José A. Rangel A.
Cuando se es revolucionario(a), no se teme a los cambios. Se es el primero en propiciarlos y el primero en ejecutarlo. No se teme a la muerte y mucho menos a la vida. Por eso el revolucionario(a) es vanguardia.
Cuando se es revolucionario(a), la mirada está atenta a los pasos que se dan en el presente. Sabe que el camino que desanda tiene su historia. La conoce como la palma de su tierra.
Cuando se es revolucionario(a), la visión está atenta del futuro. Sabe que el camino del presente, se inicia en el pasado. También sabe, que el camino se interna en el futuro.
Cuando se es revolucionario(a), ver y mirar son amigos y hermanos entrañables, que están en distintos puntos de su trabajo.
Cuando se es revolucionario(a), la vida la dedica a hacer puentes. Puentes que unen la historia del camino con el futuro del camino. Puentes construidos férreamente sobre la realidad del presente.
Cuando se es revolucionario(a), se debe adquirir poder sobre la práctica. Sino, sólo habrá bueyes en el arado. Ovejas pastando. El camino se interrumpe y tendrás que sentarte con el pueblo, a mirar el futuro desde la otra orilla. Esperando llegue el revolucionario que hay en ti.
Cuando se es revolucionario(a), se guía la práctica. Se es conductor(a) de hombres, mujeres y pueblos. Le devuelves su historia, que habían perdido, que le habían secuestrado.
Cuando se es revolucionario(a), se derriba el poder de los que con el poder del engaño se mantienen. El conocimiento de su corrupción fortalece. El hacerse luz en la conciencia, los demuele.
Cuando se es revolucionario(a), la familia personal se amplía. Es la familia humana. La humanidad entera es tu hermana.
Cuando se es revolucionario(a), la herida ajena es una herida en el costado. Herida que redime. Herida que es un fracaso más del enemigo.