para que juzguen «el contenido por el envoltorio», envoltorio demonizado durante mucho tiempo). No se puede conseguir de un solo paso todo a la vez. No se pueden deshacer los prejuicios de la inmensa mayoría de la gente de la noche a la mañana, pero hay que tenerlos en cuenta. Defendamos las ideas sin etiquetarlas. No es lo mismo participar en un foro donde hay gente bien informada o más o menos afín o abierta a discusiones serias, que «bajar al ruedo» y enfrentarse con ciudadanos corrientes, habitualmente muy manipulados y desinformados.
- Nunca desviarse de la cuestión principal. Esto es lo que buscan los manipuladores: desviar la atención. Se puede, en algún momento, rebatir algo secundario, más que nada porque si no lo hacemos se agarrarán a que al callar «otorgamos», pero a continuación, hay que retomar rápidamente el hilo principal, nunca hay que perderlo. Así de paso evitamos que el foro se «ensucie» de preguntas y respuestas intrascendentes que sólo provocarán que aquellos que entren en él con buenas intenciones pierdan el interés o vean que la cosa se pone fea y prefieran huir del mal rollo.
- La forma de combatir un manipulador es razonando con MUCHA paciencia. Ellos esperan que al «meter ruido», nosotros nos vayamos cansando y entonces dejemos de razonar y recurramos a sus mismos métodos. Los manipuladores típicamente suelen tener intervenciones breves pero intensas. Juegan con ventaja porque la gente ya tiene muchos prejuicios que les benefician. Los que intentamos aportar visiones o ideas alternativas jugamos con desventaja porque tenemos que combatir dichos prejuicios. Nuestras intervenciones tienen que ser por consiguiente más largas que las suyas. Esto lo saben ellos y procuran que cada vez sean más largas para cansar a la posible «audiencia». Hay que argumentar suficientemente, pero intentando ser lo más conciso posible y remitiendo a otros sitios donde el lector pueda profundizar en las ideas expuestas.
- Al manipulador o intoxicador se le desenmascara poniendo en evidencia sus contradicciones. Si alguien dice (en un foro de un medio de INFORMACIÓN) que no sirve de nada informarse, entonces hay que ponerle en evidencia preguntándole qué hace entonces en dicho foro. Si alguien dice que los libros o los sitios de Internet recomendados son una mierda entonces se le pregunta por qué, que cómo lo sabe si no los ha leído. Y si dice que los ha leído, se le pregunta por qué no le han gustado, se le hace concretar. Si alguien dice que esa información que aportamos no es nada nuevo, entonces le podemos preguntar que cómo lo sabe si no la ha leído, o le podemos decir que él aporte algo nuevo. Si alguien dice que sólo mostramos ideas de una de las partes entonces daremos informaciones de las otras partes y le pediremos a él que también aporte información que considere interesante para contrastar. Si alguien dice que no somos de fiar, responderemos que nunca hay que fiarse de nadie, que efectivamente la gente debe desconfiar de nosotros pero también de ellos, que nosotros nos limitamos a dar nuestra opinión y que cada uno juzgue por sí mismo, que la única manera de minimizar la manipulación, la única manera de llegar a la verdad, es contrastando versiones opuestas, que nosotros sólo pretendemos aportar visiones distintas a las habituales para que la gente pueda estar mejor informada Si tenemos fe en nuestras ideas, si queremos que a la gente le llegue otras ideas, debemos apoyar y fomentar la pluralidad, la posibilidad de contrastar entre versiones opuestas (y cuanto más opuestas mejor).
- Nunca aplicar los métodos de los manipuladores. Si ellos intentan censurarnos, nosotros, al contrario, haremos todo lo posible para que a ellos no les censuren. Si ellos nos atacan, nosotros nos defenderemos, pero evitaremos atacarles a ellos. Si ellos nos intentan ridiculizar, entonces, en vez de callarnos, al contrario, les haremos concretar para que elaboren sus «argumentos», pero nosotros no les ridiculizaremos. Ellos mismos se delatarán. Si ellos son prepotentes, si practican la arrogancia, nosotros practicaremos la humildad, pero combinada con la firmeza. Debemos evitar que nos lleven a su terreno. Debemos diferenciarnos de ellos tanto por el fondo como por las formas, tanto por las ideas que defendemos como por la manera de defenderlas. Censurar ideas ajenas, incluso si se llega a los insultos, es siempre un signo de debilidad, además de incoherencia. Si tenemos fe en nuestras ideas, si somos coherentes (la coherencia, junto con la buena educación, es siempre lo que más daño hace al intoxicador), si estamos convencidos de que tenemos razón, o incluso si no lo estamos, pero tenemos indudables buenos motivos, entonces nunca debemos temer el enfrentamiento ideológico. Al contrario, debemos considerarlo como una oportunidad para aclarar nuestras ideas, para afianzar nuestros postulados o «perfeccionarlos». El enfrentamiento ideológico, aunque pueda disgustarnos o enervarnos ocasionalmente, por el intento del manipulador o del intolerante de imponerse de mala manera, siempre nos supone la oportunidad de evolucionar intelectualmente, pone a prueba nuestras convicciones e incluso a veces las desarrolla aún más.
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A lo largo del debate, si nunca perdemos las formas, si no caemos en las trampas que nos ponen y si siempre «pensamos bien», es decir, si nunca ponemos por escrito nuestras sospechas sobre sus intenciones, si no caemos en la imprudencia de afirmar lo que no podemos nunca asegurar, aunque tengamos indicios claros de que nos enfrentamos a un manipulador, entonces poco a poco nos «ganaremos a la audiencia». Poco a poco se verá quién va con buena intención y quién no. Lo principal es que los demás vean que tenemos buena voluntad. Cuando los manipuladores vean que no han conseguido sus objetivos entonces darán por «zanjado» el debate y esperarán a que vaya muriendo poco a poco. Sólo pueden esperar que la gente pierda interés en él y deje de visitarlo. Procurarán que pase desapercibido. Incluso procurarán abrir muchos debates nuevos para que el debate peligroso se vaya olvidando (en la mayoría de los foros los debates que aparecen arriba en primera página son los más actuales, con lo que si se abren muchos nuevos, el debate non-grato irá bajando hasta desaparecer de la primera página). Para evitar que el debate «muera en el olvido», de vez en cuando (pero sin hacerlo con demasiada frecuencia, sin ser pesados), debemos «reactivarlo», pero aportando información interesante y que tenga sentido y relación con el debate. Por ejemplo, si el hilo abierto era para hablar de la República, podemos aportar algún libro o artículo nuevo que sea de interés, pero sin volver a contestar a los manipuladores (diciendo en nuestra última respuesta a ellos que no lo vamos a hacer más porque realmente el debate con ellos ya no tiene sentido).
Es importante que participemos de forma activa en los foros más vistos, aunque nos sean hostiles. Hay que ir recomendando páginas de Internet, libros, artículos, noticias, que permitan que las ideas alternativas vayan ganando terreno. Hay que ir dónde está la gente para que poco a poco vaya descubriendo que hay otra prensa, que hay noticias censuradas en los grandes medios, que hay otras ideas, que el pensamiento único es una invención de los que manejan la sociedad para seguir manejándola. La gente (bienintencionada) que participa en foros de Internet es más activa que la media. Si los contertulios bienintencionados que participan en dichos foros se van convenciendo y abriendo a nuevas ideas, las propagarán a sus amigos y allegados. Internet puede favorecer mucho la Revolución social y política. Es un arma muy poderosa para luchar pacíficamente por el desarrollo de la democracia, por la conquista de la auténtica democracia. Si vemos un foro en algún diario «oficial» donde alguien está «batallando» por ideas que apoyamos, debemos acudir a él para ayudarle, debemos avisar en los foros «amigos». Esto es la guerra de las ideas. Y como en toda guerra, se requiere unidad de acción y colaboración. Si queremos poner nuestro granito de arena, tenemos en la actualidad una manera muy concreta de hacerlo: siendo activo en la Red, siendo ciberactivo. Pero el ciberactivismo es un complemento al activismo global. Ser ciberactivo no significa que no debamos serlo también a «la antigua usanza». Sin embargo, el ciberactivismo es muy importante, el «frente de las ideas» está en Internet. Éste es el último reducto de la libertad de expresión, a la espera de que algún día, los medios de masas recuperen su independencia (si es que alguna vez la recuperan). Hay que atacar y acosar al sistema en todos los frentes, especialmente en el «frente de las ideas». Hay que atacar a la fortaleza por todas partes, especialmente por sus grietas. Internet es el «talón de Aquiles» de las «democracias» actuales. El control lo están empezando a perder por Internet. Todos debemos colaborar en esta lucha.