La pregunta en la que Obama negó se tratara de «socialismo» era relativa a las reacciones que en los Estados Unidos suscita el creciente papel del Estado en un país emblemático de «la mano invisible» del liberalismo económico. El presidente norteamericano dijo, sobre si la política puesta en marcha define a un dirigente socialista: «La respuesta sería no«.
Si bien su respuesta había sido contundente, sobre todo en la lengua original en que el potencial es más bien asertivo, Obama llamó a la hora y media de finalizar la entrevista a los autores del reportaje, porque quería precisar sus palabras respecto de ese punto en particular. Les contó que seguía en su cabeza dándole vueltas al asunto y expresó: «Me resulta difícil de creer que hablaban ustedes en serio cuando me hicieron esa pregunta«.
Entonces se explayó: «No fue bajo mi presidencia cuando empezamos a comprar puñados de acciones de bancos. Cuando yo llegué, ya se había hecho una inyección enorme del dinero del contribuyente en el sistema financiero», refirió, respecto de la administración Bush. «Nosotros actuamos de forma completamente consistente con los principios del libre mercado; cosa que algunos de los que nos acusan de ser socialistas no pueden decir«, apuntó el mandatario, sensibilizado visiblemente por el tema.
Obama mostró flexibilidad y firmeza de principios a la vez, al afirmar: «El hecho de que estemos tomando algunas medidas extraordinarias y haciendo algunas intervenciones no es ninguna indicación de mis preferencias ideológicas, sino una indicación del grado al que la relajación de la regulación y los riesgos extravagantes habían llevado esta crisis«. Consultado sobre cuáles eran, entonces, sus preferencias ideológicas, contestó: «No voy a entrar en eso».